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Un día de furia

La triste historia de cómo un reinsertado nunca pudo adaptarse a la vida civil y en un momento de rabia, dejó cuatro muertos.

12 de febrero de 2006

El miércoles de la semana pasada la angustia envolvió a José Absalón Aroca, un paramilitar desmovilizado del Bloque Tolima a quien la Fiscalía le había notificado que sería trasladado a la cárcel La Modelo de Bogotá. Durante todo el día se veía pensativo, hablaba solo y hacía gestos de rabia. Estaba nervioso y desesperado. Horas después estaría muerto. Ingresó al frente 21 de las Farc a los 18 años y cuando cumplió 26 años, decidió desertar cansado de vivir en el monte. Quería comenzar una nueva vida y para intentar un cambio se acogió a un plan de reinserción. Pero, según sus declaraciones, nunca le llegó el apoyo que le habían prometido por abandonar la guerrilla. Sin trabajo ni dinero y con un panorama incierto, Aroca pasaba los días recluido en un albergue para desmovilizados esperando que el gobierno le cumpliera en algún momento. Allí conoció a un desmovilizado de los paramilitares que estaba en una situación similar. Su nuevo amigo lo convenció de que era inútil continuar esperando una ayuda que no iba a llegar y le propuso regresar a las armas, esta vez en las filas de las AUC. Absalón aceptó e ingresó a las filas del Bloque Tolima. No tardó mucho en darse cuenta de que la vida ilegal con los paramilitares era tan mala como la que había soportado en la guerrilla. Tras permanecer cuatro meses en las autodefensas, decidió desertar por segunda vez de un grupo armado ilegal. El 28 agosto, durante un operativo en el municipio de San Luis, suroccidente del Tolima, Aroca vio la oportunidad y se entregó al Ejército. Les contó su historia y les manifestó que quería acogerse de nuevo al plan de reinserción que había abandonado. Como prueba de su deseo de intentar por segunda vez la vida civil, Absalón llevó a los hombres del Ejército hasta una caleta de los paramilitares en donde encontraron 35 fusiles, más de 10.000 cargas de munición, chalecos antibalas y otros elementos de guerra que por mucho tiempo buscó el Ejército. Absalón sabía que era un error abandonar el programa para ingresar a los paras, pero estaba confiado en que su colaboración con los militares resultaría en borrón y cuenta nueva. Estaba equivocado. El Comité para la Dejación de Armas le negó a Absalón su solicitud para reinsertarse. Dijo que cuando abandonó el programa, la Fiscalía General estaba en la obligación de librar una orden de captura en su contra por hacer parte de un grupo ilegal, y así ocurrió. Desde cuando se entregó al Ejército, Absalón permanecía, en calidad de informante, en las instalaciones del Batallón Jaime Rooke, en Ibagué. El ex guerrillero y ex paramilitar se ganó la confianza de los uniformados de esa guarnición militar y fue tal vez esta la razón para que el sargento Robert Peña Sánchez lo dejara solo en su oficina mientras salía por unos momentos. Absalón ya sabía que la Fiscalía había dado la orden de arrestarlo y trasladarlo a La Modelo. Cuando el sargento regresó a la oficina, Absalón lo atacó, le quitó el fusil y le disparó seis veces. Con el fusil en la mano, Absalón salió por la ventana de la oficina y comenzó a disparar contra los uniformados que estaban cerca del lugar. Las ráfagas alertaron a toda la unidad militar. "Estaba como enloquecido y disparaba como si estuviera en un campo de batalla", dijo general Carlos Arturo Suárez, comandante de la V División del Ejército a la que está adscrito el batallón. Los militares intentaron persuadir a Absalón de rendirse, pero éste respondía con ráfagas. Durante media hora se atrincheró en la oficina. Los uniformados no tuvieron otra opción que repeler el fuego y Absalón murió. Además de asesinar al sargento, logró herir también al sargento Ariel Mauricio Ríos y a los soldados Miller Mendoza Lozano, Germán Ricardo Acuña y José Éver Pérez, quien horas después falleció. El general Suárez manifestó que la pretensión de Absalón era evadir la justicia, porque se negaba a aceptar su traslado a La Modelo. Por el caso, la Fiscalía y el propio Ejército abrieron investigaciones. La tragedia de Absalón es el reflejo más extremo de las dificultades de adaptación de hombres que han vivido siempre en la guerra.