Home

Nación

Artículo

Sigue el misterio

¿Por qué la FAC no aclara los interrogantes en torno a la avioneta derribada el 28 de septiembre en una zona rural del Valle?

19 de noviembre de 1990

Han pasado casi cuatro semanas de los hechos, el siniestro de un misterioso avión turbocomander cerca a la localidad de Obando en el Valle del Cauca, y muy poca claridad hay sobre el caso. Son más las dudas que las certezas. Un manto de silencio ha cubierto la investigación y ni la FAC ni la Aeronáutica Civil parecen haber salido airosas del caso.

Las primeras versiones de prensa surgieron de testimonios de pobladores de la zona que dijeron haber presenciado el ametrallamiento de la nave por parte de aviones de la FAC. Se se hablaba de que la avioneta iba cargada de coca y que iba tripulada por miembros de la institución.

Sin embargo, la FAC tiene su propia versión de los hechos. El comandante encargado de la Fuerza Aérea, mayor general Hernando Monsalve Figueroa, dijo en un comunicado que el 28 de septiembre, en las horas de la tarde, se había detectado la presencia de aviones no identificados que penetraron el espacio aéreo colombiano, provenientos del exterior y sin plan de vuelo conocido. Aceptó que dos aviones militares entraron en contacto con las navos que, finalmente, lograron evadir la acción de los aviones de la FAC, cuya operación se dificultó por las malas condiciones climáticas. Finalmente, el general Monsalve dijo que después se enteraron del accidente de una avioneta en un área cercana a la de la intercepción de las naves intrusas, y quiso cerrar el asunti diciendo que, como se trataba de un accidente de avión civil, la investigación correspondía a la Aeronáutica.

Nadie, sin embargo, se comió el cuento. Ni la Aeronáutica Civil, que recibió el caso en extrañas condiciones. Cuando llegaron al lugar del supuesto accidente se encontraron con una serie de sorpresas: ni la caja negra de la avioneta, ni la parte del fuselaje donde se inscribe la matrícula, ni los cadáveres de la tripulación estaban en el lugar de los hechos. Y lo que es más, según la Aeronáutica, la FAC evitó deliberadamente suministrar datos y, concretamente, los nombres de las víctimas. Inclusive, el entierro del piloto, teniente (r) William Martínez, se produjo una semana antes de que se conociera el comunicado de la institución.

Todas estas cosas han hecho pensar que detrás del asunto hay mucha tela qué cortar. Fuentos extraoficialos de la FAC, consultadas por SEMANA, sostienen que los aviones que iniciaron la persecución de las supuestas naves intrusas no eran, efectivamente, de la FAC, sino de la Fuerza Aérea Norteamericana, que tienen base en el Caribe y que están destinadas a la intercepción de naves del narcotráfico. Pero, además, algunos noticieros de televisión que llegaron con sus cámaras al lugar del accidente, mostraron lo que evidentementc eran impactos de bala en el fuselaje y las alas de la avioneta. Para rematar, los informes meteorológicos de las torres de control de los aeropuertos de Pereira y Cali señalaban que ese día el tiempo estaba despejado y sin nubes.

Son, pues, muchos los interrogantes que se abren en torno a este asunto. Y lo cierto es que en medios allegados a la Fuerza Aérea se sostiene que este tipo de casos no es raro. Se sabe de algunos pilotos, en servicio activo o en retiro que, tentados por los dineros del narcotráfico, realizan viajes a México o el Caribe con cargamentos de cocaina. Se afirma también que las organizaciones de narcotraficantes pueden planear hasta cinco vuelos simultáneos para garantizar que dos o tres "coronen". A estas operaciones temerarias los pilotos las llaman la "ruleta rusa", y todos saben que en ellas se corren grandes riesgos: morir o caer presos. Sin embargo, parece ser que el incentivo económico es muy y que pueden recibir hásta 30 millones de pesos por viaje.

Si el caso de la misteriosa nave es uno de éstos, está por verse. Pero hay muchos indicios que así lo señalan. Por eso, lo que parece quedar claro es lo que ha podido ser una exitosa investigación y un triunfo de la FAC para dejar limpio el nombre de la institución y depurar sus filas de elementos vinculados con el narcotráfico ha dejado muy mal sabor. La gran pregunta es por qué la FAC no aclara los interrogantes del caso.