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SI O NO

Siete millones de chilenos se preparan para darle o negarle un permiso a Pinochet de gobernar ocho años más. Un analisis del periodista e investigador chileno Fernando Reyes Matta.

24 de octubre de 1988

Chile se encuentra en medio de una campaña electoral que no imaginó ni el propio general Augusto Pinochet, de 74 años, hoy convertido en candidato único para gobernar el país hasta 1997.
Tampoco la imaginó la oposición, que hasta 1987 seguía discutiendo si aceptar o no la legislación vigente. En otros términos, asumir la derrota de 1983 y del llamado año decisivo, 1986, para entrar en la cancha política definida por la Constitución de 1980: aceptar o rechazar un candidato elegido por los comandantes.
Ahora faltan 10 días para que 7.435.913 electores inscritos se pronuncien por el "Si" o por el "No" al candidato propuesto por la junta de comandantes desde el 30 de agosto pasado. Mientras rápidamente bajo la marea de las especulaciones sobre las razones que tuvieron los comandantes para dar el visto bueno a Pinochet (siendo él mismo uno de los cuatro que tomó la decisión), los esfuerzos y la imaginación se concentraron en un sólo propósito: ganar votos y convencer a los indecisos.
Los partidarios de Pinochet sacaron banderas tricolores a la calle, mientras imponían un ritmico rock: "Ahora sí que si, voy a votar que sí...". Junto a esa alegría, han volcado en la prensa una campaña de masas sobre las obras realizadas, especialmente el aumento de las exportaciones y la carretera austral. En la televisión su propuesta es dramática y, para algunos, truculenta. Sobre imagenes de buses quemados, de manifestaciones lanzando piedras, de armas clandestinas, cae el líquido rojo: la sangre que caerá sobre Chile si gana el No. Detrás del tema peligro de violencia y caos se anuncia el retorno a la Unidad Popular (1970-1973), si triunfa la oposición.
Para la gente del No lo importante es que su arco iris esté en todas partes. Eligieron un símbolo acorde con su canción, convertida en un videoclips arrollador: "Chile, la alegría ya viene". La juventud brota por todos lados y los adultos se ven entusiastas vigorosos, vitales, en medio de una democracia de gestos reconciliadores. El No ha logrado hacer que su campaña sea la propuesta de los jóvenes y de la alegría, a la vez que acumula los testimonios de los famosos -especialmente actrices y futbolistas-, los cuales han desafiado al poder del Estado y de su televisión nacional.
NUEVO CLIMA
Desde el 28 de agosto el país vive sin estados de excepción. Eso, más la confrontación política tanto tiempo sofocada, unido a la apertura televisiva para la propaganda política han creado un clima desconocido para una inmensa masa de chilenos. En el plebiscito del 5 de octubre votarán por primera vez más de tres millones y medio de electores. Solamente entre 18 y 29 años existen 2 millones 676 mil hombres y mujeres inscritos para participar en el plebiscito.
Ellos y todo el país respiran un clima donde el miedo se ha perdido. La gente habla de política, habla con pasión de la próxima consulta y la certeza de una intervención fraudulenta del gobierno ante una derrota esta siendo sobrepasada por la sensación que la lucha será abierta, con muchos controles y observadores. Solo un mago de los registros electorales, de los votos y la computación moderna puede alterar los resultados en grandes márgenes, sin que haya una protesta general. La oposición, con todo, teme que la noche del 5 pudiera emerger algún temerario que se crea mago.
"Es frente a esa eventualidad que nuestra mayor fortaleza está en la lealización de nuestros propios cómputos, serios y eficientes. No puede pasarnos lo que en Corea donde un candidato opositor dijo que hubo fraude, pero no tenía como probarlo. Nuestra fuerza está en una verdad rigurosa, entregada con rapidez", dice Gonzalo Mertner, encargado del Sistema de Recuentos Paralelo.
En la noche del 5 de octubre dos hombres comunicaran sus cifras al país: Patricio Aylwin, vocero del Comando del No y presidente de la Democracia Cristiana, y Sergio Fernández, ministro del Interior. La oposición ha criticado el doble papel en que éste se ha colocado: responsable administrativo de la realización del plebiscito y de la entrega de sus resultados, pero a la vez generalisimo evidente de la campana del Si.
El proceso oficial, sin embargo, tiene tres pasos que pueden ser las jornadas más dramáticas para el futuro del país. Los escrutinios de los resultados registran tres etapas:
- el día mismo, en las mesas receptoras;
- al día siguiente en los colegios escrutadores donde llegan las actas de cada mesa;
- diez días después en el Tribunal Calificador de Elecciones.
