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Rumbo a USA

Lina María Castaño e Ivón María Escaf podrían ser las primeras mujeres extraditadas a Estados Unidos.

4 de diciembre de 2000

Aunque la una siempre se movió en los barrios humildes y la otra en la alta sociedad hoy las une el mismo destino: la extradición. Lina María Castaño Bedoya e Ivón María Escaf de Saldarriaga recorren juntas, una y otra vez, el pasillo que divide sus celdas en el pabellón de alta seguridad de la cárcel El Buen Pastor en Bogotá antes de convertirse en las primeras colombianas en ser extraditadas a Estados Unidos acusadas del delito de narcotráfico.

Castaño, una pereirana de 28 años que pasó su adolescencia en las calles de Nueva York, fue solicitada por la juez Cheryl L. Pollak, de la Corte Distrital de esa ciudad. Las autoridades colombianas y estadounidenses dicen que ella es la ‘Reina de la heroína’, cargo que ella niega. “Yo no soy un pez grande, soy una bobita”, dice esta mujer que desde el mismo día de su captura en Cali, el 18 de septiembre de 1999, le pidió a la Corte Suprema de Justicia y al gobierno que la extraditaran. “Yo cometí un delito en Estados Unidos, tengo que ir a pagarlo y enfrentarme a eso”, afirma. Con la misma firmeza agrega que confía en la justicia de ese país, que no le tiene miedo y que está segura de que no le va a ir tan mal gracias a su ciudadanía norteamericana.

Para Escaf, una mujer de la alta sociedad sucreña con negocios en finca raíz y ganadería, las cosas son distintas. Desde que la esposaron y la encerraron en la cárcel, el 8 de julio de 1999, ha insistido en su inocencia. Dice que en su vida ha movido un gramo de cocaína y que le parece raro que no le hayan abierto un proceso en Colombia. Escaf, a quien el juez que la solicitó, Stephen T. Brown, de la Corte de la Florida, y las autoridades colombianas identifican como la ‘Mona’ o ‘La Seño’, miembro importante de una organización dedicada al tráfico de cocaína a través de rutas marinas, cayó en la operación Trasatlántico junto con 10 personas más.



Cayeron por una llamada

Castaño estuvo metida en el negocio desde los 20 años. “Me inicié muliando. Fueron cinco años en los que llevaba la droga como fuera, pero nunca la ingerí, dice. Es muy fácil decirle a una persona que si se quiere ganar 20.000 dólares en un día. Sólo en la cárcel se cambia de opinión”. De mula pasó a vender la droga. “Se llama manejo de oficina. Uno compra un lote grande y lo vende”. Justamente estaba en esa tarea cuando la capturaron en el aeropuerto de Los Angeles, el 16 de marzo de 1999, con una maleta cargada con unos 2.500 gramos de heroína. “Iba para Nueva York, donde la distribuía en las calles”.

La operación de su captura empezó en Colombia y duró varios meses. “Me caí por una llamada desde mi casa”. Pero eso no era todo. Los agentes de la DEA le mostraron las pruebas que tenían en su contra y “eran verdad, desgraciadamente, todo era verdad”, confiesa. Por eso decidió colaborar con la justicia. El arreglo consistía en una entrega controlada. “Yo llamaba a un señor, le entregaba un paquete con la supuesta droga y ellos lo arrestaban”. A los tres días pagó una fianza y salió de la cárcel. Todo iba bien, dice, hasta que un día tuvo que huir por amenazas. Llegó a Colombia en abril del 99, arregló sus problemas, se comunicó con la DEA y les explicó porqué se había fugado. “Te damos hasta el primero de septiembre para que te entregues”, le advirtieron los agentes. “No alcancé, dice con resignación, me capturaron el 18 de septiembre cuando estaba con mis hijos de 6 y 9 años. Fue terrible”. Ahora Lina sólo quiere subirse al avión, aceptar la pena que el juez le imponga —unos 15 años— y estar cerca de sus hijos, que ya están esperándola en ese país.

Pero mientras eso sucede Lina le da consejos a Ivón. “Le dije que tranquila, que la extradición era un mito de cadena perpetua. Allá las que son inocentes salen y las que son culpables reciben penas justas”.

Armada de paciencia, Escaf dice que aquí ya no puede hacer nada. “Allá es donde tenemos que pelear. Acá no tenemos cómo defendernos”, coinciden las extraditables. Ivón, al igual que Lina, cayó por una llamada. Fue cuando cogieron un barco con 2.100 kilos de droga en España el 16 de octubre de 1998. “Allí iba un primo, entonces yo llamé a Ivón para que me recomendara un abogado para defender a la tripulación”, le dijo a la Fiscalía Gustavo Maya Gómez, capturado junto con Escaf y señalado de ser el líder de la banda.

Desde ese día comenzaron los seguimientos. Para las autoridades estaba claro que Ivón era el enlace entre los propietarios de los barcos y los transportadores de la droga. Sin embargo Maya Gómez aseguró que nunca tuvo negocios con Ivón y que él tampoco era el dueño de la droga. “Simplemente me dedicaba, con mis trabajadores, a reparar los barcos para los dueños”. Trabajaba con su hermano Hugo y con sus empleados Omar del Prado y Hernando Franco, todos pedidos en extradición junto con Escaf. Gustavo y Omar fueron los únicos en admitir que sabían que en esos barcos se cargaba droga pero dijeron que nunca la vieron. “Los barcos iban para Nigeria (Africa) y Europa. No para Estados Unidos”, enfatizaron, para recalcar que no tienen responsabilidades con el país del norte. Y todos, salvo Gustavo, agregaron que a Ivón la conocieron en la Dijin el día de la captura.

Con Gustavo se conocían de tiempo atrás. “La conocí seis meses antes en un restaurante en Cartagena, donde había una reunión con los dueños de los barcos. Ella saludó a esas personas pero yo no sabía cuál era la relación que tenía con ellos”. Y agregó: “Yo no tuve negocios con ella. No puedo decir que ella manejara drogas”.

Pero las autoridades tienen una versión muy distinta, pues cuentan con grabaciones en las que Gustavo, un mes antes de la captura, el 28 de mayo, le pide a Ivón que interceda por él con los dueños de los barcos porque no había alcanzado a reparar uno que había prometido entregar equipado de gasolina y tripulación. Esa gente le hizo el reclamo y él llamó a ‘La Mona’, que según las autoridades es Escaf, para no tener problemas. Según las pruebas, ella le dice que “tranquilo”.

Para el juez norteamericano Ivón y los otros cuatro colombianos “conjuraron, conspiraron y se pusieron de acuerdo para traficar y distribuir 4.300 kilos de cocaína”. Droga que fue encontrada por la Armada británica el 25 de junio de 1999 en la embarcación Castor, de bandera panameña, mientras navegaba por aguas venezolanas. De inmediato el servicio de guardacostas de Estados Unidos asumió el caso, que culminará con el juicio de estas dos mujeres en cortes estadounidenses.

“Los extraditables somos los ceros que lleva el cheque del Plan Colombia”, dicen Castaño y Escaf mientras se consuelan mutuamente en sus caminatas diarias.