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A tres bandas

Cómo el ex presidente Samper ha buscado reencaucharse y cómo con el tema de la extradición borró lo que había logrado con su astucia política.

4 de julio de 2004

Ernesto Samper es el único ex presidente que está en campaña. Pero, a diferencia de un político tradicional, no quiere llegar al poder sino reivindicarse ante el país de su paso por el gobierno. La campaña de Samper no tiene como fin el Solio de Bolívar sino algo mucho más mundano: limpiar su nombre.

Como buen billarista de la política, Samper taca a tres bandas para recuperar una imagen salpicada hace 10 años por el proceso 8.000, que destapó cómo dineros de los carteles de la droga financiaron su campaña presidencial.

En la primera banda, el ex presidente pretende afirmar su identidad política enarbolando un discurso ideológico de centro izquierda y haciendo énfasis en el tema social. En la segunda banda, consolida sus redes políticas en las distintas esferas del régimen. Y en la tercera, se apropia de temas de la agenda pública que lo proyectan como un presidente que tira línea y genera debate.

El interés de Samper por posicionarse como líder ideológico de la socialdemocracia se refleja en los contenidos de su último libro El salto global. En el texto, cuyo título recuerda su lema de gobierno "El salto social", sostiene que para los países de América Latina se debe proponer una nueva agenda social para generar bienestar. Samper siempre ha sido un liberal de izquierda y sus planteamientos públicos como la renegociación de la deuda externa, las críticas al modelo neoliberal y a los informantes y el apoyo al acuerdo humanitario van en contravía de un país derechizado. No obstante, como buen zorro de la política, sabe que el péndulo se devolverá en menos tiempo de lo que se piensa.

En este nivel, el ideológico, ha contado con el apoyo de varios columnistas que generalmente celebran sus salidas y con el de otros que, a pesar de haber sido críticos de su gestión, valoran ciertas de sus recientes propuestas. Por ejemplo, Juan Manuel Santos, un enconado enemigo político, en un reciente artículo en El Tiempo dijo: "A pesar de las diferencias que he tenido -y tengo- con el ex presidente Samper, reconozco que su último libro es un importante esfuerzo en la búsqueda de un rumbo para América Latina".

Pero Samper no sólo estaría buscando que reconozcan sus habilidades académicas, sino también su capacidad de recomponer los apoyos políticos que perdió después del 8.000. Precisamente en el lanzamiento de su libro, el pasado 17 de junio, puso a prueba su capacidad de convocatoria. Para nadie era un secreto que después del lanzamiento habría un coctel político en el que Samper tacaría la segunda banda.

A pesar de que a pocos les gusta que los relacionen con el samperismo, muchos llegaron puntualmente al evento. El Procurador, el Fiscal General, la Presidenta de la Corte Constitucional, ex fiscal Alfonso Gómez Méndez y el embajador Horacio Serpa estuvieron entre los más atentos. El lanzamiento de El salto global fue más que la presentación de un libro. Terminó convirtiéndose en un espacio de encuentro en el que la crema y nata del liberalismo y de otros sectores de la política aprovechó para discutir temas de la coyuntura nacional. La reelección y las posibles candidaturas para 2006, entre otros.

En el terreno político, Samper es el hombre que está tendiendo los puentes entre los liberales y la izquierda para enfrentar la posible candidatura de Uribe en las próximas elecciones. Fue el ex presidente, por ejemplo, quien hace casi un año propuso que el entonces candidato oficial del liberalismo, Jaime Castro, adhiriera a la campaña de Luis Eduardo Garzón, del Polo Democrático, argumentando que encarnaba las banderas de "lo social".

