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REMEZON VERDE

Muchas audacias y una clara señal de endurecimiento frente a la guerrilla y el narcotráfico, revelan los cambios en la cúpula militar y de la Policía.

26 de diciembre de 1994

A LA UNA DE LA TARDE del pasado domingo 20 de noviembre, el presidente Ernesto Samper y su ministro de Defensa, Fernando Botero, se sentaron a trabajar en la Casa de Huéspedes Ilustres en Cartagena. Allí, lejos del ruido y las interrupciones molestas y con el suave oleaje del mar Caribe en el fondo, se dieron a la tarea de diseñar la nueva línea de mando de las Fuerzas Armadas.

Hasta ese momento, Presidente y Ministro tenían en claro el camino que querían tomar: producir un remezón moderado que consistiera en enviar al retiro a algunos generales y ratificar en sus cargos a otros. A esa decisión habían llegado tres días atrás, después de una reunión de más de cuatro horas en la Casa de Nariño en Bogotá, en la que ventilaron otras opciones, como dejar la cúpula tal como estaba, o producir un vuelco total en los niveles más altos de las Fuerzas Armadas. Pero al final de la reunión acordaron que en Cartagena escogerían los nombres de los oficiales que los acompañarían durante la primera etapa del gobierno.

Antes de empezar la revisión final de las hojas de vida de militares y policías, Samper le contó a Botero que había realizado algunas consultas con el alto comisionado para la paz, Carlos Holmes Trujillo y el ministro de Gobierno, Horacio Serpa Uribe, sobre la idea que tenía de los cambios que se iban a producir al interior de las Fuerzas Militares y de Policía. Así, por cuenta de pensar en voz alta, dos horas después de iniciado el análisis en la Casa de Huéspedes, el Presidente y el Ministro cambiaron la opción inicial y concluyeron que no era tan buena la idea de producir un remezón a medias.

Al contrario, coincidieron en que un cambio radical en todos los mandos solucionaría varios problemas: primero, hacia el interior de las FF.AA. el revolcón sería visto como una medida tonificante, mucho más cuando un sector del Ejército había expresado su inconformismo porque desde hacía dos meses era notable una especie de vacío de poder en las Fuerzas Militares como consecuencia del evidente choque entre los generales Ramón Emilio Gil, Luis Alberto Rodríguez y Hernán José Guzmán. Además, la crisis en la Policía crecía día a día y la presión de Estados Unidos y de los medios de comunicación hacía difícil la permanencia de los comandantes de esa institución.

Ministro y Presidente concluyeron que un revolcón facilitaría el desarrollo de las políticas del gobierno en materia de paz, de lucha contra el narcotráfico y, fundamentalmente, en el montaje de un enorme aparato de inteligencia nacional. "Lo que hizo el Presidente fue integrar una línea de mando que le debe lealtad al nuevo gobierno y por ende con mayor facilidad se puede identificar con su filosofía", dijo una fuente de la Casa de Nariño.
Pero quizás el argumento más importante fue que Samper y Botero consideraron que la nueva cúpula debía llenar un requisito indispensable: convertirse en un mensaje de dureza para la guerrilla y el narcotráfico. Es decir, el gobierno sigue convencido de buscar la paz, pero tiene la firme intención de no descuidar la capacidad operativa, ni la preparación de las Fuerzas Armadas, así como no bajar la guardia frente a los delincuentes.

"Mientras más fuerte sea la capacidad operativa del Estado y más fuertes sean las Fuerzas Armadas, más posibilidades hay de paz. La debilidad no conduce a la paz", le dijo el Ministro de Defensa a SEMANA, al justificar la intención del gobierno hacia el futuro inmediato.

Así, el gobierno sostiene que piensa adelantar acciones ofensivas contra la guerrilla y perseguir al narcotráfico en todas sus manifestaciones. "No vamos a esperar a que la guerrilla o los narcos pongan una bomba para que el Estado se amedrente y rápidamente empiece a buscar una negociación. Ahora lo que buscamos es que ellos sean quienes propongan la paz porque están perdiendo", dijo otra fuente del gobierno.

Para desarrollar esta estrategia el Estado pretende aumentar el nivel de colaboración de las fuerzas en el tema del conflicto interno. Hasta ahora, sostiene el gobierno, el Ejército y la Policía han llevado sobre sus hombros la mayor parte del peso de la lucha contra los alzados en armas y los traficantes de droga. Ahora se quiere que la Fuerza Aérea y la Armada tengan un papel más activo ante el problema de orden público.

Las fuentes consultadas por SEMANA afirmaron que durante estos cuatro años el gobierno reducirá en más del 80 por ciento el presupuesto de mantenimiento de los aviones Kfir y Mirage y restringirá a lo estrictamente necesario el volumen de recursos destinados tradicionalmente a los submarinos y las corbetas. "Lo que queremos es que en estos cuatro años la hipótesis de conflicto externo se reduzca a cero. Con el solo mantenimiento duorante cinco años de un avión Mirage, podríamos haber comprado 20 helicópteros de combate", sostuvo el vocero oficial. Se ha llegado a decir, incluso, que la decena de Mirages que aún sobreviven, comprados en la administración Pastrana, quedarán convertidos en piezas de museo porque para el gobierno su eficiencia es mínima. "Es un desangre para el Ministerio de Defensa, porque una sola pieza de uno de esos aviones Mirage puede costar cerca de 45.000 dólares (36 millones de pesos).

