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El presidente Donald Trump cree que Iván Duque es “un buen tipo”, pero no ha dudado en hacer públicos sus reparos a la política antidrogas. | Foto: Presidencia

RELACIONES BILATERALES

La tormenta perfecta entre el gobierno Duque y Estados Unidos

Su ‘amigo’ Donald Trump le lanza dardos en campaña, los demócratas presionan para sacar adelante la paz, y The New York Times cuestiona la cúpula militar. Todo ello pone en aprietos las relaciones del Gobierno con su aliado.

26 de mayo de 2019

El editorial sobre Colombia que publicó el viernes el diario The New York Times y la carta que el director de ese periódico, Dean Baquet, envió el mismo día a los ministros de Relaciones Exteriores y de Defensa, Carlos Holmes Trujillo y Guillermo Botero, eran los truenos que le faltaban a la tormenta perfecta que se cierne sobre el Gobierno de Iván Duque en cuanto a las relaciones con Estados Unidos. Desde allá le caen rayos por todas partes a Duque. Lo critica el presidente Donald Trump por la extensión de los cultivos de coca. Lo critica el senador Patrick Leahy, un auténtico peso pesado de la oposición demócrata, por los cuestionamientos a la cúpula militar. Y le responde con firmeza The New York Times tras la polémica desatada por el artículo que afirma que el comandante del Ejército, Nicacio Martínez, implantó una política de incentivos a la tropa si duplica el número de bajas, así lo haga sin respetar a pie juntillas los derechos humanos.

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Hace tres meses, a nadie se le habría cruzado nada de eso por la cabeza. En febrero, Trump recibió a Duque con gran amabilidad en la oficina oval de la Casa Blanca. El presidente gringo le ofreció un respaldo absoluto al cerco diplomático contra Nicolás Maduro y reiteró la alianza de Bogotá y Washington. Algo parecido hicieron la presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi, así como el director de la CIA, el presidente de la Cámara de Comercio de Estados Unidos y hasta los directores de los centros de pensamiento. Todo iba viento en popa.

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Trump, que es una veleta, cambió de parecer mes y medio más tarde. A finales de marzo, en Florida, describió a Duque como “un buen tipo”, pero agregó de inmediato: “Yo lo conocí, vino a la Casa Blanca. Dijo que iba a detener el problema de las drogas. Pero hay más drogas saliendo ahora de Colombia que antes de que él fuera presidente. No ha hecho nada por nosotros”. La cosa no paró ahí. Diez días después, Trump volvió a arremeter contra Duque. En San Antonio, Texas, dijo que desde que el presidente colombiano tomó posesión el negocio de las drogas ha crecido un 50 por ciento y que ahora los inmigrantes indocumentados más peligrosos “llegan de Colombia, Guatemala y Honduras”.

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Los reparos de Trump van a continuar hasta noviembre del año entrante porque está en campaña y porque son taquilleros entre sus seguidores. Y serán más serios ante la eventual no extradición de Jesús Santrich. Pero más allá de eso, los problemas para el Gobierno de Duque con gran parte de la oposición demócrata y con el diario neoyorquino surgieron por una serie de cuestionamientos a la nueva cúpula militar y al general Nicacio Martínez. Todo comenzó en febrero a raíz de un informe de la ONG Human Rights Watch, según el cual tanto Martínez como otros ocho generales están vinculados a ejecuciones extrajudiciales en la época de los falsos positivos. El Gobierno reaccionó para decir que antes de conformar la nueva cúpula había hecho los chequeos correspondientes, y que el general lleva muchos años en la milicia y ha sido incluso inspector general del Ejército.

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No obstante, a mediados de abril Duque recibió una carta de tres senadores gringos en la que le informan que, antes de aprobar la ayuda económica a Colombia en el presupuesto de Estados Unidos para el año entrante, quieren manifestarle su preocupación por la trayectoria de Martínez. Le dicen que todo el mundo es inocente hasta que se demuestre lo contrario, pero que eso no significa que unos militares cuestionados deban llegar al alto mando. Leahy, el principal firmante, nacido hace 79 años en Vermont, representa a la oposición demócrata en el Comité de Apropiaciones, y por haber llegado a la Cámara Alta en enero de 1975 es el senador más antiguo y uno de los más respetados de Estados Unidos. Si no queda satisfecho con las explicaciones de Colombia, la ayuda al país corre peligro.

