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Juego caliente: los líos de futbolistas colombianos con la mafia

El escándalo en el que está inmerso el Chicho Serna no es el único en el que un jugador colombiano ha sido vinculado con la mafia. René Higuita, Anthony de Ávila, Freddy Rincón, el Palomo Usuriaga y hasta James Rodríguez han sido alguna vez mencionados.

21 de octubre de 2017

La supuesta vinculación de Mauricio “Chicho” Serna en un escándalo de lavado de activos en Argentina ha conmocionado no solo a la sociedad de ese país, sino también a la colombiana. Uno de los jugadores que mayor éxito cosechó en el país gaucho vistiendo la camiseta de Boca Juniors habría negociado propiedades con un hombre que diseñó un complejo esquema de lavado.

Pero el del Chicho no ha sido el único episodio en el que algunos futbolistas colombianos han sido vinculados con negocios ilícitos. Desde la década de los ochentas y los noventas han sido varios los jugadores que han tenido que dar explicaciones por su relación con el narcotráfico y la mafia, que logró permear el fútbol profesional colombiano durante esos años con los llamados “dineros calientes”.

Amistades peligrosas

El caso de René Higuita es quizás uno de los más recordados por los colombianos. El exarquero de la selección Colombia y de Atlético Nacional nunca escondió el hecho de que era un buen amigo del capo del cartel de Medellín, Pablo Escobar. Se conocieron cuando el jefe del cartel de Medellín hacía sus pinitos en la política y había iniciado su campaña "Medellín sin tugurios" en los barrios más pobres de la capital antioqueña, entre ellos en Castilla. donde Higuita vivía junto con su abuela.

La relación entre Higuita y el capo se hizo evidente en la década de los noventas. Aunque las autoridades ya tenían pistas sobre la amistad entre el entonces arquero de la selección Colombia y Escobar, fue solo hasta 1991 que el vínculo se hizo público. El arquero visitó de manera frecuente a Escobar durante su estadía en la cárcel La Catedral, un escándalo que cobró la cabeza del entonces coronel Augusto Bahamón, comandante encargado de la IV Brigada de la Policía.

Pero la amistad con Escobar no terminaría dando buenos frutos para el arquero de Atlético Nacional. Una vez el capo se fugó de La Catedral, las autoridades encontraron documentos en los que indicaban que Higuita había servido de intermediario en el secuestro de una niña por parte del Cartel en Medellín. Escobar había secuestrado a la joven y pedía un rescate de 300 mil dólares e Higuita intercedió. Por haber sido el puente entre la organización criminal y las autoridades, según se difundió en su momento, el arquero habría recibido la suma de USD$ 50.000.

Higuita estuvo en la cárcel por seis meses y salió en diciembre de 1993, el mismo mes en el que su amigo Escobar cayó en un techo del barrio Los Olivos, en Medellín. Años después, el exarquero confesó que no se arrepentía de haber sido amigo del Capo y que pudo conocer su lado humano.

El autogol del Pitufo de Ávila

Después de haber cerrado una primera rueda brillante durante la eliminatoria al mundial de Francia 1998, la selección Colombia entró en un bajón futbolístico que complicó sus aspiraciones de ir a la cita deportiva.

En julio de 1997 y tras una dolorosa derrota en Santiago de Chile, Colombia regresaba a Barranquilla necesitada de un triunfo. La selección de Ecuador era el rival a vencer.

En un partido aguerrido, con poco fútbol y un Metropolitano que con los minutos se ponía más ansioso, Víctor Danilo Pacheco filtró un balón al área y Anthony de Avila controló con el pecho y con un derechazo mandó al fondo de la red. Un gol que se celebró con júbilo, pero que desató luego una polémica.

“Este triunfo se lo quiero dedicar a unas personas que están privadas de la libertad. Yo creo que no hay necesidad de dar nombres. Con mucho amor y con mucha humildad se lo dedico a ellos, que son Gilberto y Miguel”.

El delantero samario le dedicó el gol a nadie más que a los hermanos Rodríguez Orejuela, detenidos en ese entonces en Bogotá por narcotráfico. El gol pasó a un segundo plano y la polémica giró alrededor del “honesto” gesto del Pipa, que en ese entonces negociaba con el Metrostars estadounidense.

La dedicatoria pronto se volvió un tema de interés nacional. Los periodistas buscaron por cielo y tierra declaraciones de miembros de la selección sobre el episodio, pero fue el propio de Ávila quien rompió el silencio y reafirmó lo dicho en caliente.

