Cecilia Ráquira regresó a Colombia después de vivir por más de 11 años en Venezuela. En su barrio, uno de los más vulnerables de la capital araucana, decidió hacer una olla comunitaria para alimentar a sus vecinos durante la pandemia.
En una zona vulnerable de Arauca, Cecilia Ráquira comenzó con una olla comunitaria los fines de semana, y luego abrió un comedor | Foto: Cortesía Cecilia Ráquira

PROYECTO MIGRACIÓN VENEZUELA

Rostros de la migración: La bondad de una retornada en Arauca

Cecilia Ráquira es una colombiana que regresó a su tierra después de vivir por más de 11 años en Venezuela. En su barrio, uno de los más vulnerables de la capital araucana, decidió hacer una olla comunitaria para alimentar a sus vecinos durante la pandemia.

13 de febrero de 2021

Cecilia Ráquira sirve puntual el almuerzo de lunes a viernes a las 11:30 de la mañana. La iniciativa de una olla comunitaria semanal —que esta colombiana retornada comenzó en el barrio El Refugio de Arauca para repartir sancocho entre sus vecinos— se convirtió en el comedor comunitario ‘Mis Chiquitines’, que alimenta diariamente a unos 200 niños de escasos recursos.

Se benefician 200 niños cada día.
En una zona vulnerable de Arauca, Cecilia Ráquira comenzó con una olla comunitaria los fines de semana, y luego abrió un comedor | Foto: Cortesía Cecilia Ráquira

La idea de crear el comedor le nació a Cecilia al ver el hambre y la necesidad que padecen muchas familias en su barrio a causa de la pandemia por la covid-19. Habilitó un espacio en el patio de su casa, unió varias mesas, las vistió con un mantel blanco y mantiene el lugar impecable para que lleguen los pequeños a almorzar.

En la cocina la ayudan ocho vecinos. Se reparten las labores en el lavado, cortes y preparación de los alimentos, que en su mayoría obtienen por donaciones.

Los niños hacen la fila en orden, conservan la distancia como medida de prevención y usan tapabocas. Ver a su hijo con energías para jugar es un alivio que Raquel González, la madre de uno de los niños beneficiados en el comedor, no puede explicar. “La comida es sabrosa, a mis hijos les encanta y se la comen todita”, dice esta mujer de ojos alegres, quien agradece la buena voluntad de Cecilia y su equipo de cocineros.