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UN ALCALDE JUGUETON

"Si el Alcalde quiere jugar, abramos el tablero de su administración y hechemos los dados..."

Por María Isabel Rueda
1 de marzo de 1993

Un Alcalde juguetón
ENFRENTADO A LAS CRITICAS QUE DESde muchos sectores de la opinión se le están haciendo a su gestión, el alcalde Jaime Castro le propone a la Revista SEMANA jugar a las apuestas, sobre un interrogante cuya respuesta afecta sensiblemente el futuro de la capital del país: ¿Ha logrado la gestión del alcalde Castro conjurar el caos financiero de Bogotá, heredado sucesivamente de administraciones anteriores?
El Alcalde dice que sí. Yo digo que no. Más aún, yo digo que los esfuerzos del Alcalde tienden a representar un simple maquillaje del problema financiero de Bogotá, más que una solución estructural de las finanzas distritales.
Si lo que el Alcalde quiere es jugar, pues juguemos. Abro el tablero de su administración sobre una mesa, arrojo los dados y muevo mi ficha cuatro espacios. Llego a una casilla que dice: "Problemas financieros graves. Pierde un turno".
Es ampliamente conocido el delicado tema financiero del Distrito. Los ingresos están estancados, se ha desbordado el crecimiento de los gastos (en los últimos 10 años los costos laborales han crecido cerca del 37 por ciento por año) y los estragos de la deuda externa han creado un déficit fiscal del orden de los 250 mil millones de pesos en 1992.
Para cualquier experto la solución es clara. Por un lado hay que conseguir más plata, ampliando la base tributaria, incrementando los impuestos y controlando la inmensa evasión fiscal de la ciudad. Y por el otro lado hay que gastar menos plata, apretándole la tuerca a la corrupción, al despilfarro, a la burocratización, y a las exageradas condiciones laborales de amplios sectores de trabajadores distritales. También hay que poner en cintura los altos niveles de los gastos de funcionamiento. Además, ha que reestructurar la deuda externa distrital, que actualmente asciende a 2.350 millones de dólares.
Sin embargo, el alcalde Castro ha canalizado todos su esfuerzos para esquivar las soluciones obvias al problema.
Se ha negado a incrementar las tasas impositivas (con lo que ha hecho honor a sus promesas de campaña, pero con lo que a su vez comete una grave irresponsabilidad con la ciudad). Ha propuesto la disminución en el ritmo de incremento de los servicios públicos. No ha prestado suficiente atención a las recomendaciones orientadas a la ampliación de la base tributaria.
Y aunque es cierto, como lo afirma en su carta a SEMANA, que ha puesto en ejecución un plan de ajuste y austeridad, las cifras presentadas como ahorro en este aspecto, 3.800 millones de pesos, constituyen menos de medio punto porcentual del presupuesto distrital. El despilfarro, el clientelismo, la corrupción y las leoninas convenciones colectivas de trabajo continúan siendo las características principales de la realidad financiera del Distrito.
A todo lo anterior se suman las delicadas observaciones del Contralor Distrital, que quedó excluido del juego del señor Alcalde de Bogotá. Dice el Contralor que el presupuesto presentado por la administración de Castro está inflado en docenas de miles de millones de pesos. Dice que de acuerdo con ese presupuesto no habrá inversión social en Bogotá en 1993. Dice que el plan de ajuste y austeridad de Castro no ha funcionado, porque las medidas adoptadas no han sido las más afortunadas. Y dice que el déficit fiscal de 1993 marcará un récord en la historia de la ciudad, por lo cual, si en 1992 la situación fue mala, en 1993 será peor.
Si todavía al Alcalde Castro le quedan ganas de jugar, le propongo este: que eche los dados y juegue a no caer en ninguna de las anteriores predicciones del Contralor Distrital.
Merece comentario especial la forma como el Alcalde ha depositado todas sus esperanzas de redención financiera de la ciudad en la peligrosa ruleta para seguir jugando de la "valorización por beneficio general", iniciativa que les fracasó a Andrés Pastrana y a Juan Martín Caicedo por las mismas razones por las cuales podría volver a fracasarle a Castro: el atraso catastral de Bogotá en más de 300 mil predios, las endebles bases legales y constitucionales de la iniciativa, y los factores de rebelión tributaria.
