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Un ‘impasse’ positivo

Cuando menos se esperaba el caso del aeropirata Arnubio Ramos puede llevar a las partes a un avance significativo del proceso de paz.

30 de octubre de 2000

Seguramente Arnubio Ramos jamás previó que al secuestrar un avión de Aires y llevarlo a la zona de distensión iba a poner en serio peligro las negociaciones de paz. Pero menos aún que su acción le iba a poner un acelerador al proceso al punto que éste puede, o bien dar un salto o estrellarse.

En efecto, el martes de la semana pasada, cuando los negociadores del gobierno y los voceros de la guerrilla se sentaron en una mesa con buena sombra en el corregimiento de Los Pozos, municipio de San Vicente del Caguán, ninguno de los protagonistas creyó que esa iba a ser una reunión productiva.

En la mañana el ambiente se podía cortar con cuchillo. Y aunque algunos hicieron chistes flojos para liberar tensiones, todos se daban cuenta de que estaban evadiendo el tema del aeropirata.

“Cada uno venía con ultimátums, dijo uno de los negociadores. Así no había qué conversar”. “Ellos (los de las Farc) estaban muy tensos”, dijo otro de los negociadores. Creían que el gobierno quería usar el asunto del aeropirata como disculpa para acabar el proceso”.

Era la primera vez que el gobierno se plantaba en una posición con una firmeza sorprendente. En otras ocasiones, aunque había hecho gala de dureza, al final siempre daba el brazo a torcer con el consiguiente desgaste hacia la opinión. En esta ocasión las cosas eran diferentes. Una fuente cercana al proceso contó cómo el jefe de las Farc, Manuel Marulanda, ha intentado proseguir las negociaciones mientras se resuelve el asunto del miliciano que secuestró el avión. Sin embargo el Alto Comisionado ha respondido con la misma frase, una y otra vez: “Hablamos cuando resolvamos lo de Arnubio”.

Quizá por esta insistencia para algunos de los negociadores en la mesa se dio un cambio, sutil pero significativo. “Se produjo un tácito acuerdo de entender la situación de ambos lados de la mesa, dijo unos de los presentes allí el martes. Es la primera vez que nos ponemos de acuerdo en que estamos en desacuerdo”. En una negociación esta frase no es una vaguedad sino una comprobación de que se empieza a cumplir un principio necesario: meterse en los zapatos del otro.

Fue aire fresco para la conversación —luego de que el comisionado Camilo Gómez y el guerrillero Joaquín Gómez se reunieran aparte—. Y aunque Marulanda no llegó, el gobierno le presentó a las Farc alternativas de solución al impasse dentro de la línea que ha defendido desde el principio: las Farc no son un Estado que controla un territorio liberado sino una insurgencia reconocida políticamente, y por tanto no pueden imponer sus leyes ni encubrir a prófugos.

Se discutieron las alternativas. Aunque ninguno de los presentes lo quiso confirmar oficialmente, trascendió que éstas contemplarían dejar al miliciano preso en San Vicente o quizás sacarlo al extranjero y que permanezca bajo la custodia de otro gobierno. Puede ser Suecia.



El acelerador

Al final de la reunión del martes lo que sí pareció quedar claro entre las partes es que, si sucede otro incidente así, el proceso puede acabarse. Sobre todo si la negociación en sí, la que espera el país que acabe con la guerra, no avanza.

Por eso, si bien el gobierno se niega a hablar de otros temas mientras no se solucione lo del aeropirata, ha seguido una actividad febril componiendo fórmulas viables sobre la liberación de policías y soldados secuestrados por las Farc y la liberación simultánea de presos de esta organización. Pero el llamado ‘canje’ —tema que las Farc insisten en poner de primero en la mesa— sólo lo acepta el gobierno si va de la mano con cese de fuego y de hostilidades. Y para esto también está diseñando propuestas.



En busca de apoyo

En esta dinámica el gobierno ha buscado el consenso de otros sectores políticos, dando así el primer paso para cambiar el estilo aislacionista con el que había manejado el proceso hasta ahora. Y no son invitaciones genéricas a respaldar el proceso de paz, como lo hizo en algún momento. En los últimos días el Alto Comisionado ha conversado con muchos dirigentes sobre alternativas a seguir en la negociación y ha involucrado en sus fórmulas propuestas concretas que le han hecho. Entre los consultados han estado Horacio Serpa, Ernesto Samper, Alfonso López, caracterizados opositores del gobierno, y figuras más cercanas como Belisario Betancur. También ha conversado con la candidata Noemí Sanín y con dirigentes del Estado, como el fiscal Alfonso Gómez Méndez.

Dados todos estos cambios, si el incidente finalmente se supera, el proceso puede no sólo salvarse sino acelerarse. Por ahora las Farc se empeñan en decir a los cuatro vientos que en lo que concierne a Ramos también serán inflexibles: “No vamos a ceder ni un milímetro atrás, no vamos a quitarle la libertad que este camarada se ganó en un acto audaz y de gran valor por el que debe ser considerado como un héroe”, dijo uno de sus voceros.



Todo tiene solucion

Pese a esta frase tan tajante, con la misma diligencia las Farc eluden utilizar la palabra ‘congelados’ para referirse a la situación actual de los diálogos con el gobierno. Y aunque si bien dicen que el proceso está ‘frágil’ niegan que la situación sea la más grave porque sostienen que fue más delicado lo sucedido en el mes de julio. “Cuando el desacuerdo con la comisión verificadora realmente el proceso sí estuvo a punto de acabarse”, dice el guerrillero Simón Trinidad, miembro del comité temático.

En cambio el martes pasado, aun en medio de la tensión, Joaquín Gómez recurrió a una frase breve pero contundente a la hora de analizar la situación: “Lo único que no tiene solución es la muerte”. Ese mismo día la jornada terminó con la puerta abierta por el fiscal Alfonso Gómez Méndez sobre el tema del canje, al explicar que algunos guerrilleros detenidos por delitos políticos pueden ser intercambiados por policías y soldados a través de Ley 418 de 1997.

Si de verdad, como lo observaron varios negociadores el martes, el proceso ha madurado y ha conseguido nuevos respaldos, el impasse del aeropirata ayudó —sin proponérselo— al proceso. Ojalá que de ahora en adelante, más que intentar ‘ganar terreno’ en la mesa de negociación y decirse improperios por la televisión, las partes comiencen a entender las razones del otro y a concentrarse en los verdaderos puntos que harán o no viable la paz en Colombia.