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TEMBLOR Y TERROR

Durante 30 segundos la muerte se paseó en forma de terremoto por todo el Eje Cafetero.

13 de marzo de 1995


El corazón de la tragedia: el edificio La Montaña, al lado de la Avenida del Ferrocarril, concentró la atención de las autoridades.

El consuelo: Algunos damnificados sólo lograron rescatar los retratos de sus seres queridos.

Solo fachadas: 800 edificaciones resultaron averiadas. Las pérdidas ascienden a 15.000 millones de pesos.

Cruel paradoja: Este pereirano parece buscar entre los escombros la respuesta a la pregunta.

El pasado miércoles, a la 1.40 minutos de la tarde, el director de la Oficina Nacional de Prevención y Desastres de la Presidencia de la República, Luis Fernando Velasco, se encontraba almorzando en el restaurante La Caspiroleta junto con el meteorólogo Max Henríquez, y la conversación se refería a la serie de temblores que se venían presentando en el país, cuando el conductor del funcionario irrumpió en el establecimiento y bastante alterado le dijo: "doctor, lo están llamando porque parece que hubo un temblor grande en Pereira". De inmediato Velasco salió hacia su oficina para conocer los detalles de la situación y ponerse al frente de las operaciones de rescate. Curiosamente ni él ni ninguno de los comensales del restaurante percibieron el coletazo del temblor, que se sintió en Bogotá y afectó no sólo a Pereira sino a otros varios municipios del Eje Cafetero. A las dos de la tarde ya estaba funcionando el plan de contingencia, diseñado por el propio Velásco la semana pasada.

El plan de contingencia resultó efectivo. Y eso llama la atención en un país como Colombia, en donde la magnitud de la tragedia humana, encarnada en miles de damnificados, es tan grande como la producida por el desastre natural. A las 4 y 15 minutos de la tarde, por ejemplo, estaban llegando a Pereira, la ciudad más afectada por el temblor, dos aviones Hércules con material quirúrgico, personal de la Cruz Roja especializado en operaciones de salvamento y socorro desplazados desde Bogotá, Medellín y Manizales, con los cuales se había logrado coordinar las operaciones de rescate.

El Ministerio de Salud y la Defensa Civil también desplazaron personal especializado a la capital de Risaralda. Los organismos de seguridad estuvieron en el núcleo de la tragedia con prontitud. La Policía Nacional desplazó uniformados desde Manizales, Tuluá y Cartago y el Ejército destinó 250 efectivos de Armenia y Cartago con el fin de evitar posibles saqueos y robos masivos. Hasta la Patrulla Naval del Pacífico desplazó perros especializados en rescate de víctimas y sobrevivientes. A todos ellos se sumó un elemento vital para superar la crisis: la solidaridad de los pereiranos.

Y esa solidaridad quedó encarnada en una persona: Mercedes Coronado, una ingeniera de 42 años, que permaneció 24 horas debajo de los escombros coqueteándole a la muerte, con el alma en vilo, cantando boleros de amor y rezando para que acabara pronto el martirio. El drama de Mercedes, atrapada entre escombros, revivió por momentos las imágenes de Omaira, la niña que simbolizó la tragedia de Armero en 1985 y que, por desgracia, muriera en momentos en que los organismos de socorro hacían esfuerzos por rescatarla.

El destino quiso que en esta ocasión las cosas fueran diferentes. Después de 1.440 minutos, durante los cuales Mercedes recibió palabras de aliento de todo el mundo, desde socorristas que no la dejaron dormir para que no desfalleciera hasta curiosos que querían ver son cus propios ojos el milagro de una persona que resiste el peso de una mole de cemento de cinco pisos, la valiente mujer pudo reunirse con su hija Carolina y con sus amigos. Luego se enteró que su esposo, Héctor García, y su empleada, Carmen Moreno, quien murió durante las operaciones de rescate, fueron dos de las 36 víctimas que dejó el temblor en la capital del Risaralda. Mercedes fue el milagro del terremoto de Pereia. A la mano de Dios se sumaron dos hechos de trascendental importancia: la reacción inmediata de las autoridades y la solidaridad de sus paisanos.