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Un año terrible

Una serie de fracasos hace pensar que los mejores tiempos quedaron atrás para la Nasa, la agencia espacial norteamericana.

22 de mayo de 2000

La imagen de la Agencia Espacial Norteamericana (Nasa) está en su punto más bajo desde la catástrofe del transbordador espacial Challenger en 1986. El año pasado la Nasa sufrió una serie de reveses que culminaron con la pérdida de dos sondas de exploración de Marte. El Mars Orbiter resultó destruido en septiembre como consecuencia de una confusión que surgió entre los controladores de vuelo por el empleo simultáneo de los sistemas métrico y anglosajón. El Mars Polar Lander, que debía aterrizar suavemente sobre el planeta rojo el 3 de diciembre, desapareció sin dejar rastro después de ingresar en la atmósfera marciana. El 28 de marzo un panel independiente presidido por Thomas Young, ex vicepresidente de Lockheed-Martin, publicó su informe acerca de la misteriosa desaparición del Mars Polar Lander. Aunque en él plantea una conclusión tentativa acerca de las razones técnicas más probables del fracaso de la sonda interplanetaria, dice en todo caso que los motivos de fondo del problema fueron la insuficiencia de financiación y la mala administración.

El panel consideró varias formas posibles en las cuales pudo ocurrir la falla: el lugar elegido para el amartizaje pudo haber resultado inapropiado; el paracaídas pudo haber cubierto la nave, aislándola; la agitación del combustible de la unidad de descenso pudo haber causado una pérdida de control del sistema de guiado. Sin embargo los investigadores decidieron que lo más probable es que los culpables hayan sido los motores de descenso, un conjunto de motores cohete que debían controlar el descenso y garantizar una llegada suave.

En la semana que precedió la publicación del informe hubo mucha especulación, que la Nasa refutó enérgicamente, acerca de que los susodichos motores no habrían sido probados apropiadamente. Hubo inclusive afirmaciones —igualmente negadas con vehemencia— de que los controladores de la misión se habrían dado cuenta de esta omisión unos pocos días antes de que la sonda llegara a Marte, que habrían concluido que tenía muy pocas posibilidades de seguir funcionando y que habrían decidido guardar silencio al respecto. Sin embargo los investigadores no encontraron evidencia acerca de ningún ocultamiento de esta especie. Plantearon que la causa más probable del accidente es que los sensores situados en las patas de la unidad de descenso que debían informar de su contacto con el suelo marciano, hayan sido disparados por el movimiento de despliegue de las patas a mitad de vuelo. La información errada de los sensores debe haber determinado que se apagaran los motores prematuramente, lo que hizo que el aparato se precipitara contra la superficie marciana desde una altura de 40 metros. El problema podría haber sido prevenido mediante unas instrucciones especiales al computador de vuelo pero su posibilidad no fue notada durante las pruebas debido a un error de cableado. El error de cableado se corrigió pero no se repitieron las pruebas.

La lectura del informe será par-ticularmente desagradable para Dan Goldin, el jefe de la Nasa, ya que señala “errores significativos” en el desarrollo del programa para la exploración de Marte, incluyendo el nombramiento de funcionarios inadecuados, la insuficiencia en las pruebas y las deficiencias de manejo administrativo. El informe sugiere que las dos sondas perdidas carecían de un 30 por ciento de la financiación necesaria y que las microsondas Deep Space Two, que se encontraban a bordo de la unidad que debía aterrizar en Marte —las cuales también se desvanecieron—, simplemente no estaban listas para ser lanzadas.

La investigación del grupo de Young es parte de una revisión profunda del plan de exploración de Marte que tiene la Nasa. Ya fue pospuesto el lanzamiento en 2001 de una sonda de diseño similar al Mars Polar Lander, la cual también debía aterrizar en Marte. Se mantienen, no obstante, los planes para lanzar una sonda orbital alrededor de Marte. Sin embargo, independientemente del resultado de la revisión del programa, ya ha sido abandonada la meta original de traer a la Tierra muestras del suelo marciano a más tardar en 2008.

El programa de exploración de Marte no es el único que está en problemas. Los cuatro transbordadores espaciales de la Nasa también están generando preocupación. En julio pasado uno de ellos estuvo a punto de tener que hacer un aterrizaje de emergencia cuando fallaron dos de sus seis computadores y uno de sus motores no funcionó. Desde entonces han aparecido numerosos problemas de mantenimiento, desde cables en mal estado hasta mangueras de combustible con escapes, pasando por repuestos imperfectos. En diciembre hubo que acortar una misión de reparación del telescopio espacial Hubble (que se descompuso en noviembre) para evitar problemas potenciales con el virus del milenio. El mes pasado un informe sobre seguridad en el transbordador reveló problemas potencialmente peligrosos que los procedimientos habituales de mantenimiento no habían logrado detectar. El informe concluyó diciendo que sólo “la suerte o la Providencia” había evitado un desastre.

Otra fuente de constantes situaciones embarazosas es la Estación Espacial Internacional, cuya construcción lleva meses de retraso. En marzo se supo que la firma Boeing, uno de los contratistas de la Nasa para la fabricación de la estación, había botado accidentalmente a la basura dos de los tanques de combustible de la estación durante una reorganización de sus bodegas. Los dos tanques cuestan 750.000 dólares. Los funcionarios de la firma contratista excavaron el relleno de desperdicios donde se suponía que habían enterrado los tanques, pero éstos no aparecieron. El mes pasado una sonda espacial llamada Hessi, que vale la módica suma de 75 millones de dólares, fue dañada accidentalmente en unas pruebas de vibración durante las cuales la agitaron con demasiada fuerza. La reparación de la sonda y la reposición de sus paneles solares retrasarán por lo menos seis meses su lanzamiento, originalmente planeado para julio.

Existe por lo menos una luz en este oscuro firmamento: está llegando una enorme cantidad de fotografías y de datos de la Sonda de Encuentro con Asteroides Cercanos a la Tierra (Near), la cual está orbitando un asteroide llamado Eros. Lamentablemente la Nasa no puede adscribirse todo el crédito por el éxito de Near. El aparato fue construido por la Universidad Johns Hopkins, de Maryland, la cual también está manejando la misión y convirtiéndola en la primera misión planetaria dirigida por un centro espacial ajeno a la Nasa. A medida que los equipos de exploración espacial se vuelven más pequeños y baratos de construir, esta organización del trabajo en la cual la Nasa se encarga del lanzamiento y de las comunicaciones —pero deja de intervenir en el manejo de la misión—, puede generalizarse cada vez más. No tendría nada de malo en vista de las actuales dificultades de la Nasa.