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SI SE PUEDE

Los indígenas del Cauca están demostrando que hay más de una manera de acabar con la amapola.

20 de julio de 1992

HACE TRES SEMANAS POcos se atrevían a afirmar que la "minga" fuera a dar resultado.
Que un grupo de indígenas del sur del Cauca, que durante el último año se ha dedicádo al cultivo de la amapola, le ofreciera al Gobierno acabar manualmente con los plantíos de la "flor maldita", era algo difícil de creer. Sin embargo, y pese a las predicciones más pesimistas, la propuesta se hizo realidad.
Durante los últimos 15 días, los aborígenes han destruido con sus propias manos más de 460 hectáreas sembradas de amapola.

El proyecto de erradicación se inició hace cuatro meses. pero el acuerdo definitivo entre Gobierno e indígenas se logró hasta finales de mayo, cuando ambas partes concretaron los puntos por seguir. Por un lado los indígenas se comprometieron a arrancar de sus tierras la flor, base de la heroína, y por otro, el Gobierno eliminó de su plan de operaciones la fumigación con glifosato sobre toda la zona del sur del Cauca.

La idea de este arreglo surgió en el resguardo de Tierradentro, donde las comunidades estaban preocupadas por la inminente presencia del herbicida en la región. Decidieron, entonces, realizar una "cumbre" de gobernadores de los 40 cabildos caucanos para redactar una propuesta y enviársela al Presidente de la República. En ella le decían que estaban dispuestos a destruir sus propios cultivos, con tal de que se detuviera la acción de la Policía Antinarcóticos, que ya había empezado a fumigar la zona cercada de Rionegro.

El ofrecimiento tuvo eco en el Gobierno. El Ministro de Defensa, el consejero para la Seguridad Nacional, el director de la Policía Antinarcóticos y el director del PNR, entre otros, viajaron hasta el municipio de San Andrés de Pisimbalá para hablar con los indígenas.
Allí establecieron los pasos por seguir.
Primero realizarían una campaña de concientización para explicar a los habitantes la conveniencia de acabar con la amapola. Y luego iniciarían la llamada "minga", es decir, la erradicación manual de los plantíos. "Minga es un vocablo indígena que significa trabajo comunitario. En este caso, conformamos grupos de hombres que desde las horas de la mañana salen a arrancar la planta a machetazo limpio", señala el gobernador indígena Ernesto Mujucué.

El Gobierno, por su parte, se comprometió a aumentar su presencia en el sur del Cauca, una región que, en menos de dos años, se vio inundada de amapola. Los indígenas tienen una explicación para esto: la pobreza. "Los extraños como ellos mismos los llaman han aprovechado la situación económica en que vivimos para convencernos de que cambiemos los cultivos de café y maíz por los de la 'semilla nueva ', que nos deja mejores ganancias ", agrega Mujucué.
Para esos"extraños" que las autoridades señalan como miembros de las Farc en asocio con narcotraficantes convencer a los indígenas no fue tarea muy difícil, pues mientras una hectárea sembrada de maíz o fríjol les deja menos de un millon de pesos al año, la misma porción de tierra sembrada de amapola les da una ganancia 15 veces mayor.

Es por esto que actualmcnte la "flor maldita" impera en el país. Según el director de Antinarcóticos, general Roso José Serlano. hoy en día hay 12 mil hectáreas sembradas de amapola a lo largo de 13 departamentos. De ellas, 1.500 están en el Cauca. Una cantidad que las autoridades consideran muy significativa y por eso han puesto todo su empeño en el provecto de la erradicación manual. Este mecanismo parece haber resultado, incluso, más conveniente que la fumigación con glifosato. Por lo menos, tanto los aborigenes como las autoridades gubernamentales. están satisfechos con el programa.
Por un lado, los indígenas lograron que sus leyes volvieran a imperar en los resguardos. Desde que aparecieron los amapoleros. la autoridad del gobernador del cabildo había disminuido.
"Eso es algo que no podíamos dejar avanzar, pues significaba el fin de nuestra organización. Por eso, el que no cumpla con el acuerdo pactado, tendrá que abamdonar su tierra".
Además, evitaron el glifosato. Aunque aún no se han podido comprobar los males que se le acreditan a este herbicida, los indígenas tienen sus propias creencias. Para ellos. el glifosfato no sólo deja inservibles los terrenos por más de siete años, sino que causa ceguera en las personas. Por eso prefirieron destruir sus cultivos, sin importarles lo que eso les implicara. "La Policía está pendiente de las posibles represalias de los narcotraficantes. Como ellos suelen cancelar por anticipado las cosechas, es muy probable que ya estén amenazando a los indigenas", anota el general Roso Serrano.

Hasta el momento no se ha presentado ningún inconveniente. Y si los indígenas están trabajando con todas sus energías, el entusiasmo del Gobierno no se queda atrás. Las ventajas que le encuentran a la erradicación manual también son varias. Por una parte, se reduce el riesgo de que la amapola vuelva a nacer, pues el glifosato deja la posibilidad de que la planta reaparezca silvestre en los terrenos fumigados. Además, el Gobierno considera más efectiva una solución pactada por ambas partes. porque garantiza que no se volverá a caer en el problema. Si los propios cultivadores están arrancando sus plantas, es porque la decisión de acabar con el negocio es seria.

Pero la fumigación no se ha detenido en los demás departamentos. Más de cuatro mil hectareas han sido fumigadas en lo que va corrido del año y es muy posible que al norte del Cauca llegue el herbicida, pues es una región poblada por campesinos con los que no se ha podido llegar a un acuerdo. Sin embargo, el director del PNR agrega que son más los desastres ecológicos causados por el propio cultivo de amapola que por el glifosato. "Esta planta es sembrada en zonas muy altas, que son reserva natural del Estado. Además, no tienen ninguna consideración al depredar la zona. Son miles de árboles que tumban sin siquiera darle un uso a la madera, que termina, al igual que toda la tierra, contaminando los ríos".

El problema en los resguardos del Cauca parece haberse detenido a tiempo. Aunque la cantidad de tierra cultivada de amapola sorprendió hasta a los propios indígenas.
que desde el momento en que firmaron el acuerdo hasta ahora no han dejado de destruir plantas. Por eso el plazo de 15 días, que se cumplió la semana pasada, tuvo que ser extendido.
Sin embargo, con 460 hectáreas destruidas como balance, varios representantes de los resguardos visitaron la semana pasada las oficinas del PNR, en Bogotá, para acordar con el Gobierno la realización de los planes de desarrollo de la región.
No se trata sólo de obras públicas alcantarillado, energía, acueducto, vías de comunicación sino también de proyectos agrícolas, pues es necesario sustituir rápidamente los cultivos de amapola por los de café, maíz o fríjol, Para todos estos programas el Gobierno tiene pensado destinar una ayuda que viene de la Comunidad Europea. Son más de 2.5 millones de dólares que se invertirán exclusivamente en el Cauca.

Por ahora, todos están pendientes del proyecto. Tanto, que a la oficina del PNR han llamado miembros de diversas embajadas interesados en saber de qué forma pueden colaborar. Gobierno e indígenas están con sus energías puestas en la "minga". Sobre todo, porque del éxito de este primer experimento depende que en muchas otras zonas amapoleras asuman la misma actitud. Al fin y al cabo, no es fácil encontrar interesados en destruir la flor maldita que ellos mismos han sembrado.