El senador Patrick Leahy, un peso pesado de la oposición demócrata, le pidió al presidente Duque denunciar a la senadora María Fernanda Cabal por sus señalamientos al periodista Nicholas Casey.

Por si fuera poco, y también por el pasado de la cúpula militar, The New York Times le dedicó tiempo y espacio al tema. El 18 de mayo publicó el famoso artículo del periodista Nicholas Casey, según el cual el comandante del Ejército le ofreció recientemente a la tropa una serie de incentivos si ella duplica el número de bajas. Ahí fue Troya. Los ministros Trujillo y Botero le enviaron al director del diario, sin mencionarlo por su nombre, una extensa carta en la que subrayan que el artículo ofrece una “visión tendenciosa, parcial y distorsionada de los esfuerzos que el Estado y el Ejército hacen” en favor del orden y la seguridad.

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El viernes recibieron a cambio una respuesta por partida doble. Por un lado, un editorial de The New York Times titulado ‘La paz de Colombia es muy valiosa para abandonarla’, sostiene que “el Gobierno del presidente Iván Duque y sus aliados de derecha han saboteado el progreso pacífico bajo el acuerdo de paz” y asegura que desintegrar la paz sería muy malo para Colombia, para la región y para la causa de la democracia. Por otro lado, a Trujillo y Botero les llegó una carta de cuatro páginas del director del diario, Dean Baquet, en la que reacciona ante cada afirmación de ellos, y dice que ese periódico no tiene agenda política ni le interesa promover ideología alguna en ningún país. El director del Times no suele hacer algo así. Para rematar, el senador Leahy le pidió por Twitter al presidente Duque denunciar a la senadora María Fernanda Cabal si es falsa la aseveración de ella según la cual a Casey le pagaron por el artículo.

Más allá de los reparos de Trump, los problemas para el gobierno de Duque se originaron en una serie de cuestionamientos a la nueva cúpula militar.

Semejante panorama hace pensar que la tradicional alianza entre Colombia y Estados Unidos vive días complicados. Como le dijo a SEMANA Michael Shifter, presidente de Diálogo Interamericano, el principal think tank de asuntos del hemisferio con sede en Washington: “Todo indicaba que la visita del presidente Duque a esta ciudad en febrero había sido exitosa. Pero, sin duda, la alianza pasa por momentos difíciles. Hay temas que se creían superados, como el de los derechos humanos y el del narcotráfico, que han revivido. Yo creo que el presidente tiene problemas para gobernar, pues carece de una base política propia y su partido lo presiona mucho. Y a eso hay que agregarle que el presidente Trump es errático y poco confiable, y que Washington es ahora una ciudad mucho más polarizada que cuando Duque vivía aquí”.

Como quiera que sea, el Gobierno colombiano lo tiene difícil en Estados Unidos. Trump le lanza dardos a diestra y siniestra; Leahy le llama la atención –lo que se agrega a la carta del viernes de 79 representantes a la Cámara que desde Washington piden la total implementación del acuerdo de paz–, y The New York Times publica reportajes críticos. Con todo ello, no se ve un futuro cercano mejor, menos aún cuando a Duque casi nadie lo defiende allá. Una situación así no se presentaba desde la presidencia de Ernesto Samper. Después, con Andrés Pastrana, el Congreso aprobó el Plan Colombia con el apoyo de Bill Clinton y también de la oposición republicana. Álvaro Uribe tuvo siempre en George W. Bush a un aliado y a un gran admirador, que llegó incluso a darle la Medalla de la Libertad, la máxima condecoración que otorga la Casa Blanca. Y Juan Manuel Santos consiguió el respaldo sin fisuras de Barack Obama para el acuerdo de La Habana.

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Lo más paradójico del caso es que ningún presidente colombiano ha conocido tanto Washington como Iván Duque, quien vivió y trabajó en esa ciudad durante más de 12 años y donde tiene un gran respeto como persona y profesional. Son las coincidencias a veces injustas de la política, que un Gobierno tiene el deber de sortear.