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La historia se ha ocupado de que a los vicepresidentes ya no se les vea como conspiradores del poder, sino como colaboradores de los Presidentes, por eso Francisco Santos seguramente repetirá.

política

Segundos sin mando

Cuando se definen los candidatos a la Vicepresidencia, surgen de nuevo preguntas sobre su función. ¿Para qué sirven? ¿Son más útiles en campaña que en el gobierno?

25 de marzo de 2006

Después de casi 200 años aún no se dirime la controversia histórica sobre si Francisco de Paula Santander, como vicepresidente, conspiró contra el Libertador Simón Bolívar para quedarse con el poder. Lo cierto del episodio es que la figura del vicepresidente quedó marcada con el sino de la sospecha de deslealtad. En el siglo XIX, otras disputas políticas entre el primero y el segundo al mando del Estado, llevaron a que la figura desapareciera por más de un siglo en Colombia. La Constitución de 1991 la revivió.

Y la revivió con la peculiar característica de no tener funciones específicas de su cargo. Los vicepresidentes, a los que se les bautiza como 'las fórmulas', han ejecutado un papel dentro del gobierno que les asigna el Presidente, les permite recibir un sueldo y le da dignidad a su investidura, pero se parece más al trabajo de un ministro o un alto consejero, lo que contribuye a que la razón fundamental de su existencia pase a un segundo plano: nada menos que reemplazar al Presidente en casos de ausencia temporal o definitiva.

¿Es éste el criterio que prima a la hora de elegir un vicepresidente? Hoy, cuando las campañas arrancaron y ya se conoce la mayoría de los compañeros de los candidatos, vale la pena intentar responder a esta pregunta y repasar la experiencia sobre el papel de estos.

A Harry S. Truman, vicepresidente de Franklin Delano Roosevelt en 1944, le preguntaron alguna vez si reconocía a dos hermanos de su pueblo. Truman respondió que sí, que uno había sido un abogado muy exitoso que escribió varios libros y era una persona muy calificada, y del otro dijo que sólo sabía que había sido vicepresidente y luego nadie volvió a saber de él.

Esta percepción de los 'vices' es generalizada. Los vicepresidentes se quedan en el olvido. O bien porque lo que hacen no es notorio, o porque nunca son Presidentes.Para algunos, la explicación en Colombia está ligada más a lo segundo porque no ha experimentado un reemplazo en el poder. Contrario a lo que ha sucedido en Estados Unidos, en donde el asesinato o la muerte natural de Presidentes ha obligado a la toma de mando de los segundos y no en pocas ocasiones sus gobiernos han trascendido la historia. El mismo Truman asumió la Presidencia en 1945 y poco tiempo después lanzó la bomba atómica sobre Japón, y Lyndon B. Johnson, tras la muerte de John F. Kennedy vivió la crisis de los misiles con Cuba y la guerra de Vietnam. Por eso los vicepresidentes allá deben tener estatura presidencial.

Para Gustavo Bell Lemus, vicepresidente de Andrés Pastrana, esta situación se debe a la concepción misma de la figura. "Si uno se remite a la Constitución, es evidente que no es una figura protagónica ni de primera fila. No asume cuando viaja el Presidente, no tiene funciones asignadas como en otros países donde es la cabeza del Senado. No quisieron otorgarle un papel y por eso depende más del Presidente que de los electores".

Lo anterior no quiere decir que en las campañas presidenciales colombianas no exista la conciencia de que el momento de nombrar el vicepresidente sea clave en la carrera por la jefatura del Estado.

Según una encuesta de Napoleón Franco en abril de 2002, justo un mes antes del triunfo de Álvaro Uribe, para el 3 por ciento de los encuestados, el nombre del vicepresidente influyó en la intención de su voto, y 36 por ciento afirmó que la decisión de votar por su candidato aumentó al conocer quién sería su fórmula; para el 5 por ciento, esa decisión disminuyó, y 54 por ciento la mantuvo igual.