El interés máximo de Samper es recobrar su vigencia política. Y para reafirmar su identidad, ha marcado distancia del presidente Uribe, con quien tiene pocas coincidencias políticas. Pero su influencia va más allá del discurso y de la oposición a las directrices del primer mandatario. También se hace evidente en el control que mantiene sobre miembros del Congreso y del Concejo de Bogotá. En la Cámara de Representantes tiene un poder que -aunque no es definitivo- es capaz de ponerle obstáculos a las iniciativas con las que está en desacuerdo. Así sucedió en el debate de la reelección en la comisión primera, donde cinco congresistas de sus huestes pusieron a tambalear los votos necesarios para que el proyecto pasara a su siguiente debate. En el Congreso, Ernesto Samper no tiene la credibilidad ni la capacidad política para armar mayorías, pero sí para influir sobre las minorías que terminan inclinando la balanza.

En el Concejo capitalino la mayoría de los liberales también le piden línea al ex presidente. Así lo reconoce uno de ellos: "Samper influye en la política distrital en cosas que difícilmente se pueden controlar. Sus maniobras van desde la elección de Juntas de Acción Comunal hasta el nombramiento de un director de hospital. Mimetiza muy bien sus redes, a través de las del doctor Serpa".

En cuanto al control burocrático, Samper tiene influencia sobre algunos cargos medios de la Contraloría, de la Comisión Nacional de Televisión y del Consejo Nacional Electoral (CNE). En los mentideros de la política se comenta que su poder llega a tal punto que incluso el presidente Uribe le habría pedido interceder frente al CNE para que eliminara del censo electoral a los muertos y militares activos en aras de que los votos del referendo superaran el umbral que se necesitaba.

La búsqueda de reconocimiento de Samper también se apoya en la apropiación de temas políticos de la agenda nacional. Así, por ejemplo, se adueñó de la vocería de su partido frente al tema del intercambio humanitario con las Farc. En este sentido, ha sido consecuente con una posición liberal y con las declaraciones que han hecho copartidarios suyos como el ex presidente Alfonso López. Sin embargo, algunos de sus opositores creen que con la defensa del intercambio sólo estaría ejerciendo un fino oportunismo político, buscando protagonismo en los medios y consiguiendo apoyo entre los familiares de los secuestrados. Con esto estaría tacando la tercera banda.

Ante las críticas, Samper no se ha quedado quieto. Cada vez es más frecuente verlo y oírlo en entrevistas en las que siempre da de qué hablar y con las que haciendo gala de su agudo sentido del humor, busca reconquistar algunos sectores con poder político y mediático que han sido sus más duros críticos.

Pero lo que parecía una estrategia bien pensada de Samper para recuperar reconocimiento y limpiar su imagen se fue al traste cuando planteó públicamente la necesidad de revisar la figura de la extradición con el argumento de evitar una nueva ola de narcoterrorismo en el país.

Más allá del debate jurídico y político sobre la extradición, lo que se critica es que la propuesta de revisar esta figura venga del mismo presidente que hace 10 años llegó al poder con dineros de la mafia. Y más aún, que lo haga cuando la Corte Suprema de Justicia está estudiando el concepto que avala la extradición de los Rodríguez Orejuela. Las afirmaciones del ex presidente han sido controvertidas incluso por algunos de los que se definen como sus amigos. Rodrigo Pardo, quien fue su canciller y ahora es subdirector de El Tiempo, señaló en su columna del primero de julio que "lo más desconcertante de las metidas de pata del ex presidente es que atentan contra las oportunidades de lograr el famoso reencauche del que tanto se habla".

Los intentos de Samper por reivindicar su legado podrían compararse a los que utilizó Nixon después de que salió de la Casa Blanca. De ser acusado de haber faltado a la ética pública, se dedicó a abrirse paso como un estadista capaz de proyectarse desde la reflexión académica. Lo mismo pasó con su secretario de Estado, Henry Kissinger, quien hoy pasó, justo en 10 años, de ser un político paria a ser un líder controvertido, admirado en los altos círculos de la academia y del poder.

Tanto Samper como Nixon compartieron un mismo destino. Los dos comenzaron sus verdaderas campañas el día en que terminaron su presidencia.