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UN AVION EN EL BARRIO

Segundos antes de morir, un piloto le salvó la vida a decenas de habitantes de un sector residencial de Bogotá.

24 de octubre de 1988

Cuando se supo que un viejo avión se había estrellado en un sector residencial de Bogotá, la noticia no fue cuántas personas murieron, sino cuántas se salvaron. La proporción de la tragedia todavía no acaba de cuantificarse de no haber sido por la pericia del piloto José Iván Rojas, que logró evitar que el bimotor de matrícula HK-1247, se estrellara contra el conjunto residencial Lagos de Córdoba -4 bloques de apartamentos de 10 pisos cada uno-, al noroccidente de Bogotá.
El avión era un Martin B-26G bombardero, construído en 1944 y utilizado por los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, que se encontraba en reparación desde hacía un año en los talleres Neotécnica de Bogotá. El miércoles 22, a los 12 y 10 de la tarde, el avión despegó de la pista de Eldorado, para hacer su primer vuelo de prueba. El piloto Rojas iba en compañía del mecánico Gilberto Quirama Herrera, quien también murió. Dos minutos después, luego de alcanzar poca altura, el piloto informó a la torre de control que tenía dificultades para maniobrarlo. Enseguida de esto perdió toda comunicación.
Para los habitantes del sector todo fue confusión, ruido y después, el sentimiento de que se había producido un milagro ya que el avión iba directamente a estrellarse contra el conjunto residencial, pero el piloto alcanzó a maniobrarlo y pudo elevarlo
unos 200 metros para dirigirlo finalmente contra el caño Entrerríos, donde se estrelló. Antes de caer a tierra, envuelto en llamas, el avión rozó los techos de 7 casas a las cuales les causó graves destrozos. En una de esas casas se encontraban 40 obreros que almuerzan allí, y que resultaron ilesos. Los restos del avión quedaron esparcidos entre las casas y la extinción del incencio se prolongó durante varias horas, por cuanto el combustible que llevanba el aparato quedó en las aguas del caño.
En pocos minutos, los asustados vecinos se volcaron sobre el lugar del accidente. Para muchos de ellos, la motivación iba más allá de la mera curiosidad. Querían, de alguna manera, rendirle un último homenaje al piloto que, segundos antes de morir, les salvó, la vida.