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SE FUNDIERON LAS ARMAS

Después de entregar los fierros, Pizarro se encontró con Barco para firmar el pacto político

9 de abril de 1990

Se disparó hasta el último cartucho. Por última vez, los hombres del M-19 sintieron el olor acre de la pólvora y escucharon el bramido de los fusiles. Dieciséis años de lucha guerrillera, de victorias y derrotas, de aciertos y equivocaciones, se fueron con el humo de las detonaciones y quedaron para la historia el jueves pasado cuando en Santo Domingo (Cauca), Carlos Pizarro desenfundó su pistola 9 mm y en un acto simbólico la depositó sobre una pila de fusiles cubierta con la bandera de Colombia. Era el adiós definitivo del M-19 a las armas.
El dia comenzó muy temprano. Con pinta nueva y sin el verde militar, los cerca de 100 guerrilleros que todavía permanecían en Santo Domingo recibieron su último desayuno en "el rancho", levantaron sus "cambuches" (las carpas utilizadas por la guerrilla), tomaron por última vez sus fusiles y se dedicaron a dispararlos durante varias horas, en repetidas ráfagas al aire. El propio Pizarro ayudó a agotar los miles de cartuchos de munición que hacían parte de la dotación de los guerrilleros. La labor había comenzado desde el martes anterior, cuando los cinco miembros de la Comisión Técnica de la Internacional Socialista llegaron a Santo Domingo para recibir las armas, cuyo número se mantuvo en reserva, durante un conteo que se prolongó por 48 horas.
Una parte de las armas, envuelta en banderas de Colombia y del M-19 fue apilándose a lo largo del día, a la espera del acto final. La otra, más numerosa, fue empacada en cajas de madera. A las cuatro de la tarde, setenta guerrilleros armados con fusiles Galil, G3 y M16 se formaron en la pequeña plaza de Santo Domingo para recibir de sus comandantes las últimas órdenes. En una sencilla parada militar cargada de nostalgia, los hasta ese día combatientes del M-19 le rindieron honores primero a su bandera y después a la de Colombia. Luego, a la orden de "Por Colombia, por la paz , dejad las armas", uno tras otro fueron desfilando para abandonar definitivamente sus fusiles, los mismos que junto con los que ya se encontraban en cajas de madera habrían de ser convertidos horas más tarde en una siderúrgica de Cali, en los 1.500 kilos de acero con que el M-19 planea construir en algún lugar de Colombia, su monumento a la paz.
Finalmente le llegó el turno al Comandante. Con voz serena, Pizarro se dirigió a los hombres que lo acompañaron durante tantos años de vida guerrillera:"estoy seguro -dijo- que la nación colombiana nos agradece lo que estamos haciendo... Sabemos que vamos a tener que enfrentar todos los extremismos. Sabemos que este paso lo damos de alguna manera solitarios... Pero confiamos en que con él se abra la posibilidad de la paz general en el país y se cierre el ciclo de las guerras civiles en Colombia". Luego, con pulso firme, se sacó del cinto la pistola 9 mm que acompañó siempre al Comandante de turno del M-19, la misma que portaron Jaime Bateman Cayón y Alvaro Fayad, dos de los muchos que cayeron en el camino y lentamente la depositó sobre la mesa:"El M-19, en las manos de su Comandante general, hace dejación de la última arma en manos del Movimiento 19 de Abril, por la paz y la dignidad de Colombia", dijo, y de cara a su tropa le ordenó: "¡Oficiales de Bolívar, rompan filas!" Carlos Pizarro, a los 38 años -20 de los cuales dedicó a la lucha guerrillera- había dejado de ser el Comandante del M-19 para convertirse en el líder de un nuevo grupo político.
Los actos del día siguiente en Caloto (Cauca) y en El Vergel (Huila), fueron tan sólo protocolarios. Con las armas ya convertidas en una masa amorfa de hierro, los ex comandantes Carlos Pizarro y Marcos Chalita formalizaron allí en presencia del Ministro de Gobierno, Carlos Lemos, y del Consejero para la Paz, Rafael Pardo, y sus asesores, la desmovilización total del M-19. Luego se dirigieron a Palacio donde, por primera vez, se encontraron cara a cara Barco y Pizarro, los dos grandes protagonistas de este proceso.
La ceremonia final fue breve. Con una firma, cada uno protocolizó el llamado pacto político mediante el cual el gobierno después del fracaso de la reforma constitucional se comprometió nuevamente a promover la realización de un plebiscito, la aprobación de la circunscripción especial para unas elecciones que ya no serán estas, apoyar la reincorporación económica de los guerrilleros a través del Fondo para la Paz e incentivar a los partidos para que mantengan el respeto a los acuerdos. El gobierno y el M-19 habían cumplido. Lo que sigue de ahora en adelante será ya parte de otra historia: la que el M-19 pueda construir sin las armas y con votos, en su lucha por el poder.