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Juan Manuel Santos | Foto: Efraín Herrera - SIG

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“Por fin veo clara la luz al final del túnel”

Dijo el presidente, Juan Manuel Santos, luego del acuerdo sobre el desescalamiento del conflicto, aclaró que en cuatro meses "tomará la decisión de seguir o no con el proceso".

12 de julio de 2015

Horas después de que en La Habana, los negociadores del gobierno y de las FARC acordaran términos para negociar el cese al fuego bilateral, el presidente Juan Manuel Santos confirmó que se procederá a desescalar el conflicto si las FARC cumplen con su tregua unilateral.


Santos, en alocución presidencial, se dirigió los colombianos no solo para defender el proceso de paz, sino para despejar el miedo y la desconfianza con que se reciben en el país las negociaciones de La Habana. También para explicar los alcances del reciente acuerdo entre las partes de la Mesa.

El mandatario aclaró que el desescalamiento no será un cese al fuego bilateral sino un avance para “humanizar la guerra” y para agilizar las negociaciones en La Habana. Dijo que las partes se comprometieron a trabajar mañana y tarde en los puntos pendientes de la agenda.

Santos también explicó que el desescalamiento será verificado, por un delegado de la ONU, y otro de Uruguay. Y a partir de la fecha, en cuatro meses, se hará una evaluación. En ese momento, dijo el jefe de Estado, y si las FARC cumplen con el cese unilateral, decidirá si sigue o no con el proceso de paz.

Y aunque admitió que viene la parte más difícil del proceso, por la negociación del tema de justicia, Santos se mostró muy optimista por las recientes noticias de Las Habana, por eso dijo que apostará por seguir en la mesa hasta encontrar la paz. “Hoy con estos nuevos avances por fin veo clara la luz al final del túnel”

Estas fueron las palabras del presidente Juan Manuel Santos 

El 7 de agosto de 2010 –al posesionarme como Presidente– dije que la llave de la paz no se había perdido y que la usaría cuando lo viera posible, porque los colombianos no podemos estar condenados a la guerra.

Así fue… A fines de 2012, luego de varios meses de aproximaciones, comenzó un proceso de paz con las FARC ¬serio, responsable– que es el que más lejos ha llegado en nuestra historia.

Siempre supe –y así lo dije a los colombianos– que sería difícil, que sería complejo, que habría obstáculos…

Y dije que asumía la responsabilidad y que pondría en juego todo mi capital político, lo cual no importa nada –absolutamente nada– frente al objetivo mayor de la paz.

Yo, como todos los colombianos, inicié este proceso con mucho escepticismo, un escepticismo que ha tenido altas y bajas.

Pero quisimos –por encima de esa natural desconfianza– darle una oportunidad a la paz, y lo hicimos de forma que no significara un riesgo adicional para los colombianos.

Por eso adelantamos el proceso fuera del país y no despejamos ni un centímetro de nuestro territorio.

Por eso buscamos y contamos con el acompañamiento de la comunidad internacional.

Por eso fijamos una agenda concreta, de cinco puntos, para que las conversaciones no fueran interminables.

Por eso trazamos unas líneas rojas, que las hice explícitas desde el principio, que se han mantenido y se mantendrán hasta el fin del proceso.

¿Y qué significan esas líneas rojas? Que en La Habana no se discute nuestro sistema democrático, ni nuestro modelo económico, ni la propiedad privada, ni el tamaño ni el futuro de nuestras Fuerzas Armadas, ni ningún tema –¡ninguno!– que esté por fuera de la agenda preestablecida.

Cada decisión, cada paso, han sido planeados, analizados, estudiados a profundidad, pues desde un principio hemos tenido claro a dónde queremos llegar.

E hicimos otra cosa para evitar riesgos a los colombianos. Algo que es muy difícil de entender, pero es lo mejor:

Iniciamos las negociaciones en medio del conflicto, en medio de la guerra. ¿Y por qué?

Porque la experiencia nos ha demostrado que discutir desde el principio el cese al fuego hace que la negociación se centre en eso y no se avance en los temas de fondo.

Porque no podíamos permitir que la guerrilla aprovechara de nuevo esos espacios para fortalecerse militar o políticamente.

Porque, sin presión militar, se generaría un incentivo perverso para dilatar las negociaciones.

Porque lo que queremos no es un cese de hostilidades de unos meses, sino PARAR LA GUERRA PARA SIEMPRE.

Y, en medio del conflicto, hemos logrado más que nunca.

No solo los tres acuerdos que ya tenemos sobre desarrollo rural, sobre participación política y sobre lucha contra las drogas ilícitas.

También se ha escuchado a las víctimas –que por primera vez están en el centro de la solución del conflicto–.

Y estamos muy avanzados en la discusión sobre cómo satisfacer sus derechos a la reparación, a la verdad y a la no repetición.

Lo que falta es el tema más complejo, que es el de cómo lograr el máximo de justicia que nos permita la paz.

Este es el punto que va a definir si hay o no paz, y tenemos que superarlo. Ese es el reto.

Si llegamos a un acuerdo sobre ese aspecto de la justicia, podremos decir –sin lugar a dudas– que estamos al otro lado.

