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Regreso al ruedo

Para apoyar la reelección de Uribe, el ex presidente Turbay se distancia por primera vez en sus 88 años de vida del oficialismo de su partido.

8 de agosto de 2004

El ex presidente Julio César Turbay Ayala le ha dedicado toda su vida a dos causas: la defensa de las instituciones y el trabajo por el Partido Liberal. Por lo general esos objetivos iban de la mano, pero con el proyecto de reelección presidencial chocaron.

La reelección de Álvaro Uribe, promovida desde Palacio, puede garantizar la continuidad de la política de seguridad democrática pero en ningún caso constituye un fortalecimiento de las instituciones del país. Por esta contradicción el ex presidente ha sido acusado de dar bandazos en materia ideológica y política en los últimos meses.

El 26 de marzo de este año publicó un artículo en el periódico El Tiempo en el que después de enumerar las ventajas y desventajas del proyecto, el lector podía deducir que eran más las segundas que las primeras. Concretamente afirmó: "La reelección inmediata en un país de escasa cultura política es contraproducente". Y agregó: "La reelección es contraria al espíritu democrático de renovación de los mandos y aplaza la exaltación de nuevos valores. Crea un ambiente de excesivo poder y hace propicio el autoritarismo en el gobierno". Todo indicaba que en ese momento, para él tenía prioridad la defensa de las instituciones sobre cualquier otra consideración.

Con el tiempo esa posición fue modificándose. En junio envió una carta al presidente Uribe para apoyar abiertamente su proyecto de reelección. Argumentó que "no es democrático impedir la permanencia en el poder de un gobernante que haya tenido un buen desempeño y que lo haga acreedor al respaldo mayoritario de la opinión nacional". Y para neutralizar las reservas de los opositores de la reelección sugirió una serie de limitaciones y contrapesos. Entre ellas, la exigencia de que para ser reelegido el Presidente tendría que obtener más del 50 por ciento de los votos en la primera vuelta y que si no lo lograba, no podría presentarse a la segunda.

Las sugerencias del ex presidente eran sensatas pero no fueron incorporadas en el proyecto de acto legislativo. Sin embargo, desde ese momento, Julio César Turbay Ayala quedó matriculado del lado de la reelección. Aun así sorprendió su salida de la semana pasada, en la cual anunció su regreso a la arena política para encabezar un movimiento de apoyo a la iniciativa. Una cosa es respaldar una causa y otra, liderar un movimiento para promoverla. Y eso es precisamente lo que el ex presidente está haciendo a sus 88 años de edad.

Inicialmente, la justificación de ese cambio obedecía a la convicción de Turbay de que el Partido Liberal no había estado a la altura de las circunstancias históricas del momento. Para él, el liberalismo estaba dándole al Presidente un tratamiento de 'pariente pobre' y no se le había reconocido su condición de jefe natural de la colectividad. Con estos comentarios le estaba poniendo unas banderillas a la Dirección Nacional del Partido (DNL), la cual ha manifestado su oposición al proyecto de reelección.

La posición de la DNL no obedece tanto a convicciones ideológicas como al hecho de que el oficialismo liberal siempre se ha sentido maltratado por el Presidente. Al iniciarse su gobierno, toda la bancada oficialista -que lo consideraba uno de los suyos- quería que el jefe del partido fuera el Presidente y estaba dispuesta a rodearlo incondicionalmente. El jefe de Estado no se dejó. Decidió armar un movimiento caudillista propio e independiente de los partidos tradicionales. Esto creó un distanciamiento con el liberalismo que en el fondo es el origen del antiuribismo que hoy se palpa en las directivas de esa colectividad. Y este antiuribismo es el que ha indignado al ex presidente Julio César Turbay Ayala haciéndolo salir a la palestra.

Hoy la indignación del ex mandatario es por otras razones. El presidente de la dirección liberal, José Joaquín Vives, le envió a Turbay una carta en la cual insinuaba que este había cambiado de posición frente a la reelección por "comprensibles razones personales o familiares que pudieron incidir en ese bandazo intelectual y político". Para los entendidos esto significaba que el apoyo de Turbay era una contraprestación por las dos posiciones que ocupan sus hijas Claudia y María Victoria, la primera como embajadora en Uruguay y la segunda como secretaria administrativa del Senado.

Semejante indirecta era un golpe demasiado bajo para la dignidad del ex presidente. Su causa de la noche a la mañana pasó a ser la derrota de la dirección liberal, y la mejor manera de hacerlo era jugársela toda por la reelección de Uribe. De ahí que el miércoles por la noche convocó a su residencia a un grupo de ex ministros liberales para alinearlos de su lado. En términos generales todos lo apoyaron, con la excepción de Juan Carlos Esguerra, quien manifestó que como jurista y ex constituyente no podía aceptar que se modificara la Constitución por circunstancias políticas coyunturales.

Todos los presentes en esa reunión coincidieron en que si bien el ex presidente refleja ciertas limitaciones físicas, su lucidez mental es sorprendente para un hombre que bordea los 90 años. Y aunque Turbay no es el mejor representante de la renovación generacional y política que el uribismo pretende encarnar, su regreso a las plazas públicas con su hablado nasal y su tradicional corbatín sin duda alguna animará la temporada política.