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Investigación del Ejército sobre el desastre del Caguán fija responsabilidades: un coronely un mayor, los primeros enjuiciados.

18 de mayo de 1998

Muy pocas veces alguien en tan poco tiempo ha pasado de héroe a villano. Fue lo que le sucedió al mayor John Jairo Aguilar, comandante de un batallón de la Brigada Móvil 3, el cual fue prácticamente aniquilado por las Farc en las selvas del Caguán a comienzos de marzo. No bien se conoció la dimensión de la hecatombe, el oficial vivió su luna de miel con los medios de comunicación, que lo exaltaron como uno de los héroes de la sangrienta jornada. Era el valiente que había logrado sobrevivir al feroz ataque de la guerrilla, en el cual murieron más de 80 soldados, 35 quedaron heridos y otros 43 fueron secuestrados. Los colombianos no salían de su asombro al conocer la decisión del mayor de permanecer en la zona de los combates pese a haber estado perdido en la manigua por más de una semana.Sin embargo, mientras la fama de Aguilar crecía en los medios, en el interior del Ejército disminuía. El héroe de la opinión era el villano en los medios castrenses. Por eso ningún alto mando militar lo había respaldado en público. Tras la debacle y el debate sobre responsabilidades se abrió una investigación que en pocas semanas produjo los primeros resultados concretos. A mediados de marzo el oficial fue sacado del Caquetá en forma sigilosa y de manera perentoria sus jefes le prohibieron hablar con los periodistas.
Errores en cadena
La semana pasada, 45 días después del desastre militar del Caguán, el jefe del Estado Mayor Conjunto de las FF.MM., general Norberto Adrada Córdoba, terminó la primera fase de la investigación interna para fijar responsabilidades. En un documento de 53 páginas, que será dado a conocer, se señalan serias fallas de la cuestionada operación militar. Todo indica que en la conducción tanto de la Brigada Móvil 3, como en el manejo del batallón asignado al mayor Aguilar, se produjeron graves irregularidades. Uno de los principios de la milicia dice que el comandante es responsable por lo que la tropa haga o deje de hacer. En este aspecto el informe de Adrada es contundente. Quedaron en la mira el coronel Orlando Galindo, comandante de esa unidad y quien entonces tenía su puesto de mando en la base de Tres Esquinas, y el propio mayor, quien había recibido la orden de efectuar operaciones en el margen del río Caguán. Para Adrada ellos son los responsables directos antes, durante y después del combate. Según la investigación, el comandante de la Brigada Móvil 3 no hizo una apreciación correcta sobre las condiciones de la zona selvática a donde debía dirigirse el mayor Aguilar con el batallón de contraguerrilla 52, compuesto por 153 soldados profesionales. Igualmente, se estableció que el oficial cometió un error al no dejar un grupo de militares de reserva para el caso de alguna contingencia, tal como lo establecen los manuales de procedimiento para zonas de combate. "En el momento del ataque falló el batallón, pero en el empleo del batallón y en el planeamiento de sus operaciones es claro que falló la brigada", dijo a SEMANA un oficial del Ejército. De acuerdo con el análisis de lo ocurrido, todo apunta a que los mandos de la Brigada Móvil no valoraron el real potencial de la guerrilla en la región. El Ejército no sólo poseía información en el sentido de que allí está instalado el secretariado de las Farc, protegido por unos siete frentes con cerca de 2.000 hombres en armas, sino que además los militares acantonados en la zona no se encontraban lejos de Las Delicias y Patascoy, donde el Ejército fue golpeado muy duro en los últimos dos años. El informe de Adrada dice que, contrario a las evidencias, los jefes de la Móvil desestimaron la real presencia guerrillera en la región. Igualmente quedó en claro que no se dio ninguna instrucción para obtener información de inteligencia sobre los movimientos del grupo subversivo. Aun cuando el informe señala una clara responsabilidad del coronel Galindo, éste es mucho más duro con el mayor Aguilar, quien habría cometido una cadena de equivocaciones antes, durante y después de los enfrentamientos. El primer error fue caer en la rutina. La tropa permaneció tres meses en la zona y se descuidaron acciones básicas como la contrainteligencia, el entrenamiento y los planes de reacción. Este punto agrava más la situación de Aguilar si se tiene en cuenta que, tres días antes del ataque masivo de las Farc, se había producido una escaramuza en la que murieron un soldado y dos subversivos. Aún así, violando los manuales de operaciones, el mayor Aguilar pernoctó con sus tropas por más de 48 horas continuas en el mismo lugar, con lo cual facilitó el copamiento por parte de los guerrilleros. "Si él ordena que sus hombres se muevan 500 metros en cualquier sentido, los subversivos se habrían demorado varios días en organizarse. Especialmente porque estábamos ante una zona preparada por ellos, dominada por ellos, conocida por ellos, lo que obligaba a extremar los controles", sostuvo una fuente militar. Finalmente el análisis militar indica que el mayor Aguilar habría rehuido enfrentar el combate cuando se dio cuenta de que estaba ante un desastre y decidió internarse en la selva con siete de sus hombres para no morir y evitar ser secuestrado. El documento elaborado por Adrada indica también que el mayor Aguilar no tuvo manejo de sus hombres en un momento tan crítico y fue evidente que los soldados no tuvieron la capacidad necesaria para salir de la emboscada y organizar una contraofensiva. De ahí que el comando del Ejército ordenara quitarles a Galindo y a Aguilar el mando de tropa y trasladarlos a una oficina en Bogotá mientras terminan las averiguaciones. Es previsible, por tanto, que la situación se les complique, pues todo indica que sus casos serán llevados a tribunales disciplinarios y a la Justicia Penal Militar. En el Ejército se da como un hecho su retiro del servicio activo.
La casa en orden
Pero el examen del general Adrada fue más allá. El alto mando militar ordenó retirar de la zona a la totalidad de la Brigada Móvil 3 para enviarla a reentrenamiento a la base de Tolemaida en Melgar. "Se trata de una reorganización en lo militar, en lo táctico, en lo tecnológico y en lo sicológico", explicó un oficial consultado por SEMANA. El traslado confirmaría que, como se había mencionado después de los combates, los cerca de 1.000 soldados profesionales que conforman los otros tres batallones de esa unidad militar no están entrenados adecuadamente. Son soldados regulares que se incorporaron como profesionales y que sólo recibieron entrenamiento durante pocas semanas. En este sentido se desconocieron normas internas que indican que cada soldado profesional requiere al menos un año de experiencia antes de ser enviado a una zona de guerra. Ese requisito no se cumplió en este caso. Tras el desastre del Caguán el general Adrada descubrió otra irregularidad: la mitad de los hombres que conformaban el batallón 52 arrasado por las Farc, es decir, otros 150 hombres, estaban de vacaciones en ese momento. Con los resultados de esta investigación queda una vez más sobre el tapete el tema de la capacidad del Ejército para luchar contra la subversión. Pero también es claro de nuevo que hay decisión por parte del alto mando para mirar con ojo crítico hacia adentro y enmendar los errores. Cada día hay más conciencia de que la crítica, lejos de conspirar contra las Fuerzas Armadas, permite avanzar hacia la eficiencia.