Al hospital de Mocoa nunca habían llegado más de 80 pacientes. Esa cifra había colapsado los servicios de salud en una emergencia que se presentó por cuenta de un accidente de tránsito. Pero el 31 de marzo a media noche, el Hospital Departamental José María Hernández, simplemente no dio abasto. Los médicos y enfermeras vieron aterrados cómo llegaban centenares de personas heridas cubiertas completamente de barro. Solo habían 79 camas disponibles, esas que algunas vez se consiguieron para el accidente.
Lo que sucedió esa noche superó toda la capacidad de la ciudad. El nombre técnico del desastre es avenida fluviotorrencial, pero las personas de Mocoa le llaman avalancha. Se trató del tercer desastre meteorológico con más mortalidad del país, 392 personas murieron, según la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo y Desastres (Ungrd).
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No había electricidad ni agua. El sistema de información del hospital no estaba disponible, los médicos debían anotar a pulso los datos de los pacientes. La muerte y el caos pisaba la ciudad y las puertas del hospital. En ocho horas 71 cadáveres fueron llevados allí, como no podían tener más tuvieron que poner una barrera para impedir la llegada de más cuerpos.
En las primeras 12 horas después de la emergencia llegaron al hospital 385 personas. El lugar estaba colapsado, todos allí se duplicaban para ayudar, mientras afrontaban la noticia de que cinco compañeros habían muerto.
Nueve meses después de la tragedia la Cruz Roja, el Sistema Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres, el hospital, la alcaldía y la gobernación se dieron cita para evaluar cómo habían afrontado la emergencia y cuáles lecciones les dejó la atención en salud. Cada uno desde su área aportó su experiencia.
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La Cruz Roja realizó una investigación para recopilar las lecciones aprendidas e incorporarlas a su plan nacional. Concluyeron, por ejemplo, que no había un plan local para "salud pública en desastres", pero sí un plan de emergencia en el hospital que funcionó a pesar de que su líder murió en la tragedia. SEMANA habló con Francisco Moreno, director de Salud de la Cruz Roja sobre la atención que se brindó.
SEMANA: La Cruz Roja decidió quedarse durante ocho meses más brindando atención en salud, ¿por qué?
Francisco Moreno: Habitualmente la Cruz Roja en la emergencia interviene y apoya en búsqueda y rescate, atención prehospitalaria y cuando pasa la primera parte se retira y continúa el sistema de salud de la región. En este caso por la magnitud de la avenida fluviotorrencial y el sistema de salud -que era acorde a unas necesidades- afrontó una situación que lo desbordaba y no podían brindar toda la atención por insuficiencia de recursos. Por eso hicimos una estrategia de unidades móviles en salud y el programa de salud mental. El 30 de noviembre terminamos esa fase. Pensamos que la mejor forma de presentar los resultados era haciendo un encuentro académico.

SEMANA: ¿Cuáles fueron las principales lecciones y cuáles los retos?
F. M.: Uno de los principales retos es el tema de salud mental, porque se va quedando relegado. Hubo un número de muertos muy grande, pérdidas materiales y económicas. Las personas estaban muy afectadas, la etapa inicial fue muy dura, cuando les tocaba reclamar los cuerpos de sus familiares. Allí la Cruz Roja hizo una intervención bastante grande. El sistema en la región, así como el nacional necesita más fortalecimiento en esa parte, tener más personas capacitadas en salud mental para este tipo de situaciones. También se debe tener en cuenta que no se trata solo de es atender desde los hospitales y los puestos de salud, hay muchas personas que están enfermas pero se quedan en la casa, tienen enfermedades crónicas y necesitan un tratamiento especial. Lo que hicimos fue ir directamente a las comunidades y hacer un proceso de caracterización para determinar el número de niños, adultos mayores, personas con una enfermedad particular. Eso nos ayudó a prevenir las complicaciones.

