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¿Sirvió la Constitución?

Hace 10 años hubo una ilusión colectiva de que un nuevo país nacería con la Constitución de 1991.

23 de julio de 2001

Hace 10 años hubo una ilusión colectiva de que un nuevo país nacería con la Constitución de 1991. Había motivos para soñar: una Asamblea Constituyente verdaderamente pluralista —ex guerrilleros, indígenas, ex presidentes…— se ponía de acuerdo para definir unas nuevas reglas del juego y construir un país donde todos los ciudadanos se sintieran incluidos y orgullosos. Eran momentos en que parecían quedar atrás los estertores de las bombas, la intolerancia y la democracia excluyente.

Diez años después el país se encuentra sumido en quizá la peor crisis de su historia: un desempleo galopante, una guerra que se salió de madre, una crisis política sin precedentes, un Estado en bancarrota y miles de colombianos madrugando a hacer fila en las embajadas con un tiquete sin regreso. ¿Qué pasó?

Hoy muchos encuentran en la Constitución del 91 la causa de los problemas que agobian al país. La nueva organización del Estado, para ellos, es un salpicón de sistemas políticos diferentes que lo que ha hecho es debilitar la gobernabilidad.

Pero están también quienes salen a defenderla. Para el ex presidente César Gaviria, quien la promulgó, la nueva Constitución hizo invaluables contribuciones al país con la descentralización, la independencia del Banco de la República y el fortalecimiento de la justicia. “Nadie se imagina hoy a la sociedad sin Fiscalía ni tutela y sin el avance tan gigantesco de una justicia que le llega a la mayoría de los ciudadanos”, dice Gaviria. Igualmente considera que a partir de la nueva Constitución las autoridades tienen un mayor sentido de respeto por los derechos del ciudadano, lo cual contribuye a la paz. “Los problemas de hoy no son culpa de la Constitución sino de otros problemas como la crisis del proceso 8.000, la recesión económica y la connivencia entre la guerrilla, los paras y el narcotráfico”, afirma el ex presidente.

Pero más importante que la discusión teórica e ideológica de quienes detentan el poder, es la visión del ciudadano común y corriente. Es él quien padece las arbitrariedades y la ineficiencia del Estado, el que hace largas filas para recibir respuestas evasivas al reclamo de sus derechos más elementales.

Aunque sigue padeciendo situaciones similares, ese mismo ciudadano es hoy diferente al de hace 10 años. Ahora se puede defender de los abusos del poder gracias a la tutela y las acciones populares. Además la nueva Constitución ha propiciado un cambio de valores en la sociedad en donde ser arbitrario se vuelve cada vez más difícil porque está edificada sobre el respeto a la dignidad humana.

Si bien desde una perspectiva macro el país parece seguir sumido en un atolladero sin salida, la vida de muchos colombianos ha cambiado radicalmente. Las niñas embarazadas no son expulsadas de sus colegios por su condición; las personas que no consiguen un préstamo porque alguna vez aparecieron en una ‘lista negra’ del sector bancario han logrado limpiar su nombre; muchas comunidades negras han recuperado la propiedad de las tierras colectivas. Los ejemplos son innumerables.

Consciente de la magnitud de esta revolución silenciosa, casi siempre opacada por el fragor de la guerra, la recesión y la crisis política, SEMANA ha preparado un informe especial sobre los 10 años de la Constitución del 91 vista a través de los ojos del ciudadano.

A pesar de estos avances, es verdad que el país está en crisis. Y puede ser cierto que se deba, en parte, a la Constitución. Pero para eso se hizo una nueva Carta, para reinventar el país. Ya se tumbaron los cimientos del viejo país. Y se está en el proceso de construir uno nuevo y eso explica parte del caos. Los optimistas están convencidos de que el norte está escrito en la Constitución del 91 y de que el desafío es hacerla cumplir. SEMANA es uno de ellos.