“No le tengo miedo a lo que puedan pensar en Estados Unidos por esta dedicatoria. Si cometí un error, Dios me juzgará y yo aceptaré el castigo. Me acordé de ellos (los hermanos Rodríguez Orejuela) por unos consejos que me dieron cuando tenía 19 años, y quise compartir la alegría de mi corazón con personas que ahora están pasando por un mal momento”, dijo de Ávila a la prensa en ese momento.

Freddy Rincón, buscado por Interpol y luego absuelto

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En el 2013 el nombre de Freddy Rincón pasó de la sección deportiva a las páginas judiciales. Ese año su fotografía apareció en la base de datos de Interpol, que lo requería porque las autoridades judiciales de Panamá lo acusaban de lavado de activos y conspiración vinculada con las mafias del narcotráfico.

El caso se remite a noviembre del 2008, cuando las autoridades brasileñas llegaron a su residencia en un exclusivo sector de Sao Paulo. La orden de detención se derivaba de una investigación por los negocios que el futbolista habría realizado con el narcotraficante Pablo Rayo Montaño, líder de un grupo de delincuentes en el Valle.

Para los fiscales panameños el jugador había servido como testaferro de una empresa radicada en Panamá llamada Nautipesca, una de las pesqueras más grandes de ese país, que había sido ocupada dos años atrás y donde el nombre de Rincón aparecía.

Sin embargo, muchos en el Valle advirtieron que lo único que unía a Rincón con los Rayo Montaño era su amistad, pues habían crecido juntos en Buenaventura. La investigación siguió su curso y Rincón se defendió una y otra vez reclamando su inocencia.

"Soy inocente, un deportista que dio la gloria a su país", dijo durante una audiencia en el 2015.

Finalmente en el 2016 las autoridades panameñas le dieron la razón al “Coloso de Buenaventura” y levantaron la orden judicial en contra del volante colombiano. Rincón fue absuelto de los cargos por lavado de activos y narcotráfico. Caso contrario fue el de los Rayo Montaño, quienes fueron condenados a 9 años y 4 meses de prisión y a pagar una multa tasada en 50.00 dólares.

El trágico fin del Palomo

El 11 de febrero de 2004 el artífice de romper la sequía mundialista de 38 años para la selección Colombia murió tras ser víctima de un atentado: Albeiro “El Palomo Usuriaga”

Considerado uno de los mejores delanteros de Colombia en la década de los años ochenta y noventa, Usuriaga fue quien marcó el gol decisivo en el repechaje contra Israel para el Mundial de 1990. Su solitario gol le dio el chance a la selección de volver a una cita orbital tras una larga espera.

Y aunque en la década de los noventas el Palomo tuvo una carrera brillante en Argentina, en 1997, jugando para Independiente, fue suspendido por consumo de cocaína. El Palomo se retiró años más tarde y se radicó en Cali, en donde murió asesinado por un sicario en 2004. De acuerdo con las autoridades, el Palomo habría sido víctima de un ajueste de cuentas por la relación que mantenía con una mujer que había sido pareja de Jefferson Valdez, jefe de una banda delicuencial dedicada al microtráfico en el Valle del Cauca.

El jugador de las caletas

En medio de la persecución en contra del capo del Cartel de Medellín, Pablo Escobar, el Bloque de Búsqueda capturó a una persona que sobre el papel poco tenía que ver con una organización delictiva: el futbolista Felipe Pérez.

El Pipe, como era conocido en los medios deportivos, fue miembro de la generación dorada de Atlético Nacional, la misma que se coronó con la Copa Libertadores de 1989. Sin embargo, durante los operativos para capturar al capo, el Bloque de Búsqueda encontró que en la casa del futbolista había armas y municiones para el Cartel de Medellín.

En su casa las autoridades encontraron todo un arsenal, pero no precisamente futbolístico. Tras los espejos del baño hallaron 20 uniformes camuflados, 158 cartuchos para fusil, pistola y escopeta. También le fueron decomisados 86 estopines eléctricos, elementos utilizados para la fabricación de explosivos. El apartamento en el que Pérez residía también había sido propiedad de John Jairo Arias Tascón, alias Pinina, jefe de sicarios del Cartel.

Pérez recobró su libertad en junio de 1996 tras permanecer durante tres años en la Cárcel Modelo de Bogotá, pero cuatro meses después fue asesinado por sicarios en una calle de la ciudad de Medellín.

