Home

Nación

Artículo

misterio

Sangre en Greenford

En un episodio como para Agatha Christie un diplomático colombiano es acusado de asesinato en Londres.

6 de octubre de 2002

El pasado 25 de septiembre terminaba la asignación del sargento Jairo Soto Mendoza, de 44 años, en la agregaduría militar de la embajada de Colombia ante el Reino Unido. Sin embargo el embajador Víctor G. Ricardo, le solicitó al Ministerio de Defensa que prorrogara por un año más su misión en este país. En condiciones normales esto hubiera sido un motivo de orgullo para el suboficial pero la petición de Ricardo fue hecha por razones menos dignas. El sargento Soto está vinculado a la investigación por el asesinato de Damian Broom, un inglés de 23 años con antecedentes penales. Por este motivo el sargento no puede abandonar el territorio británico, en el que ya no cuenta con inmunidad diplomática. Un día después de la culminación de su asignación la cancillería colombiana se la retiró para que pudiera comparecer ante la justicia británica.

El 27 de septiembre Soto se presentó ante la Corte que lleva el caso. Como la decisión que tomó el juez de concederle libertad provisional fue apelada por el fiscal tuvo que pasar ese fin de semana detenido. El lunes de la semana pasada una instancia superior ratificó lo ordenado por el primer juez. El militar tiene ahora que presentarse tres veces a la semana en una comisaría para firmar un libro, no puede cambiar de domicilio y mucho menos abandonar el Reino Unido. Su proceso puede demorar hasta seis meses, su defensa le fue asignada a un abogado de oficio y su primera audiencia tendrá lugar el próximo 21 de octubre.

Los hechos por los que está siendo investigado el uniformado tuvieron lugar a finales de mayo de este año en Greenford, al oeste de Londres. El día 21 de ese mes el hijo de Soto, de 22 años, según la versión que le dieron ambos hombres al agregado militar, fue asaltado en horas de la noche por dos sujetos. Con un cuchillo lo intimidaron para que entregara su dinero. Como el joven dijo que no tenía nada, comenzaron a esculcarle la billetera hasta que encontraron la tarjeta del cajero. Bajo amenazas lo obligaron a revelar la clave de la misma. Mientras uno de los ladrones fue a un supermercado cercano a sacar la plata el colombiano aprovechó para huir del otro. Corrió hasta donde el dueño de la casa en la que viven en Londres y desde allí llamó al sargento para contarle la historia. El militar se encontró con su hijo y juntos buscaron a los asaltantes en el supermercado Tesco, donde podrían estar sacando la plata.

En el supermercado, según la versión de los colombianos, encontraron a uno de los ladrones. Soto lo agarró y solicitó ayuda de la seguridad del lugar, pero el sujeto se soltó, lo golpeó y huyó del sitio. Este forcejeo quedó grabado en las cámaras de seguridad. Poco después la cámara de una estación de gasolina cercana registró la persecución al asaltante. El militar sostiene que el personaje se les escabulló y que ellos se fueron a la casa. En el camino se toparon con Damian Broom, quien estaba escondido en un antejardín. Soto dice que el inglés los atacó con un cuchillo. Que él lo cogió de las manos para que no los agrediera. Que le gritó a su hijo que se fuera. Que lanzó a Broom con fuerza contra la calle y se fue. La policía encontró al ladrón herido con arma blanca y lo llevó a un hospital, donde falleció a causa de las heridas recibidas.

El embajador Ricardo se enteró al día siguiente de lo que había sucedido. Su primera reacción fue recomendarle al sargento Soto que denunciara lo sucedido ante las autoridades. Dos días después la policía visitó a Ricardo, le informó de la muerte de Broom y le transmitió la solicitud del gobierno británico de que le fuera levantada la inmunidad al militar y a su hijo. El funcionario colombiano dijo que iba a seguir el procedimiento y, mientras tanto, le pidió al sargento que se presentara a rendir una versión libre y espontánea de lo ocurrido. El suboficial y su hijo así lo hicieron. Durante casi 12 horas les relataron a las autoridades su versión. También, como muestra de su voluntad de cooperación, entregaron la ropa que usaban el día del asesinato para que fuera analizada por peritos en busca de rastros de sangre. Les interesaba, sobre todo, mirar la gabardina que llevaba Soto.

La ayuda que prestaron los colombianos no fue reconocida dentro de la investigación porque la inmunidad de la que gozaban en el momento de rendir su declaración la invalidaba. Ese fue el motivo por el cual la cancillería finalmente la levantó. Este gesto diplomático apenas fue cubierto por la prensa local que, en cambio, le dio gran despliegue al asesinato de Broom, sin mencionar sus antecedentes criminales, y a las marchas de por lo menos 50 personas frente a la embajada colombiana para exigir que se levantara la inmunidad. Ahora sólo resta esperar que, como lo solicitó el embajador Ricardo en un comunicado público, las autoridades británicas velen "por las garantías del proceso para que la investigación se dé con total transparencia y justicia".