A través de estos pasos se obtendrá un resultado oficial de la votación proceso que puede durar hasta dos meses. Por cierto nadie en el país, ni el propio general Pinochet, podría soportar tal suspenso. Las cosas se jugarán en la mesa de la credibilidad. Si los resultados son próximos y hay un nítido ganador -o perdedor en esta particular circunstancia- los chilenos podrán respirar tranquilos esa noche y prepararse para la nueva etapa. Si los resultados son profundamente contrapuestos con mutuos reclamos de victoria, Chile empezará a vivir un período crítico que podría, incluso, llevar a una intervención militar de signo aun no predecible.
Esto es lo que la Iglesia trató de evitar por todos los medios, llamando a que se nombrara a un candidato de consenso. Hasta comienzos de agosto hizo intentos por ello, percibiendo que una consulta confrontacional entre un Si o un No es caminar por el filo de la navaja para el país. Pero asi se dieron las cosas y Chile no conoce la certeza sobre su futuro próximo.
FLEXIBLE
En todo este proceso el general Pinochet ha demostrado que es un hombre firme en sus objetivos, dispuesto a recorrer todos los caminos necesarios para lograrlos. De militar duro y amenazante pasó a un cordial abuelo de civil, hablando desde su despacho de trabajo o biblioteca particular a todos los chilenos. Tras la nominación abusó de su acceso preferencial a la televisión. Mientras Patricio Aylwin sólo lograba ocho minutos en tomas cortas en los noticieros, Pinochet apareció en su discurso de aceptación el 30 de agosto, en una larga charla de civil a los chilenos por casi una hora el 1o. de septiembre unida a una entrevista especial de 20 minutos en el noticiario del domingo Demasiado, por cierto, para sonar ecuánime. Tal vez por ello, cuando se prohibió el programa de 15 minutos del No en la cadena política nacional del lunes 12, instruyó para que al día siguiente no se transmitiera el del Si. Pero el sentido de ecuanimidad lo perdió al hablar de sus antiguos colaboradores. En el calor de una comida con militares en retiro deseó a su antiguo asesor de prensa, Federico Willoughby que "mejor se hubiera muerto". Sus expresiones, sin apuntador electrónico ni texto preparado previamente, produjeron impacto en la opinión pública por la autenticidad de las mismas y por la "brutalidad manifiesta", como dijo un opositor.
Sin embargo, es frente a ese Pinochet ante quien los chilenos deberan decir Si o No. Es quien ha gobernado más largamente a Chile y, de ganar el Si, podría hacerlo por casi un cuarto de siglo.
Con todo, la votación no es por Pinochet. La votación ha derivado a un problema más profundo. Unos defienden un modelo económico y los privilegios ganados: es el país de los 2 millones que viven en Chile "a la Suiza". Junto a ellos se ubican los que temen las violencias vividas durante la UP. No quieren más enfrentamientos, y prefieren lo conocido que la incógnita de la democracia pluripartidista.
Otros desean romper con un modelo que ha llevado a la pobreza extrema a 5 millones de personas (cuestión nunca antes vivida por Chile) y cuya forma de mostrarse exitoso es remitirse a dos variables -inflación y exportaciones-, mirándolas aisladas, sin explicar el costo social para que la inflación sea baja ni el riesgo de unas exportaciones de materias primas y productos naturales, cuyo valor y presencia en el mercado puede variar en cualquier momento. El gran parque industrial que Chile tuvo hasta 1970 ha desaparecido en diversas áreas.
En medio de la necesidad de resolver en tales alternativas, las emociones cruzan una y otra vez el escenario de la campaña. Regresan los exiliados, especialmente los más famosos, los músicos que desde hace 15 años esperaban con sus guitarras afuera. Han regresado las hijas de Allende y su esposa Hortensia, cuyo retorno "por la puerta ancha" llevo a miles de personas a las calles. Y la televisión sigue jugando a las emociones. Aparecen los que han sufrido por diversas razones. La campaña está en el peligroso juego de escarbar las emociones hasta el fondo, sin saber hacia donde conduce la apuesta a los sentimientos más que a los argumentos.
"Tal vez pase todo, o tal vez pase nada. Es tan difícil saber con nosotros los chilenos", dice un taxista. Y no deja de tener razón.
LAS ULTIMAS ENCUESTAS
Si a los chilenos casi se les había olvidado lo que era un debate electoral, también habían olvidado lo que eran las encuestas. En las ultimas semanas, éstas han proliferado y se han convertido en uno de los temas favoritos. Una de las más importantes encuestas fue realizada hace poco menos de un mes por el CERC, centro de estudios ligado a la Iglesia Católica, a nivel nacional.Otra más la llevó a cabo un organismo independiente, el CIS, en el area metropolitana de Santiago. Estos son algunos de los resultados más importantes de los dos sondeos. En ellos puede verse que, aunque Pinochet parece no tenerlas todas consigo, el margen de indecisos es aun bastante alto.
¿Cómo piensa usted votar en el plebiscito? (Encuesta CERC)
SI 33%
NO 47%
INDECISOS 20%

Qué opina usted sobre la nominación de Pinochet como candidato a la presidencia?
MALA PARA EL PAIS 43%
BUENA PARA EL PAIS 22%
LE DA LO MISMO 32%
NO SABE 3%