El lateral ‘mula’

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En octubre del 2016, Diego León Osorio, uno de los jugadores colombianos más destacados de la década de los noventas, se disponía a viajar a Madrid, España, cuando fue abordado por miembros de la policía.

Vestido con una camisa oscura de puntos blancos ceñida al cuerpo, muy elegante, el exjugador de Atlético Nacional llegó al aeropuerto José María Cordova de Rionegro con la intención de cruzar el charco, pero un hombre de la Policía Antinarcóticos, de aquellos a quienes llaman "perfiladores", vio en Osorio no a una gloria del fúbol sino a alguien que podría tener todo el potencial de llevar droga.

El policía acertó. En un registro mucho más minucioso, el oficial le encontró a Osorio, adherida al cuerpo (en las piernas y la ropa interior), 1.145 gramos de cocaína, que pueden ser vendidos en algo más de 40.000 euros, unos 130 millones de pesos.

Osorio se defendió y le dijo a los policías que era la primera vez que lo hacía. "Pero eso no podemos saberlo”, le dijo a Semana.com en su momento el coronel Giovanny Buitrago Beltrán, comandante encargado de la Policía de Antioquia. De acuerdo con las autoridades, Osorio tenía varías salidas del país registradas.

Este sin embargo no sería el único lío de Osorio con las autoridades antinarcóticos. En el 2002 el ex jugador de Nacional y la Selección Colombia estuvo preso en Estados Unidos acusado de posesión y distribución de cocaína, después de que agentes de la DEA le tendieron una trampa al hacerse pasar por compradores.

El padrino de James Rodríguez

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La carrera ascendente de James Rodríguez comenzó años antes de sus primeros destellos en el fútbol argentino. Cuando apenas tenía 11 años, el cucuteño criado en Ibagué se coronó campeón del torneo de fútbol infantil “Pony fútbol”, un certamen en el que se han dado a conocer grandes figuras del fútbol colombiano.

En la final del torneo del 2003, el pequeño James fue la figura de la final que se jugó en el estadio Atanasio Girardot de Medellín. El volante ya mostraba destellos de crack y con dos goles olímpicos se anotó en el marcador. La afición que asistió al estadio quedó maravillada, entre ellos el empresario Gustavo Upegui, dueño del Envigado FC, que tiempo después se supo que hacía parte de la organización delictiva conocida como La Oficina de Envigado.

Upegui era un hombre de fútbol y estaba obsesionado con convertir al Envigado en una cantera de jóvenes prometedores. El empresario se comunicó con la madre de James y le propuso que se fueran a Medellín con él, como lo documenta la periodista Martha Soto en su libro “Los goles de la cocaína en Colombia”. La familia de James habría aceptado y el Envigado se hizo con el 50% de su pase, mientras que el otro 50% quedó en manos del Independiente Medellín. La condición, sin embargo, era que la familia del colombiano debía ser ubicada con todas las de la ley: casa, carro y trabajo.

“Nosotros no habíamos hecho algo parecido. ¿Fichar a una familia de otro lado? Era extraño, pero mi papá aceptó. Es que él se enamoró de James desde que le vio patear el primer balón. Durante el Pony (torneo juvenil de fútbol), nos levantaba temprano y nos decía: “Hay que llegar temprano para ver a ese niño", narró Juan Pablo Upegui en una entrevista al diario deportivo español Marca, en julio de 2014, cuatro meses antes de que él, su mamá y el equipo ingresaran a la llamada Lista Clinton como parte de un entramado de blanqueo de capitales de la mafia.

De ese modo, James habría llegado a Medellín en el año 2004 para someterse a la disciplina naranja. Durante dos años el cucuteño trabajó en las divisiones inferiores del club con otros jugadores que Upegui reclutó, como Fredy Guarín, Juan Fernando Quintero, Dorlan Pabón y Giovani Moreno, entre otros.

Finalmente en el 2006, el colombiano hace su debut como profesional en el Envigado para el deleite de Upegui, pero fue poco lo que el accionista antioqueño pudo ver al crack colombiano. Un mes después  Upegui fue torturado y asesinado. El equipo no pudo sobreponerse a la crisis institucional que generó la muerte de su principal accionista y deportivamente se fueron a pique. Las oportunidades de James fueron disminuyendo y un año después el Envigado regresaba a la segunda división.

El sueño de James, por el contrario, no descendió con el Envigado. Él, junto con su madre, armaron maletas y viajaron hacia Argentina. Allí se probaron en diferentes equipos hasta que el Banfield se fijó en la zurda del colombiano. El resto, como dicen, es historia conocida