Por supuesto, no puedo desconocer –porque yo también lo siento– la frustración, el desaliento, la indignación que produce en nosotros los colombianos ver a unas FARC que siguen asesinando soldados y policías, y volando oleoductos y torres de energía, afectando a los más humildes y produciendo en el medio ambiente daños irreparables.

No es nada distinto a lo que han hecho siempre, pero ahora –cuando tenemos una esperanza de paz– esos hechos se vuelven más dolorosos y absurdos que nunca.

Yo sé que muchos colombianos tienen miedo, que muchos colombianos tienen rabia, muchos colombianos han perdido la confianza en el proceso de paz…

¿Cuál es la alternativa? ¿Pararnos de la mesa para que la guerra siga, y botar la llave de la paz de una vez por todas? ¿O asumir el costo de seguir hablando en medio del conflicto y llegar a un acuerdo lo más pronto posible, en un proceso que ha avanzado como nunca antes?

Yo creo que no podemos tener miedo… A la paz no hay que tenerle miedo, a la guerra sí.

Por eso para mí la respuesta es muy clara: Hay que ACELERAR las conversaciones para llegar cuanto antes al fin del conflicto.

Y eso –precisamente– es lo que se acordó hoy en La Habana:

Hoy los negociadores del Gobierno y de las FARC definieron un plan para llegar sin demoras a la firma del Acuerdo Final y determinaron trabajar sin descanso hasta concretar los puntos pendientes.

Y decidieron avanzar –también sin demoras– en la definición de los términos del Cese al Fuego y de Hostilidades Bilateral y Definitivo y de la Dejación de Armas. Todo esto bajo un sistema de monitoreo y verificación con presencia internacional.

El cese al fuego y la dejación de armas se vienen discutiendo en una subcomisión donde hay militares y policías en servicio activo del más alto rango, lo que nos da la tranquilidad y la confianza de que lo que se pacte se hará bien.

Y hoy se definió que esta subcomisión cuente con el apoyo de un delegado del Secretario General de Naciones Unidas y un delegado del Uruguay, que es el país que más experiencia tiene en este tema.

Ellos van a contribuir al monitoreo y verificación, que es una condición indispensable para que un posible cese al fuego le dé garantías y confianza al pueblo colombiano.

Así –con este refuerzo de la comunidad internacional que tanto ha apoyado el proceso– esperamos que se avance más, se avance mejor y más rápido en este punto fundamental.

Pero, mientras tanto, es urgente volver a desescalar el conflicto, reducir la intensidad de la guerra.

Porque hemos venido hablando en medio de la guerra, pero los colombianos cada vez entienden menos que en La Habana se hable de paz mientras en Colombia continúan los ataques y los muertos.

Hay que comenzar YA a frenar las muertes, la destrucción y el dolor que deja cada día este enfrentamiento absurdo.

En esta dirección, las FARC hoy se comprometieron a mantener la suspensión unilateral de todo tipo de acciones ofensivas.

Y si ellos suspenden su ofensiva contra el país, nosotros también procederemos a desescalar las acciones militares.

Pero entiéndase bien: Nuestras fuerzas armadas están listas para un gradual desescalamiento, si las FARC cumplen. Si no cumplen, estarán listas para enfrentarlas, con la determinación y contundencia con que siempre lo han hecho.

Vamos a estar vigilantes sobre lo que hoy se pactó. Y en 4 meses a partir de ahora, dependiendo de si las FARC cumplen, tomaré la decisión de si seguimos con el proceso o no.

Que quede claro: no vamos a desproteger ni un segundo a los colombianos.

Este desescalamiento no es un cese al fuego bilateral, pero sí es un avance para humanizar la guerra, para evitar más víctimas, mientras se llega a un acuerdo definitivo.

Los colombianos necesitan hechos de paz para recuperar la confianza en el proceso.

Y eso es lo que ha ocurrido hoy en La Habana: se ha tomado una decisión que nos da una nueva luz de esperanza para llegar a un acuerdo final.

Tenemos que lograrlo –y a pesar de las dificultades, que no niego– vamos a lograrlo, con el apoyo del país, y del mundo entero que también nos mira con esperanza e interés.

La paz que logremos será una paz justa, digna, sin impunidad, –pero sobre todo– una paz necesaria. Porque Colombia tiene todo el derecho a crecer sin guerra, a vivir en normalidad, a que nuestros niños vivan felices y sin miedo.

Colombianos:

Había que pisar el acelerador. Y lo estamos haciendo.

La semana pasada estuve en una reunión muy emotiva con miles de campesinos.

Ellos son los que más sufren la guerra, ellos son los que más sufren la pobreza que deja el conflicto.

¿Y saben qué me dijeron? “¡Siga adelante, Presidente! ¡Persevere! ¡No nos resignemos a seguir en guerra!”

Y eso es lo que estamos haciendo.

Hoy, con estos nuevos avances, por fin veo clara la luz al final del tunel. Y esto me llena de confianza y esperanza.

Vamos a lograr esa paz que ha sido tan esquiva.

Los invito a todos a creer. A pesar de tantas dificultades, vamos por el camino correcto.

Acompáñenme en esta recta final. La paz es de todos.

La paz está en las manos de todos.

Buenas noches.