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En algunas casas la gente se resiste a huir aunque en sus paredes ya tienen las huellas de la violencia como los disparos de la foto a la derecha

ORDEN PÚBLICO

Tenaza contra Buenaventura

La situación del puerto más importante del país se está volviendo insostenible. Tiroteos permanentes, asesinatos selectivos diarios y miles de desplazados muestran cómo está de cruenta la guerra entre paras, guerrilla y bandas, por el negocio de la droga.

8 de diciembre de 2006

Desde hace dos semanas, en Buenaventura la gente vive con la maleta en la mano y el miedo en los ojos. Todo por cuenta de las frecuentes balaceras que hay entre guerrilla, paramilitares, desmovilizados y bandas de narcotraficantes. Hace rato se acabó la tranquilidad en los barrios cercanos al mar. Lo que está en juego es el control de los territorios que tienen acceso natural al océano. Quien domine las playas y esteros del bajamar podrá sacar una importante ganancia por los negocios ilegales que allí funcionan: el tráfico de insumos, armas y coca. Es tan intenso el conflicto, que incluso las autoridades les atribuyen a estas retaliaciones el petardo que estalló el viernes pasado en una concurrida calle, que dejó una persona muerta y tres heridas.

Los enfrentamientos están centrados en los barrios San Francisco, Juan XXIII, San Luis y Lleras. Los más humildes del puerto. "Me salí donde una prima, que vive más arriba, porque uno oye bala de día y de noche. Además, mi casa es de tablas y no nos protege a mis hijos ni a mí", dijo a SEMANA Benilda, una de las desplazadas que buscan refugio en la sede de la pastoral social de Buenaventura. Así, como la casa de Benilda, es la mayoría de las viviendas de estos barrios, levantadas sobre las aguas y hechas con retazos de madera, cartón y lata. En ellas se pueden ver, nítidos, los agujeros de los tiroteos.

Para el comandante de la Segunda Brigada de Infantería de Marina, coronel Héctor Pachón, los enfrentamientos en estos barrios se deben a que "durante tres meses desarrollamos operaciones militares en el barrio Lleras, lo que obligó a los bandidos a buscar refugio en otros barrios. Del lado que sean, todos trabajan para el narcotráfico". Según Pachón, la situación está controlada.

Pero otra cosa piensa el defensor regional del pueblo, Andrés Santamaría Garrido, quien sostiene que lo que hay en Buenaventura es una crisis humanitaria producto del incesante fuego cruzado. Su oficina emitió una alerta temprana, hace 15 días, después de constatar las denuncias sobre los enfrentamientos en estos barrios, junto con la misión para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas en el Valle del Cauca. "Hasta esa fecha, teníamos reportadas 200 familias, unas 1.200 personas, que ante el riesgo inminente por las balaceras en las calles, se desplazaron. Es posible que esta cifra haya aumentado", advirtió Santamaría a SEMANA.

La situación que se vive en el puerto es compleja. Según explicó Antero Viveros, presidente de la junta de acción comunal del barrio Lleras, "la gente sale de sus casas cuando oye los primeros disparos, busca refugio en otros barrios, donde familiares y amigos, y regresa cuando pasan los tiroteos. Aunque por la intensidad de los combates, algunas familias han abandonado definitivamente sus hogares".

"El mar devuelve lo que la gente le arroja", dice Rosaura Vargas, una negra alta y de ojos vivos que vende frutas en el centro de Buenaventura. Sus palabras tienen origen en la cantidad de veces que el mar le trae, hasta la puerta de su casa, cadáveres y basura. Los últimos fueron los cuerpos de tres mujeres en cuyos rostros aún se podían ver las señales de tortura.

El drama que viven los 350.000 porteños de Buenaventura por la situación de orden público viene de tiempo atrás. "Ese es el tridente perverso que azota al puerto", ha manifestado en más de una ocasión Saulo Quiñónez, alcalde de Buenaventura, refiriéndose a las disputas por la droga.

Lo que ha cambiado en esta cruenta disputa es el escenario de las confrontaciones. Desde 2000 y hasta el año pasado, la zona rural era la más afectada. Prueba de ello son las masacres ejecutadas por guerrilla y paramilitares en el Bajo Calima y el Alto Naya. En el casco urbano sólo se registraban asesinatos selectivos y algunos petardos, además del hostigamiento contra la Fuerza Pública. Pero a mediados de 2005, la matanza de 12 muchachos del barrio Lleras, a los que invitaron a jugar un partido de fútbol para luego torturarlos, asesinarlos y arrojarlos en un estero, fue la primera señal de que la guerra había llegado a la ciudad.

"La lucha por el control territorial, que amenaza con propagarse en el interior de la ciudad, es liderada por la efectiva presencia de promotores de cada bando, quienes inyectan dinero sucio y dotan con armas a la población", es una de las conclusiones más relevante del informe que presentó la comisión de la Defensoría Regional del Pueblo y las Naciones Unidas.

Este año ya van 500 asesinatos, lo que hace que Buenaventura sea considerado uno de los municipios más violentos del país. Su promedio anual, que rondaba las 121 muertes por cada 100.000 habitantes, supera incluso al de capitales de departamento como Pereira, que tuvo 93, y Cali, que tuvo 64 el año pasado.

Pese a esto, el puerto sigue entregando sus riquezas a la Nación. Según datos de la Dian, sólo en impuestos, Buenaventura recaudó más de 1,8 billones de pesos. Algo que se explica por el paso del 60 por ciento del total de la carga de exportación e importación del país. Unos 12 millones de toneladas, aproximadamente.

Visto desde el aire, el litoral Pacífico se asemeja a un laberinto. Las decenas de ríos y quebradas que bajan de la cordillera occidental, y los centenares de esteros, brazos de mar, que se meten entre los manglares, le dan ese aspecto. Esa maraña de 'autopistas acuáticas', que se unen entre sí, sirve de camino natural para el tráfico ilegal. Barrios como San Francisco, Juan XXIII, San Luis y Lleras, donde hoy se combate a sangre y fuego, están construidos sobre palafitos, lo que facilita entrar y salir con cualquier mercancía y sin mucho esfuerzo. Con el agravante que los lugareños, ante la falta de trabajo y oportunidades, se involucran fácilmente con los ilegales.

El principal puerto del país sobre el Pacífico pasa por uno de sus peores momentos. Más allá de los anuncios del alto gobierno sobre importantes inversiones en infraestructura, como el dragado del canal de acceso, la construcción de la doble calzada y la ampliación portuaria, desde el Valle del Cauca se levantan voces de alarma para que se atienda, con prioridad, la desigualdad social y la violencia que se está dando, lo que hoy tiene a Buenaventura a punto de naufragar.