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SE VA EL HOMBRE FUERTE

En forma inesperada renuncia el ministro de Comunicaciones y es reemplazado por Nohemí Sanín

19 de marzo de 1984

Era la última renuncia ministerial que se podía esperar. Si alguien se creía que iba a durar los cuatro años de gobierno en el gabinete del Presidente Belisario Betancur, era el titular de Comunicaciones, Bernardo Ramírez. Más que un ministro de Comunicaciones, se había convertido en el más cercano consejero del primer mandatario y su influencia se extendía mucho más allá de las actividades de su ramo.
Pocas veces un individuo juega un papel tan predominante en una administración. El unico caso comparable en los últimos años sería el de Rafael Naranjo Villegas en el gobierno de Pastrana. En el caso de Ramírez, su cercanía y ascendiente sobre el Presidente se habían convertido en un mito y en objeto de creciente controversia.
Algunos llegaron a llamarlo, desde los primeros días del gobierno, el "Goebbels" del régimen, pues incluso sus mayores detractores no dejaron nunca de reconocerle su talento insuperable para el manejo de imagen del Presidente y una extraña intuición para entender la sicología de las masas.
La única figura que rivalizaba con él en el dominio de estas áreas era el propio Presidente de la República. De ahí que la llave Betancur-Ramírez haya marcado un hito en las costumbres políticas del país. Atrás quedaron las épocas en que la majestad del poder implicaba la necesidad de mantener una cierta distancia con los gobernados, quienes admiraban y respetaban a sus líderes, asumiendo que si bien el pueblo no tenía porqué entender los complejos asuntos de Estado, era suficiente que el Presidente reflejara que sí los entendía.
Desde hace dos años, la llave Betancur-Ramírez, en medio de grandes críticas, impuso un nuevo lenguaje que presuponía que el Presidente tenía la obligación de hacerse comprender por las masas como elemento fundamental para que éstas lo acompañaran en su tarea. En la práctica, el mecanismo que hacía esto posible estaba basado en elementos tan diversos como un lenguaje coloquial, que,mientras el país se acostumbraba a él, parecía rayar en lo ridículo; una proyección del Presidente como hombre del común, definitivamente no por encima de sus compatriotas, y de un seguimiento milimétrico de la opinión pública por medio de encuestas permanentes que indicaban cómo iba la cosa y qué quería la gente.
El resultado dejado por esta nueva escuela ha sido la presidencia más popular en la historia contemporánea, no obstante el creciente desgaste del resto del gobierno. Un resultado colateral de este hecho había sido la consolidación de un poder excepcional en manos de Ramírez, a quien se le atribuía todo lo bueno y lo malo que sucedía y quien se había convertido en la figura más controvertida de la administración.
VERSIONES
La renuncia de Ramirez se le atribuía principalmente a las rivalidades que generaba en círculos allegados al Presidente su estrecha relación con él.
También se han mencionado como posibles causas, eventos aislados como sus espontáneas declaraciones a El Espectador, en las cuales manifestó que, aun cuando no veia televisión, no se sentía inhibido para manejar este medio. Dada la polémica que, como siempre, se desató sobre la adjudicación de espacios de televisión, esta declaración no fue bien recibida.
SEMANA ha podido establecer que la principal razón por la cual Ramírez se retiró del ministerio, es que tanto él como el Presidente, por distintas razones, consideraron que era conveniente desmontar el mito que se había creado en torno al ministro.
Ramírez quería además, dejar claro que la responsabilidad de la licitación de televisión era enteramente de él y dejarle las manos libres al Presidente para cualquier modificación que éste considerara conveniente.
No menos importante, sin embargo, era el temperamento del ministro: ajeno a los aspectos burocráticos y administrativos, con una dosis de bohemio y sin aspiraciones políticas personales, sus funciones de consejero las podía seguir ejerciendo sin necesidad de echarle más leña al fuego.
SEMANA se ha enterado de que no ha habido distanciamiento entre el Presidente y el ministro saliente y que éste desempeñará misiones informales a nombre del primer mandatario, relacionadas con la concretización de la paz y en el campo de las relaciones exteriores. Sin embargo, su labor en esta última área parece no ser lo que se ha especulado sobre el posible reestablecimiento a corto plazo de relaciones con Cuba.
LA NUEVA MINISTRA
Difícilmente se podia encontrar una personalidad más diferente a la de Ramirez, que la de Nohemí Sanín Posada, la nueva ministra de Comunicaciones. El único rasgo en común podía ser su belisarismo que, no obstante sus 35 años, parece ser de vieja data y tan incondicional como el del ministro saliente. Abogada de la Universidad Javeriana, es la segunda hija del escritor Jaime Sanin Echeverri, llega a ocupar un minisíerio. Asesora del Presidente en el plan de vivienda durante la campaña, jugó un papel importante en el periodo de empalme. En esta administración, actuaba como representante de Betancur ante la Junta Directiva de Telecom y formó parte de la Comisión de Paz.
Bonita, de temperamento ejecutivo, y experta en el sector financiero desde 1980 se desempeñaba como presidenta de la corporación de ahorro y vivienda Colmena, siendo la primera mujer en ocupar ese cargo en una entidad financiera del país. Si bien es la primera mujer ministro en el gobierno de Betancur, continua una tradición de personalidades femeninas en ese cargo, que comenzó con Esmeralda Arboleda de Cuevas, en la administración Lleras Restrepo.
Las renuncias de gran parte de la plana mayor del ministerio de Comunicaciones hacían pensar que la llegada de Nohemí Sanín representaba un viraje de importancia en el manejo de esa cartera. -