SEMANA: Hablemos de la salud mental, ¿qué tenían los mocoenses?
F. M.: Una de las situaciones que tuvo mayor impacto fue las muertes y el proceso que tuvo que darse para la entrega de los cadáveres, todo se concentró en el cementerio, las familias tenían que ir y hacer el proceso de identificación. Fue muy rápido pero fuerte. Encontramos muchas familias que se descompensaron totalmente al saber que su familiar había fallecido, con los psicólogos de Cruz Roja tuvimos que hacer múltiples atenciones. Pasada la emergencia se hizo un simulacro y una señora al escuchar las sirenas se descompensó desde el punto de vista emocional, recordó todo y lo vio como una realidad, a pesar de que se hizo la difusión de que se trataba de un simulacro. Cuando uno tiene esos dolores adentro hay detalles que lo devuelven al mismo sitio y se afecta toda su estabilidad.

FOto: Carlos Julio Martínez / SEMANA
SEMANA: Pasada la tragedia hay muchas personas que continúan viviendo en zonas de riesgo, ¿qué se puede hacer?
F. M.: Es frecuente que suceda. Hemos trabajado con ellos para indicarles el nivel de riesgo no solamente en una emergencia, sino que allí no van a tener servicios básicos y se van a enfermar. Mediante el programa que tiene la Cruz Roja de medios de vida queremos incentivar que empiecen a buscar un medio de subsistencia diferente y se puedan trasladar. Hay que trabajar mucho con las comunidades para que entiendan eso, no es solo capricho, hay que entender ese arraigo o ese temor a perder absolutamente todo.
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SEMANA: ¿Cómo ha sido el trabajo con las comunidades?
F. M.: Hay que entender que la comunidad tiene su sabiduría propia, y que también tiene la capacidad de atender emergencias a su manera, sin suplir al médico. Hemos hecho comités de salud comunitaria, los hemos capacitado en cómo manejar con medidas caseras una deshidratación mínima de un niño para evitar que se complique, y que también identifiquen cuándo no hay que esperar y deben ir al hospital. Esos comités comunitarios que quedan instalados en 16 barrios van a permitir que haya una buena respuesta de la comunidad, que identifiquen esos riesgos.
SEMANA: ¿Cuál es el balance de la atención durante la emergencia y cómo queda Mocoa en esta materia?
F. M.: Hubo una respuesta totalmente eficiente ante una emergencia tan grande, se evacuaron más de 100 pacientes en menos de 24 horas en un puente aéreo que se hizo a través de Villa Garzón. Por supuesto que hay que mejorar algunas situaciones, pero eso muestra que tienen una organización y que Mocoa queda con una fortaleza muy grande en el sistema de salud pública y comunitaria. A futuro la prestación directa de los servicios de salud será igual a como estaba antes de la tragedia porque eso no se ha modificado. Seguramente con el nuevo hospital que va a tener un nivel mayor de complejidad eso se mejorará. La Cruz Roja hizo una intervención de ocho meses en la que estuvimos con médicos, enfermeras, odontólogos y psicólogos en 16 barrios que se coordinaron con las mismas secretarias para que fueran zonas en las que no tuvieran otro tipo de intervención, allí asistimos a más de 7.000 personas en el nivel individual y alrededor de 21.000 beneficiarios indirectos.

SEMANA: ¿Tuvieron entre sus rescatistas víctimas de la emergencia?
F. M.: Siempre evaluamos eso porque quien ha sido víctima de la emergencia ya tiene un grado de afectación importante y puede afectar el equipo. En ese caso ellos fueron más bien sujeto de atención que participantes. Posteriormente, personas que conocen la región y que veíamos que podían haber superado esta situación se incorporaron en los equipos.
SEMANA: ¿Cómo evitaron terminar afectados emocionalmente durante la emergencia?
F. M.: Todos los voluntarios que salen a emergencia tienen que tener una preparación en autocuidado y salud mental. Deben estar entrenados para el tipo de atención que van a brindar. Todos los días se hace una actividad al finalizar el día, donde se desactiva el grupo y se comentan las experiencias que han sido más complejas, se identifica quiénes tienen un grado de cansancio alto y no tienen que trabajar al otro día, cómo ha sido la alimentación y que tengan los niveles de sueño necesarios. Un rescatista responsable no es aquel que dura 72 horas sin dormir, es el que sabe tomar sus tiempos de descanso y alimentación y está listo para poder atender una situación. Tenemos un psicólogo experto en temas de salud mental en personal de socorro.
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