No sobra recordar que la oposición vertical de Castro a la valorización fue una de las grandes banderas de su campaña para la Alcaldía...
Pero ya que el Alcalde está en ánimo tan juguetón, repasemos sobre el tablero de su Alcaldía otras casillas diferentes a la del caos financiero. Arrojo los dados, avanzo ocho espacios y me detengo en una casilla que dice: " Cayó en las JAL. Retroceda cinco casillas".
En realidad las JAL o Juntas Administradoras Zonales podrían terminar retrocediendo a la administración de Bogotá varios años hacia atrás. Este esquema descentralizador establece un gobierno "parlamentarizado" y por consiguiente altamente politizado. Las JAL debilitan el poder Ejecutivo en cabeza del alcalde zonal y politizan exageradamente el gobierno local. Ha habido casos en los que se han convertido en pequeños centros generadores de corrupción administrativa, como sucedió con la JAL de Kennedy, donde alcalde y edil juntaron fuerzas para extorsionar a los comerciantes del sector.
Pero aún si las JAL tuvieran buenas perspectivas políticas, se hundirían por su ausencia de capacidad administrativa, financiera y operativa. El presupuesto total de las JAL para 1993 no llega siquiera al cinco por ciento del mínimo requerido para el cumplimiento básico de sus funciones.
¿Qué tal el caso de la JAL de Chapinero, que sesiona en un garaje, no cuenta con papelería ni elementos y toma turnos con los funcionarios de la alcaldía zonal para utilizar una línea de teléfonos?
Echamos nuevamente los dados y llegamos a una casilla que dice: "El Guavio: avance dos casillas". Y luego llegamos a otra que dice: "Servicios públicos: retroceda 10 casillas".
Reconocemos que se cumplió con el Guavio. Pero no se trata de una victoria plena del Alcalde. En honor a la verdad, el Gobierno nacional y el presidente Gaviria tienen grandes acciones en la prendida del Guavio.
En cuanto a los demás servicios públicos, comencemos por teléfonos. La situación allí es un verdadero desastre. La ETB está en una profunda crisis, con 100 mil líneas telefónicas dañadas, una desmoralización generalizada de sus funcionarios y el auge de una empresa paralela de los empleados y ex empleados que ha producido el curioso fenómeno de privatizar la Empresa de Teléfonos por la puerta de atrás. Mientras tanto, su gerente no piensa sino en construir las bases de su campaña a la Alcaldía de la ciudad montado sobre el potro de Tele-Bogotá...
En cuanto a la seguridad de la capital... llego a una casilla que dice: "Lo mató la inseguridad. Regrese al principio del juego". Son pocas las acciones que la actual administración distrital ha emprendido en este campo. El sistema CAI está en crisis y se le viene cuestionando severamente desde la perspectiva de la técnica policial. Pero no hay un programa en marcha para reemplazarlo. El sistema de las comisarías e inspecciones, como lo denunció recientemente el concejal Carlos Sonderos, está al borde del colapso.
Pero si nada de lo anterior funciona, todavía debería quedarnos la esperanza de ver resucitar al hábil político, al manzanillo de Boyacá, al estadista Jaime Castro. Uno de los pocos hombres con la habilidad política que se requiere para armar una gran coalición multipartidista de los buenos y los honestos, y orientarla hacia la salvación de Bogotá. Al fin y al cabo, ¿para qué, si no para eso, debe servir la habilidad política?
Sin embargo, aquí tampoco podemos declararnos satisfechos. En el Concejo ha reinado una paz política inestable y precaria, sobre la base de conservar el statu quo, pactar la no privatización de las empresas distritales y no hacer olas en las pesadas aguas de la realidad distrital. Dicen las malas lenguas que el alcalde Jaime Castro está pasando agachado para salir sin traumatismos de la Alcaldía, y enfilar baterías hacia rumbos políticos superiores.
Volviendo a la carta que Jaime Castro le envió al director de la Revista SEMANA, voy a proponerle un sistema que podría ahorrarle el gasto que implica la contratación de un sistema de auditoría privada. Si, como lo sostiene en la mencionada carta, el Alcalde está tan bien de plata, ¿por qué no la gasta?
No, señor Alcalde. A Bogotá no la salvan ni los juegos, ni las apuestas. Ni con un par seis podríamos recuperar el terreno perdido que lleva su administración. A Bogotá sólo la salva que usted se posesione y se dedique a hacer un buen gobierno. -