Home

Nación

Artículo

TODO UN AVION

La forma de vida y las declaraciones del niño polizón, aún más espectaculares que su viaje a Francfort en una bodega de carga.

3 de marzo de 1986

"Yo no es que sea un mitómano (¿así es que se dice eso?), como dice el señor Juan Gossaín. Lo que pasa es que vienen a preguntarle tantas cosas a uno, y qué más se puede hacer, pues mamarles gallo". Son las palabras con que recibe al reportero de SEMANA el polizón, John Pablo Colorado, que viajó en un avión de Avianca a Francfort escondido en una bodega, en la que se transportaban flores de exportación.
John Pablo no sólo ha sido llamado mitómano y mentiroso. Hasta de cínico ha llegado a acusársele por parte de los periodistas. Pero la verdad es que la historia de este pequeño polizón va más allá de estos simples calificativos. John Pablo Colorado hace más de 5 años trabaja en el aeropuerto y hace 7 ve por él mismo, desde cuanto tenía 7 años de edad. Comenzó a ganarse la vida barriendo busetas en las rutas del aeropuerto. Allí se fue haciendo amigo de casi todos los conductores, quienes lo recogían y lo llevaban gratis hasta el paradero, debido al cariño que le habían tomado al "mono". Empezó entonces a conocer azafatas y auxiliares de vuelo, que de vez en cuando le daban algunas propinas. Después se hizo amigo de los capitanes y cambió su oficio de barrendero por el de maletero, pero internacional, porque aclara John Pablo: "A mí me ha gustado es ser amigo de los capitanes de los vuelos internacionales" y de esta manera, se fue introduciendo poco a poco en la vida de los aviones.
Su afición por éstos prácticamente nació con él. Según cuenta su madre, doña Rosalba Lozano Pedraza, "él nunca jugó a las pistolas o a los carros como sus hermanos, siempre fue a los aviones, a ser piloto o paracaidista y todo eso". Pero si a alguien le puede caber duda respecto a lo que dice su madre, inmediatamente la disipará si conoce el cuarto en donde vive John Pablo. Tiene un aeropuerto construido a base de esos jaboncitos empacados que se encuentran en los baños de los jets de Avianca intercalados como ladrillos, cuya pista está cercada por vasos en los que se reparte la gaseosa en los vuelos. Como torre de control ha colocado una réplica de la torre Eiffel de París que le regaló "un amigo de Eastern", y además de haber construido algunos de los aviones, ha rodeado toda su edificación de escudos y adhesivos de las diferentes compañías aéreas internacionales. Todas las mañanas consiente sus aviones y muñequitos y prácticamente no hay día en que no le agregue algún cachivache. Afirma que le gusta vivir independientemente y que por eso no le pide plata a sus padres. Su madre dice que "él es así como tan inteligente porque siempre ha querido demostrarle a su padre, quien nunca quiso reconocerlo, que él va a llegar lejos". Efectivamente va a llegar lejos (ya llegó a Francfort, por lo menos), porque asegura que "la próxima vez sí lo voy a hacer bien. Voy a viajar, no voy a decir cómo, pero esta vez lo haré para quedarme un tiempito". Sostiene que a él no lo pillaron, sino que él mismo se delató, ya que su objetivo no era quedarse sino tener la aventura de viajar en el Jumbo: "Si yo no hubiera querido, dejarme coger, no me cojen, porque yo no soy tan bobo. A mí se me facilita mucho viajar y el Jumbo me brinda muchas oportunidades", dice, ufanándose de sus habilidades. Al preguntársele por qué habla como mexicano, responde: "Es que a mí no me gusta hablar como todos, yo siempre me he sentido superior".
Sus aires de superioridad son los que lo llevaron desde pequeño a renunciar a quedarse al lado de su madre, que vive en el barrio Almirante Padilla, uno de los últimos barrios del suroriente de Bogotá, en una casa que hace las veces de tienda y en donde se tiene que dormir con los olores que expide un orinal no muy bien atendido. El vive orondamente en el barrio Santa Lucía, más al centro, y considera que su reino no es de ese mundo. "Mi mundo es el de los aviones", dice, enarbolando uno que tiene forma de cohete.
Su mayor preocupación por ahora es la de que no sirva este hecho para que le descubran su fortaleza. Pide que no se dé la dirección en donde vive, ante el temor de que Avianca se entere de que tiene por lo menos dos mil jaboncitos, producto de 5 años de trabajo, y seguramente de que los periodistas no sólo lo acusen de mitómano, sino también de cleptómano.