Home

Nación

Artículo

Perfil

Un héroe del dolor

Dotado de una extraordinaria fuerza de voluntad y poseído por un misticismo irrefrenable, Karol Wojtyla dedicó su vida al servicio de los cristianos y la humanidad entera.

3 de abril de 2005

Poco tiempo después de haber sido ordenado como sacerdote en 1946 el joven Karol Wojtyla, que entonces tenía 26 años, fue destinado al pueblo polaco de Niegowi'c. Para llegar hasta dicha población perdida en lo más profundo del país, Wojtyla tuvo que hacer un largo recorrido en carro, luego ser transportado en una carreta de un campesino que se ofreció a llevarlo parte del trayecto y posteriormente caminar todavía unas cuantas horas más hasta llegar a su nueva parroquia. Cuando se encontró frente a esta, el exhausto sacerdote, feliz de haber terminado ese largo viaje, se arrodilló y besó el suelo.

Como homenaje a aquel día, Wojtyla, ya convertido en Juan Pablo II, continuó arrodillándose cada vez que llegaba a uno de los miles de destinos que visitó durante los 26 años de papado. Este ritual se convirtió al final de sus días en una de las imágenes con las que se recordará al llamado 'Papa viajero'.

Un día estando en una parroquia romana, un niño de 11 años se le acercó y le preguntó "¿por qué estás siempre andando por el mundo? Él le respondió: "El Papa viaja tanto porque no todo el mundo está aquí (en Roma)".

Lo más simpático de esta anécdota es que Juan Pablo II no había viajado en avión hasta 1962, cuando tenía 42 años. Sin embargo, se desquitó con la vida como no lo había hecho ningún otro Papa. Superó el millón de kilómetros recorridos y visitó continentes olvidados como el África, a donde fue en 11 ocasiones.

Wojtyla fue el primero en muchas cosas. Fue el primero en visitar la Casa Blanca, fue el primero en hablar ante la Asamblea General de la ONU (lo hizo dos veces), fue el primero en visitar el campo nazi de concentración de Auschwitz. Fue el primero que se entrevistó con un emperador japonés y fue el primero que entró en una iglesia luterana, una sinagoga judía, una mezquita y habló ante una asamblea islámica.

Juan Pablo II, "el Papa que ha venido de Europa oriental es un Papa que ha enseñado al mundo a respirar, como él mismo afirma, con los dos pulmones: el Oriente y el Occidente", dijo un día el patriarca de Antioquia y de todo el Oriente, Nasrallah Pierre Card.

HASTA ALCANZARLO

La testarudez, uno de los rasgos característicos de Juan Pablo II. Y entre sus testarudeces, por no llamarlas obsesiones, estaba la de encontrar una comunicación entre todas las iglesias. Creía firmemente en que la religión no podía ser utilizada nunca más como un instrumento de guerra. Por tal razón, no aceptaba la ausencia de diálogo ni religioso ni de nacionalidades y alguna vez llegó a decir "no se trata de cuestionar el amor que uno siente por su país, ni el respeto por su identidad, sino de detenerse ante el rechazo del otro en su diversidad para imponérsele".

Esa misma testarudez, de hecho dicen que el Santo Padre era un hombre de un genio fuerte, fue la que lo llevó hasta el final de sus días a hacer su voluntad. En el Vaticano existía la costumbre de que uno de los guardias suizos avisaba a los pontífices el tiempo que llevan durante una intervención, para evitar que ésta se hiciera demasiado larga. Recién nombrado Juan Pablo II y siguiendo la tradición, el guardia prosiguió a señalarle el tiempo que llevaba. "Yo soy el Papa, yo sé cómo comportarme", le respondió.

Fue ese carácter el que también lo llevó a seguir trabajando y viajando hasta el final de sus días, pues como decía, "ya descansaré en la vida eterna".

"La curia siempre le dijo a mi predecesor (Juan Pablo I) qué hacer y cómo. Esto fue lo que lo pudo haber matado -le dijo Wojtyla a un amigo polaco días después de su nombramiento-. Ellos no me van a decir qué hacer, yo lo decidiré. Ellos no me van a matar a mí". Y no sólo no murió sino que sobrevivió durante 26 años para convertirse en uno de los papas con más influencia de la historia.

En una ocasión un analista dijo que Juan Pablo II mezclaba la espiritualidad, el poder y el ingenio geopolítico como nadie. Y es que más allá de haber sido una figura espiritual, Juan Pablo II fue un gran líder político cuya influencia fue trascendental en las décadas finales del siglo XX. Entre sus logros no sólo se tiene el haber ayudado a derrotar el comunismo en su Polonia natal, sino que fue una figura importante en el proceso que se dio para que cayera el muro de Berlín.

Algunos historiadores papales han indicado que existió una especie de alianza entre el Papa y el presidente estadounidense Ronald Reagan para acabar con la Unión Soviética, pero lo único verdaderamente cierto era que tanto Reagan como el Papa compartían la opinión de que el gobierno de Moscú era injusto y antirreligioso.

Juan Pablo II era una persona convencida de que el comunismo iba en contra de los valores religiosos en los que él había creído desde su más temprana infancia, y por lo mismo creía firmemente que este modelo ideológico era uno de los males que atacaba a la humanidad.

Pero con el paso del tiempo el Papa también se convirtió en un crítico del avance del capitalismo salvaje, el cual, decía, pretendía alejar a los hombres de la solidaridad y humildad.

