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A SANGRE FRIA

Conmoción en la capital por el asesinato a tiros de un estudiante de la Javeriana tras un altercado en el restaurante Andrés Carne de Res

20 de marzo de 1995

"ACABABAMOS DE SAlir cuando vimos que en el parqueadero habìa dos personas que se estaban empujando. De pronto uno de ellos, de pelo largo, se echó hacia atrás e hizo dos disparos al aire. Todos salimos a correr. Luego, el desconocido se subió a un campero y cuando pasaba cerca al muchacho con quien habìa discutido, se salió por la ventana, le apuntó con la pistola y le hizo dos disparos porla espalda".
El testigo recuerda con precisión los dramáticos momentos que vivió a las dos y 10 minutos de la madrugada del pasado 28 de enero, cuando en compañía de varios amigos se dirigía hacia su automóvil en el conocido restaurante Andrés Carne de Res, en el municipio de Chía, al norte de Bogotá.
Días después, el testigo le contó a SEMANA que mientras el hombre de la pistola huyó en un campero Trooper, color rojo cereza metalizado, con placas de Cali, el joven baleado, gravemente herido, fue recogido por varios amigos que lo introdujeron en un automóvil y lo trasladaron de urgencia a Bogotá.
La historia empezó hacia la medianoche de ese sábado, cuando dos grupos de jóvenes departían en mesas contiguas en uno de los salones del restaurante, que a esa hora estaba atestado de gente. De repente, Roberto Grajales Urdinola, pariente cercano de Iván Urdinola Grajales -quien está preso en la cárcel La Modelo-, tuvo un fuerte altercado con Carlos Caicedo, un estudiante de ingeniería de la Universidad Javeriana e hijo de un alto ejecutivo de la empresa Cartón de Colombia.
Después de discutir por espacio de 15 minutos, Grajales y Caicedo se fueron a los puños, pero fueron separados por quienes los acompañaban en sus respectivas mesas. Cuatro mesas más allá de donde ocurrían los hechos, un funcionario del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), que observó la pelea, pidió prestado un teléfono, se comunicó con la central de radio de la institución en Bogotá y dio la orden de que al día siguiente dos detectives visitaran el lugar y establecieran lo que había ocurrido. Luego abandonó el restaurante.
El incidente en el que los dos clientes se fueron a las manos pareció quedar superado después de que Andrés Jaramillo Flórez, propietario del restaurante, habló con Grajales y lo convenció de olvidar lo ocurrido. No obstante, una hora después los protagonistas de la riña se volvieron a encontrar en el parqueadero y se produjo el tiroteo. Caicedo fue trasladado a la Fundación Santafé de Bogotá, donde lo atendieron en urgencias. Luego de algunos exámenes los médicos dictaminaron que tenía alojada una bala en la pierna izquierda y otra en la parte baja del abdomen, que perforò el hìgado, y que su estado de salud era muy delicado.
Al día siguiente, domingo, los dos detectives del DAS llegaron a Andrés Carne de Res y elaboraron una acta en la que dejaron consignados los pormenores del incidente, los nombres de las personas involucradas y las características de los vehículos en que se movilizaron el atacante y su víctima.
Mientras Caicedo permanecía en la unidad de cuidados intensivos de la clínica, los agentes secretos se dieron a la tarea de buscar a la persona que manejaba el campero en el que se fugó Grajales. Días después establecieron que el automotor había sido arrendado por una mujer que tenía permiso de las autoridades para disponer de los servicios de dos guardaespaldas y llevar una pistola calibre nueve milímetros por cuestiones de seguridad. La mujer fue localizada rápidamente por el DAS y después de dos interrogatorios confirmó que los disparos fueron hechos por Grajales, quien sacó el arma de la guantera de su carro.
El sábado 4 de febrero, una semana después del tiroteo, el estado de salud de Caicedo se agravó y los médicos de la Fundación Santafé de Bogotá les hicieron saber a sus familiares que había pocas esperanzas de que sobreviviera. Ese mismo día en la noche Grajales regresó a Andrés Carne de Res, pero su dueño no lo dejó entrar. Este le dijo que ya todo estaba arreglado y que no le debía nada a nadie. Sin embargo Andrés Jaramillo se mantuvo en su decisión y Grajales aceptó retirarse sin protestar.
El desenlace de esta historia ocurrió en la mañana del domingo 12 de febrero pasado, dos semanas después del incidente, cuando Caicedo murió, víctima de las complicaciones ocasionadas por la bala que se le incrustó en el hígado.
El caso llegó a la Fiscalía y se inició una indagación preliminar. Pero cuál sería la sorpresa de los investigadores cuando descubrieron que los agentes del DAS conocían lo ocurrido pero no habían entregado el informe respectivo y habían suspendido la investigación. Es decir, no estaban buscando al homicida. Los agentes secretos explicaron que ellos tenían más casos por atender y que sus jefes no les habían dicho que los dejaran a un lado. El DAS ordenó investigar a los dos detectives. La aparente falta de diligencia de la pareja de agentes, en opinión de algunas fuentes judiciales, puede haber contribuido a la fuga del asesino.
Pero aún si esto último se llega a comprobar no es lo más grave de la historia de este crimen, pues lo que resulta más preocupante, lo que tiene aterrados a miles de jóvenes bogotanos que suelen divertirse los fines de semana en Andrés Carne de Res y otros lugares similares, es si lo sucedido el 28 de enero en ese famoso restaurante no es un hecho aislado sino, por el contrario, el principio de un fenómeno que ya han vivido ciudades como Medellín, Cali y Pereira, en el cual jóvenes vinculados de una u otra manera al narcotráfico imponen su ley a sangre y fuego en los lugares públicos.