Esa misma encuesta demuestra que el tema cala más de lo imaginado dentro de la población. Un 12 por ciento manifestó que los vicepresidentes influyeron para cambiar de candidato y afectó la escogencia del 4 por ciento de los indecisos para definirse

Por esto resulta extraño que en Colombia a los vicepresidentes se les ofrezca el cargo más por una afinidad, amistad o buena imagen que de él tenga el candidato, que por lo que le aporten políticamente en votos. "Por lo general, lo que importa es que sea una persona con la cual el Presidente se sienta cómodo, que pueda decir está conmigo, no vale mucho la conveniencia política", afirma María Emma Mejía, fórmula vicepresidencial de Horacio Serpa en 1998, quien advierte, sin embargo, que el asunto es tan serio, que si el candidato se equivoca en su elección, "sí le puede restar".

Hoy en el partidor de la campaña sólo falta conocer el nombre del vicepresidente de Horacio Serpa. El presidente Álvaro Uribe anunció que se va con la misma fórmula de Francisco Santos; Antanas Mockus se decidió por una mujer con énfasis en la administración y el comercio exterior, María Isabel Patiño, y Carlos Gaviria, del Polo Democrático, trajo a su lado a la reconocida periodista Patricia Lara.

En las toldas liberales debaten la necesidad de que ante el segundo lugar que le otorgan las encuestas a Serpa, la persona que llegue para convertirse en la fórmula sí sume votos para fortalecer la tercera candidatura de Serpa. El anuncio, que se dará a conocer esta semana, terminará siendo una verdadera sorpresa, ya que se rumora que aunque lo ofrecerá formalmente a Rafael Pardo, este no aceptará.

Lejos del mando

La eliminación de los vicepresidentes en la Constitución de 1886 condujo a la creación de la figura de dos designados que nombraba el Congreso; más adelante, la Asamblea Constituyente de 1910 dejó sólo uno. Paradójicamente, esta figura, que parecía más modesta, permitía más acceso al poder. En el siglo XX hay ejemplos que ilustran que los segundos podían llegar a ser primeros. Darío Echandía asumió la Presidencia cuando López Pumarejo se retiró temporalmente a causa de los quebrantos de salud de su esposa; Roberto Urdaneta reemplazó por enfermedad a Laureano Gómez; Julio César Turbay fue designado de Carlos Lleras y asumió en varios de los viajes del Presidente. Y a él mismo, cuando fue Presidente, lo reemplazó su designado, Víctor Mosquera Chaux. El último en acceder a este título fue Juan Manuel Santos, encargado en el gobierno de César Gaviria.

En 1991, al renacer la figura, le correspondió a Humberto de la Calle estrenar el cargo como vicepresidente de Ernesto Samper, y qué estreno. De la Calle, un político manizaleño de peso que se lo peleaban con la campaña de Andrés Pastrana, hizo crisis al renunciarle a Samper en pleno proceso 8.000. En medio del escándalo político, el Congreso eligió a Carlos Lemos Simmonds, quien accedió a la Presidencia una semana en la que Samper tomó a propósito para chequeos médicos. Lemos ha sido el único de los 'vices' recientes que ha tenido esa 'paloma' en la Casa de Nariño.

Luego vino Gustavo Bell, quien dice que el cargo no se acepta pensando en ser Presidente y mucho menos en conspirar para serlo. De hecho, Bell considera que se trata más de ayudarle a la gobernabilidad del mandatario que de estorbar. Esto es lo que parece suceder con Francisco Santos quien, al asumir el encargo de promover los derechos humanos, ha logrado una codirección de las relaciones internacionales que le dio visibilidad y le aseguró la doble condición de 'vice' y candidato; ahora, junto con Uribe, es el único funcionario que puede hacer política en la campaña.

Lo que puede pasar es que si gana la reelección, así no reemplace a Uribe en ningún momento de su mandato, Santos se convierta en presidenciable. No en vano cumpliría ocho años en el segundo puesto más importante de la Nación, así en la Constitución no se le ponga oficio.