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La Sierra Nevada es única

Un grupo de científicos concluyó que es la reserva natural más difícil de reemplazar del planeta. Esta calificación, sin embargo, no es tan buena como parece.

23 de noviembre de 2013

Ninguna montaña del mundo alberga tan variada riqueza como la Sierra Nevada. La tierra sagrada para cuatro grupos indígenas guarda celosamente casi todos los ecosistemas que tiene Colombia en apenas 17.000 kilómetros cuadrados. Hay playas coralinas, glaciares, desiertos, llanuras, acantilados, manglares, páramos, así como bosques secos y húmedos. 

Como tiene todos los pisos términos, también es el hábitat de cientos de especies y casi 50 de ellas no se encuentran en otro lugar. Por eso quienes conocen ese paraíso no se sorprendieron de que esta semana un grupo de científicos lo ubicara como el número uno en la lista de las reservas naturales consideradas “irremplazables en el mundo”. 

El estudio que puso a la sierra en semejante pedestal fue hecho por el Cefe, el centro de investigación sobre ecología más importante de Francia, y fue publicado en la última edición de la prestigiosa revista Science. Los investigadores analizaron 173.000 áreas protegidas y las cruzaron con el hábitat de las 21.500 especies que están en vía de extinción. 

Después de ese ejercicio, concluyeron que el parque natural emblema de Colombia es el lugar con la mayor concentración de mamíferos, aves, peces y anfibios amenazados de la Tierra. Y que si estos se perdieran, sería el lugar más difícil de reemplazar en el mundo. En otras palabras, ser la primera de la lista tiene que ver con que es también la reserva más amenazada.

Que en la Sierra Nevada los animales sean los más amenazados del planeta, como lo dice Science, tiene una triste explicación. Este territorio de 17.000 kilómetros cuadrados ha sido el escenario de casi todas las guerras que ha vivido Colombia. 

En la década de los setenta fue el escenario de la bonanza marimbera, en los años ochenta y noventa las Farc, el ELN y el EPL se disputaron a bala ese territorio sagrado. Y hasta hace poco, los hombres de los paramilitares Carlos Castaño, Jorge 40 y Hernán Giraldo lucharon entre ellos por hacer de esa montaña la fortaleza desde la cual podían controlar el tráfico de drogas, de armas y de gasolina. 

Por eso, el ‘premio’ de la Sierra tuvo un importante eco en el mundo. El diario The Guardian publicó este fin de semana cómo “una mística montaña en Colombia, alguna vez asediada por el tráfico de coca, es la reserva natural más irremplazable del planeta”. El valor de la Sierra es reconocido mundialmente desde hace décadas. En 1979 fue declarada por la Unesco Reserva de la Biosfera, del Hombre y de la Humanidad y dos años antes Colombia había decidido darle el estatus de parque natural. Actualmente, está en el proceso para ser declarado como Patrimonio de la Humanidad.
 
Pero la sierra no es solamente una joya de la diversidad biológica, sino también de la cultural. Cuatro pueblos indígenas comparten su territorio. No solo lo consideran sagrado, sino que creen que esa montaña es el centro del universo. Hoy habitan allí las comunidades kogui, wiwa, arhuaco y kankuamo y en la antigüedad era la tierra de los tayronas, uno de los grupos ancestrales que logró los mayores desarrollos del país (ver recuadro).

Por eso, José Yunis, director de The Nature Conservancy dice que la Sierra “no es un parque, sino un megaparque”. Carlos Castaño, ex viceministro de Ambiente y uno de los mayores conocedores del lugar explica: “La Sierra es una formación geológica muy especial. Es considerada la montaña intertropical más alta del mundo al lado del mar. 

Desde las nieves perpetuas hasta la línea de costa hay 32 kilómetros y, por eso, allí están resumidos todos los ecosistemas colombianos que ofrecieron condiciones inmejorables para los asentamientos humanos”. Por eso, el título que le otorga hoy la ciencia más que un homenaje, es un motivo de alarma.

Clavada en la eternidad 

Ciudad Perdida es uno de los patrimonios arqueológicos más importantes de los colombianos. Así descubrieron ese tesoro. 

En 1975, una familia de guaqueros de apellido Sepúlveda encontró enclavada en la mitad de la Sierra una ciudad que guardaba muchos tesoros. La imagen de decenas de terrazas y vestigios arqueológicos en la mitad de la selva encantó a otros pobladores que tenían la misma actividad que los Sepúlveda. 

El afán por saquear lo que la mítica ciudad guardaba generó un enorme conflicto, con muertos y heridos, que hizo que uno de los guaqueros, Fernando Rey, reportara a las autoridades semejante descubrimiento. Así fue como un grupo de expertos liderado por el Instituto de Antropología descubrió la Ciudad Perdida de los indígenas tayronas, la cultura colombiana que logró un mayor desarrollo en términos urbanísticos y de ingeniera. 

Se cree que vivieron en la Sierra desde el año 600 antes de Cristo y que se extinguieron después de la llegada de los conquistadores españoles. Hoy sus huellas son un patrimonio de los colombianos.