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¿Será que esta vez sí se puede?

Este Congreso arranca con reglas muy distintas a los anteriores. La pregunta es si los congresistas estarán a la altura del desafío.

15 de julio de 2006

Con amplias mayorías uribistas y sin el fantasma de la revocatoria que torturó a su antecesor, este jueves se inaugura un nuevo Congreso. Tiene grandes expectativas, por la ley de bancadas y la reorganización de los partidos resultante de la reforma política. Tendrá menos partidos y debates más cortos. Habrá menos negociaciones al detal y las agrupaciones van a tener herramientas para castigar a sus miembros indisciplinados.

El presidente Álvaro Uribe le madrugó al esquema de bancadas. Desde hace un mes viene concertando todo con los voceros de los partidos uribistas, desde el nuevo gabinete, hasta la nueva agenda legislativa. Incluso uno de sus más cercanos escuderos, Fabio Valencia Cossio, ya puso sobre la mesa el tema del parlamentarismo, en el cual las bancadas de partido son esenciales.

El Ejecutivo tiene una ambiciosa agenda legislativa, centrada en lo económico y con temas que ya están generando controversias. Entre las prioridades están la reforma tributaria estructural, la aprobación del TLC, la discusión del Plan de Desarrollo, el nuevo impuesto de guerra y el cambio al régimen de transferencias. También hay temas pendientes desde la legislatura pasada, como la reforma a la Ley 100 (seguridad social) y el cambio de la Ley 80 (contratación con el estatal).

La aprobación de semejante agenda requerirá de una estrategia de alta política. Desde mantener contentas a las cinco fuerzas uribistas en materia de cuotas burocráticas, hasta el ejercicio de un liderazgo que permita cubrir las grietas que existen en su bancada.

La tarea no será fácil. Cambio Radical ya mostró que su adhesión al gobierno no está asegurada en todo momento ni para todos los temas. Tiene pocas figuras, lo que, por un lado, ayuda a la unión en torno al fuerte liderazgo de Germán Vargas. Lo que no es seguro es que su proyecto tenga como objetivo consolidarse como un partido independiente. Vargas no descarta que esta agrupación sea un 'escampadero' mientras él y su gente regresan al liberalismo. Por ahora, empezarán legislatura en buena posición, pues en los acuerdos de la coalición uribista quedaron con la presidencia de la Cámara, que es la que controla la asignación de oficina, material y contratos. Van a dejar al actual secretario, Angelino Lizcano.

La U, partido uribista por naturaleza, tiene vocación de lealtad absoluta a su jefe. Sin embargo, en los temas regionales -como el Plan de Desarrollo y la Ley general de desarrollo rural- no es seguro que la bancada se mantenga unida. Sobre todo ahora que está temporalmente sin jefes, pues sus dos cabezas -Juan Manuel Santos y Óscar Iván Zuluaga- pasaron al gobierno. La U tiene a su favor que va a contar con la presidencia del Senado: Dilian Francisca Toro, que sacó la mayor votación en este partido, tiene casi asegurado el cargo.

La bancada conservadora, a pesar de estar compuesta por políticos de vieja data, es la que mejor se está adaptando al régimen de bancadas. Los azules fueron los primeros en aprobar estatutos con sanciones para reglamentar la nueva ley. Por eso Uribe cuida y valora este juicioso aliado. En este nuevo período, además de recibir la tajada burocrática más grande, tres ministerios y múltiples entidades descentralizadas, tiene casi asegurada la presidencia de la Cámara. Van a ser sus escuderos en la reforma tributaria, pero exigieron algunos cambios. Primero, que la propuesta de devolución del IVA a los sectores pobres sea modificada y que esta plata pase a fortalecer el programa Familias en Acción. Segundo, que no se estandarice la tarifa del IVA en el 17 por ciento y que no se aumenten los impuestos en celulares y servicios públicos.

Los chiquitos de la coalición uribista -Alas Equipo Colombia y Colombia Democrática- parecen ser disciplinados.Ya se empezó a ver, en el caso de Luis Alfredo Ramos y la Gobernación de Antioquia, que muy posiblemente las deudas y los acuerdos con estas agrupaciones se van a saldar en el terreno regional.

En la otra orilla, la de la oposición, están los liberales -que posiblemente van a estar más al centro- y el Polo Democrático Alternativo. El papel que va a jugar el Partido Liberal no se puede subestimar. A pesar del desastre electoral, si se suman el Senado y la Cámara, los rojos constituyen la bancada mayoritaria. Si logran mantener el centro y de vez en cuando hacen alianzas con la aplanadora gobiernista o con la izquierda, van a tener un buen margen de maniobra para pasar ciertas iniciativas y mantener protagonismo. El partido también tiene la ley de bancadas, para evitar las fugas al uribismo. Falta ver si bajo el nuevo esquema se podrán mantener unidas las dos vertientes que conviven en el liberalismo, encabezadas por figuras como Piedad Córdoba y Rafael Pardo. Pero más sabe el diablo por viejo que por diablo y los liberales tienen más experiencia, como grupo, que las fuerzas uribistas recién formadas. Frente a la agenda legislativa del gobierno ya se puede prever que los liberales serán un palo en la rueda para el gobierno en la reforma tributaria, la aprobación del TLC y las reformas a las Leyes 100 y 80.

Por el lado del Polo, le tocó tragarse el sapo de la ley de bancadas, a pesar de haberla criticado. Al fin y al cabo, esta colectividad es una federación de varias fuerzas con distintos orígenes y matices ideológicos. "Nosotros no tenemos fuerza para aprobar o tumbar proyectos, nuestra herramienta es hablar en los debates y mostrar nuestros argumentos, y ahora la ley de bancada nos va a limitar , dijo a SEMANA el senador de esta colectividad Jorge Enrique Robledo. El orden no puede ir contra la libertad", añadió.

Ante este escenario, la izquierda se va a centrar en la presentación de debates de control político. Por ser minoría, tiene derecho a algunas de la vicepresidencias en Senado y Cámara.

Por muchas razones, el que se instala este 20 de julio es un nuevo Congreso. Paradójicamente, al mismo tiempo es el gran escenario de la oposición, pero también un corresponsable del éxito de la gestión del gobierno de Álvaro Uribe, por la gran cantidad de proyectos trascendentales que hay en la agenda legislativa. En especial, los que tienen que ver con reformas económicas. El propio Uribe considera que su segundo cuatrienio tendrá visos de parlamentarismo. Lo cual significa que el Presidente tendrá que dedicarle más tiempo y estrategia a lidiar con las bancadas. De su habilidad dependerá que este Legislativo sea un gran aliado o un duro opositor.