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En la reunión de la semana pasada, los cancilleres Carolina Barco y Alí Rodríguez acordaron un ambicios cronograma de reuniones. La próxima será de los dos presidentes, Álvaro Uribe y Hugo Chávez, a comienzos de julio

Tregua

Las relaciones entre Colombia y Venezuela pasan por un momento tranquilo, pero se mantienen las diferencias de fondo. Pronóstico reservado.

17 de junio de 2006

Casi todo, en la reunión que sostuvieron el jueves en Caracas los cancilleres de Colombia y de Venezuela, Carolina Barco y Alí Rodríguez, tuvo apariencia de luna de miel. La facilidad con que se redactaron las declaraciones conjuntas no tuvo nada que ver con las tensiones de otras épocas. En el alto gobierno venezolano dicen que la ratificación de Barco en la Cancillería compensa el nombramiento de Juan Manuel Santos -un insistente crítico del presidente Hugo Chávez- en el Ministerio de Defensa. Además, los anuncios después de la cumbre no fueron nada despreciables: se mantienen todas las comisiones bilaterales creadas para tratar diversos temas, el 8 de julio se iniciará -con reunión de los dos mandatarios, Álvaro Uribe y Chávez- la construcción del gasoducto binacional, y se culminarán obras de infraestructura importantes para la región fronteriza.

La relación entre Carolina Barco y Alí Rodríguez se ha fortalecido. Ambos discretos y con acceso privilegiado a sus respectivos jefes, han desactivado crisis sin alardes ni publicidad algunas. Barco estuvo pendiente del tratamiento médico que se hizo Rodríguez en Cuba en los meses de marzo y abril. Y se hablan con franqueza sobre discrepancias como el TLC o el apoyo de Colombia a la candidatura de Guatemala para ocupar una silla en el Consejo de Seguridad de la ONU, en competencia con Venezuela. "Colombia sigue una política exterior que coincide más con Estados Unidos que con nosotros", dijo el ministro venezolano cuando su colega colombiana informó que no apoyaría la polémica y decisiva candidatura de su país.

"El pragmatismo se tomó esta relación", dice un diplomático acreditado en Caracas. Ni los comunicados oficiales, ni las conversaciones en privado tratan de temas ideológicos. Los dos gobiernos entienden que forman parte de campos distintos en la nueva configuración política de América Latina. Evitar crisis y trabajar en lo que se puede -obras concretas, con énfasis en el sector energético- parece ser la fórmula adoptada. El pragmatismo alcanza, incluso, para gestos políticos tan favorables como el que tuvo Chávez a favor de Uribe antes de las elecciones, cuando afirmó que "soy más amigo de Uribe que de Carlos Gaviria" (el candidato del Polo Democrático Alternativo que se considera cercano al mandatario Hugo Chávez).

En la difícil relación con un gobierno de línea política tan diferente, el presidente Uribe ha logrado además algunos avances. Su propia reelección y la de Alan García en Perú tuvieron la connotación de que se frenaba la ola de victorias de la izquierda. En la crucial competencia de México, que se definirá el 2 de julio, ya no está asegurado el triunfo de Andrés Manuel López Obrador, ahora empatado en las encuestas con Felipe Calderón, del gobernante PAN, crítico abierto de Chávez. La más significativa jugada de Uribe fue haber llegado a Washington la semana pasada, a entrevistarse con George W. Bush, con una carta de los presidentes andinos (con la excepción de Chávez, quien está en proceso de retirarse de la Comunidad Andina) para solicitar la extensión de las preferencias arancelarias. Fue muy significativa la presencia en Quito, con los presidentes andinos, del chavista Evo Morales.

Como todas las lunas de miel, la que actualmente gozan Colombia y Venezuela tarde o temprano le dará paso a la vida cotidiana. Es decir, al mundo real, donde los dos gobiernos tienen que convivir con visiones totalmente distintas. Las consecuencias de la llegada de Santos al Ministerio de Defensa, y del sorprendente apoyo a Guatemala, sólo se conocerán en el mediano plazo. Al embajador saliente, Enrique Vargas Ramírez, lo conocen mejor en los círculos de la Venezuela anterior a Chávez, en la que mandaban AD y Copei, y por eso ha mantenido un muy bajo perfil. Y el nuevo, Luis Alfredo Ramos, en medio de declaraciones de miembros de su partido en contra de su aceptación del cargo, ha dejado la sensación de que mira con desdén el manejo de una relación tan importante. Gestos de esta naturaleza son todo un antídoto contra cualquier luna de miel.