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Sexo, mentiras y colegio

El caso por la supuesta violación de tres adolescentes de un exclusivo colegio de Bogotá ilustra los problemas de la sexualidad entre adolescentes de los estratos altos.

29 de abril de 2006

Aquel mes de junio los estudiantes de uno de los más exclusivos colegios bilingües de la capital del país estaban particularmente eufóricos por la cercanía de las vacaciones. Varios de ellos terminaban su secundaria, por lo que empacaban maletas para irse al exterior a cursos de verano o a prestigiosas universidades. En plena celebración comenzó a circular un rumor que lo ensombreció todo: uno de los estudiantes que se graduaban habría violado a dos de sus compañeras.

El hecho, de por sí doloroso, adquirió mayor notoriedad pues el joven es miembro de una prestigiosa familia y las jóvenes son hijas de funcionarios de las embajadas de Estados Unidos y de Japón. Hoy las dos jóvenes –los hechos ocurrieron en junio pasado cuando ambas promediaban los 17 años– ya son mayores de edad. Además, según su familia, la embajada de Estados Unidos le quitó la visa al muchacho y le truncó el sueño de ir a ese país a seguir sus estudios. Para enredar aun más las cosas, seis meses después, una tercera estudiante, de nacionalidad francesa, interpuso una demanda contra varios de sus ex compañeros de colegio y señaló que son amigos del joven protagonista.

Todo comenzó en la tarde del 2 de junio, cuando el muchacho, que ya era mayor de edad –tenía 18 años–, se destacaba por su altura –1,83 metros– y era considerado uno de los jóvenes más atractivos del colegio, estuvo bailando durante un tiempo con una adolescente de nacionalidad japonesa e hija de un importante funcionario de la embajada nipona en Bogotá. Hay varios testigos que afirman haberlos visto disfrutar de la rumba en uno de los bares de la zona rosa de Bogotá, un lugar adyacente al barrio El Retiro donde habitan los protagonistas de esta historia.

Al entrar la noche, ambos se retiraron del local por un rato y se dirigieron al edificio en donde vive el muchacho. El celador del edificio testificó ante la Fiscalía que las dos personas llegaron caminando y bajaron hacia el parqueadero en donde estuvieron en la parte de atrás de su carro durante un espacio de 15 minutos. Luego subieron y la joven regresó al bar, en donde estuvo otro rato. Según la Fiscalía, la mejor amiga de la joven dijo que ésta manifestó su inquietud únicamente porque se le había perdido el celular. Entonces llamó al joven. Él se presentó y entre ambos buscaron el aparato dentro del carro y se despidieron. Por el momento, en eso terminó el episodio.

El día 12 del mismo mes de junio hubo una fiesta en otro bar. En esta ocasión, el muchacho estuvo bailando con la compañera estadounidense. Igualmente varios testigos afirman haberlos visto juntos. Algunos incluso les aseguraron a las autoridades que se vieron muy contentos. Luego se marcharon hasta el Cafam de la calle 85. Ella se quedó afuera y él entró y compró unos preservativos, según la copia de la factura presentada ante las autoridades. Luego se fueron al carro estacionado en el mismo edificio.

Al rato, el joven sacó el automóvil y la llevó a su casa. Según el testimonio del muchacho, él la llevó en el vehículo porque vio que ella no se sentía bien. Fue y la dejó en la portería y se devolvió para su edificio. El portero vio a la joven muy mal, la subió y alertó a su madre. Ella de inmediato salió con ella a la Clínica del Country para someterla a un riguroso examen.

Los resultados dicen que ella tenía altos grados de alcohol y muestras de semen en el algunas partes de su cuerpo. La madre estadounidense alertó a las autoridades, que después de las pesquisas dieron con el paradero del joven para que diera una versión de lo que había ocurrido. La madre de la joven lo acusó de haberla sedado y violado. Al conocerse la versión de la familia de la norteamericana, la japonesa también se presentó y dijo que a ella le habían hecho lo mismo.

El joven se defendió, y dijo que tuvo relaciones sexuales consentidas con la estadounidense y un momento de intimidad con la japonesa. Puso como testigos a los compañeros que los habían visto departir amistosamente, al celador que las vio entrar voluntariamente y al hecho de que en el primer caso le había ayudado a buscar el celular, y en el segundo, él mismo la había llevado a su casa, a pesar de que ella tenía pensado ir a dormir donde una amiga.

Sin embargo, ambas jóvenes dijeron que lo habían hecho bajo los efectos de un sedante que, según ellas, él les suministró en el bar. El abogado defensor argumentó que la versión de la japonesa era muy frágil y que generaba dudas el que hubiera tardado tanto tiempo en poner la denuncia. Y que sólo lo hizo cuando en el colegio empezó a rodar el rumor de que ella había sostenido una relación sexual con el acusado. En el caso de la niña estadounidense sí se anexaron al proceso los resultados de los exámenes hechos en la Clínica del Country.

El asunto estaba en la Fiscalía cuando en el colegio se conoció el rumor de la existencia de unas fotos en las que aparecen varios jóvenes del colegio sosteniendo relaciones sexuales. Una de las abogadas de las niñas reconoció la existencia de las fotos. Hay, por ejemplo, fotos en las que aparece una joven estudiante de 17 años mientras tiene relaciones con un joven de 15 años. Según los abogados del muchacho, como el escándalo por las supuestas violaciones estaba en el aire, muchos empezaron a asociar las fotos con el nombre del joven. Sin embargo, la joven francesa demandó por violación a unos ex compañeros del colegio y no al muchacho de los episodios anteriores.

El muchacho aclaró que él no tiene nada que ver e insiste en que en sus relaciones no forzó a nadie. Para la parte acusadora, está claro que una muchacha puede sostener cierto grado de intimidad, lo cual no le quita el derecho a interrumpirla cuando ella quiera. La mujer es autónoma para hacerlo y su decisión debe ser respetada y acatada porque, de lo contrario, estaría siendo abusada.

Al margen de las decisiones definitivas que imponga la justicia, el hecho sacó a la luz las enormes fallas de muchos padres de estratos altos en la educación de sus hijos y la debilidad conceptual de éstos para asumir su sexualidad. ¿Por qué? Según un sicólogo, debido a las múltiples ocupaciones de sus padres, en la práctica hay toda una generación de clase alta que se está formando en compañía de los escoltas y del personal que tienen a su servicio. Es decir, los menores transcurren sus días dando órdenes e imponiendo sus puntos de vista sin que nadie los corrija, y donde hay una crisis de valores en torno a lo que significa el poder, el dinero y el placer. Esto los lleva a equivocar los conceptos de autoridad y los límites que deben tener en sus acciones. En especial las relacionadas con su sexualidad porque lo único definitivo en este caso es que alguien está diciendo mentiras.