La reasignación de gastos para dotar a las FF.AA. de mejores herramientas en caso de un conflicto externo, también se va a extender al Ejército. El gobierno acaba de suspender la adquisición de misiles Stinger, que serían utilizados para repeler un ataque a la península de La Guajira.

Los ELEGIDOS
Con base en estas consideraciones, Samper y Botero revisaron una y otra vez siete planchas elaboradas previamente, en las que los generales ocupaban distintos puestos. Al terminar la tarde del domingo 20, y cuando en Cartagena el sol se ocultaba en el horizonte, el Presidente y el Ministro lograron confeccionar la estructura jerárquica que los convenció definitivamente. De esta manera, consolidaron una línea de mando que en su concepto llena todos los requisitos: inteligencia, capacidad administrativa y despliegue operativo.

De tal manera, el fortalecimiento de los aparatos de inteligencia quedó en manos del mayor general Camilo Zúñiga Chaparro, y del vicealmirante Holdan Delgado, designados comandantes de las Fuerzas Militares y de la Armada, respectivamente.

Zúñiga es el oficial de mayor rango designado para perseguir a los narcotraficantes del Valle del Cauca y hasta el día de su nombramiento se desempeñaba como jefe del Bloque de Búsqueda que desde enero actúa en el occidente del país. El oficial tendrá la misión de reorientar los sistemas de inteligencia militar y poner en marcha el Sistema Integrado de Inteligencia Nacional.

El vicealmirante Delgado quedó encargado de reforzar la red de inteligencia de la Marina, considerada por funcionarios del gobierno como la entidad mejor preparada para la realización de operaciones de este tipo. Además, Delgado recibió la orden de disponer todo lo necesario para que la Armada se encargue de intensificar los patrullajes en los ríos con el objetivo de frenar el transporte de armas y precursores químicos.

Según el Ministerio de Defensa, el fortalecimiento del accionar interno de las Fuerzas Armadas recae en el mayor general Harold Bedoya Pizarro, nombrado comandante del Ejército. Este curtido oficial ha enfrentado con éxito a la guerrilla (en Bucaramanga capturó a Francisco Galán, jefe del ELN) y al narcotráfico (en Medellín entregó cerca de 700 sicarios a la justicia). Además, Bedoya es considerado un experto en el manejo de la población civil y aunque ha sido acusado de excesos, nunca ha sido consolidado un proceso en su contra.

En la Fuerza Aérea Colombiana fue nombrado el brigadier general Hernando Gil, quien se encargará de darles un efectivo apoyo aéreo a las operaciones del Ejército y la Armada.

Pero quizás el cambio de mayor significación se produjo en la Policía, donde el gobierno pareció dar un paso atrás y se decidió a producir el segundo remezón en menos de dos meses. En ese organismo fue nombrado el brigadier general Rosso José Serrano Cadena, quien hace escasos 40 días había sido nombrado agregado de Policía en la Embajada de Colombia en Estados Unidos. Después de analizar la crisis interna en esa institución, Samper y Botero llegaron a la conclusión de que Serrano llena tres requisitos básicos: goza de la entera confianza del Ministro de Defensa, tiene un enorme liderazgo al interior de la Policía y, lo más importante para el gobierno, sus excelentes relaciones con las autoridades antinarcóticos estadounidenses garantizan el pleno restablecimiento de la cooperación binacional en la lucha contra el narcotráfico. Para llevar a Serrano, el gobierno sacrificó a quienes estaban identificados con la época en la cual la alianza entre las autoridades y algunos representantes del cartel de Cali para desmantelar al de Medellín y derrotar a Escobar, era tácitamente aceptada por las autoridades y la opinión pública en general. De ahí que esos hombres, sobre quienes se ha recibido información contradictoria, hayan sido relevados con honores y calificativos benévolos por parte del gobierno.

Todo lo sucedido evidencia que el gobierno y específicamente el Ministerio de Defensa quieren mostrar los dientes en la lucha contra los carteles y la guerrilla. Se cree que para que las negociaciones lleguen a alguna parte es necesario que la propia guerrilla sienta una dura presión de la fuerza pública. Lo mismo ocurre con los jefes de los carteles: presionarlos, perseguirlos y acorralarlos es tal vez la única manera de garantizar que terminen tocando las puertas de la Fiscalía.

Con estos argumentos y una carpeta debajo del brazo, Samper y Botero llegaron a Bogotá hacia las ocho de la noche de ese domingo. Media hora después el general Gil, comandante de las Fuerzas Militares era enterado de los cambios en la Casa de Nariño. "Señor Presidente, considero un acierto la decisión", dijo el oficial antes de abandonar para siempre el despacho presidencial.-