TODA LA VIDA

Cuando tenía 9 años, su madre murió, dejándolo huérfano. Cuando recibió la noticia de su fallecimiento, a pesar de la inmensa tristeza respondió: "Dios lo quiso así". A causa de la estrecha relación con su madre, Wojtyla siempre se declaró fiel adepto a la Virgen Maria y decidió honrarla llevando la 'M' de su nombre en el escudo pontífice. "En ti pongo todos los frutos de mi vida y de mi ministerio; a ti encomiendo el destino de la Iglesia; en ti confío y te declaro una vez más: 'Totus tus', María! 'Totus tuus', amén!".Esa era la plegaria que levantaba en los momentos de duda o de preocupación. Curiosamente su punto de vista en cuanto al papel de la mujer en la Iglesia siempre fue conservador. A causa de su clara negativa en contra del sacerdocio femenino se truncaron las conversaciones para la reunificación entre la Iglesia Católica y la Iglesia Anglicana, creada por Enrique VIII en Inglaterra ante la negativa de Roma a concederle el divorcio.

También se mantuvo firme en su concepción de prohibir tanto la planificación por métodos no naturales como el aborto, sin importar las causas que habían provocado el embarazo. Además, nunca llegó a aceptar la creación de vida por medios artificiales y hasta llegó a declarar pecado la inseminación artificial. En 1992 decidió renovar el Catequismo Universal, que para la fecha no había sido replanteado en cuatro siglos. En este texto, casi enteramente escrito por él, se identificaron los nuevos pecados, los cuales debían ser renovados por los avances tecnológicos, sociales y el cambiar de los tiempos. Entre los nuevos pecados aceptados por la Iglesia se encuentran: la evasión de impuestos, la drogadicción, el maltrato a los inmigrantes, el abuso al medio ambiente, la inseminación artificial y la ingeniería genética.

Pero al mismo tiempo, Juan Pablo II fue un gran innovador en cuanto a las antiguas costumbres de la Iglesia. Apoyó el Concilio Vaticano II, desde que comenzó a gestarse durante el pontificado de Juan XXIII y contribuyó a la gran revolución que se dio gracias a esto, como que las misas fueran dichas en el idioma natal de los feligreses y no en latín, que las mujeres no tuvieran que cubrir su cabeza al entrar en la casa de Dios, y que hombres y mujeres no tuvieran que escuchar la misa en lados opuestos del recinto. Fue el primer y único Papa en aceptar los errores cometidos por el Vaticano y por la Iglesia a través de la historia. Aceptó también el error que cometió la institución con el científico Galileo Galilei y que su teoría de que la Tierra es redonda y gira alrededor del Sol era correcta, 300 años después de que él muriera preso en su casa por no renegar de su descubrimiento. Y reconoció los delitos atroces cometidos a personas inocentes durante la Inquisición, uno de los más oscuros episodios en la historia del cristianismo. Declaró que la Iglesia no había luchado con todas sus fuerzas en contra del nazismo y que el Génesis no era una teoría evolutiva.

EL GRAN ORADOR

Dicen que antes de entrar al seminario, Lolek, como lo llamaban sus familiares y amigos, estaba comprometido a casarse. Pero la intensa religiosidad de su padre, soldado polaco, y la promesa que le hizo antes de su muerte lo llevaron al sacerdocio. De todas formas su propio misticismo era increíblemente fuerte y su claro sentido de la disciplina llevó a que él siempre viera gran significado en la oración. Pero uno de los puntos más importantes de su fe era su firme creencia en la necesidad del sacrificio.

"El sufrimiento humano evoca compasión, pero también evoca respeto y de una manera particular logra intimidar", dijo Wojtyla. Muchos católicos vieron el sufrimiento físico y público de las enfermedades del Papa, desde que sufrió el atentado de 1981, como un sufrimiento comparable al de Jesús mismo. Y él mismo Juan Pablo II nunca quiso cambiar esta mentalidad entre los feligreses. Cuando se le preguntó si quería renunciar al pontificado a causa de su grave estado de salud él respondió: "¿Acaso Cristo bajó de su cruz?". Y fue el sufrimiento el que ofreció hasta el último momento a los creyentes cuando sin poder hablar y con muy mal semblante hizo el inmenso esfuerzo de salir a la ventana en su última aparición pública el 29 de marzo. Entonces, con mano temblorosa, hizo la señal de la cruz y trató de decir algo. Pero sólo logró emitir unos sonidos guturales que sobrecogieron a los presentes.

Esa, la mudez, es un final trágico para quien fue considerado un gran orador. Había adquirido esa capacidad de expresión durante los años en que participó en varios grupos de teatro. Y es que los años de juventud de Wojtyla fueron supremamente activos tanto en la actividad cultural como social. Antes de desatarse la Segunda Guerra Mundial, los alemanes cerraron todas las universidades de Polonia y frente a esa situación, Wojtyla creó junto con un grupo de jóvenes una universidad clandestina en donde estudió filosofía, idiomas y literatura.

También esa época conoció al actor Mieczislaw Koltaszyk, creador del teatro rapsódico, y se unió al grupo para interpretar papeles con un gran contenido social. Wojtyla participó en la resistencia alemana y salvó familias judías, lo que lo llevó en un momento a tener que ocultarse en los subterráneos de la ciudad.

Más tarde, en su sacerdocio esta necesidad de luchar por los intereses de los que lo necesitaban no cesaron. Por eso era un convencido de que su sufrimiento era, al mismo tiempo, una liberación para cada uno de los miembros de su Iglesia. Y nunca dejó de orar.

Hace unos años un miembro de la Curia Vaticana contó que "tan pronto se ofrecía una pausa" el Papa "empieza a rezar". Toda su jornada, inclusive en el lecho de muerte, estaba marcado por la oración. Todos los días a las 5 de la mañana se dirigía a su capilla donde rezaba durante dos horas antes de celebrar la misa, luego volvía a orar antes y después de cada comida. Incluso el viernes pidió que le oraran durante todo el tiempo en su lecho de muerte. Hasta ese mismo momento hizo cumplir su voluntad.