¿UN WATERLOO PARA EL PROCURADAOR?
Entre gritos y susurros, el Procurador se batió ante el Senado
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Cuando el Procurador, la noche del miércoles 1° de agosto a las 7 de la noche, hizo su entrada en el recinto del Senado, muchos recordaron el episodio biblico de Daniel en el foso de los leones. Vestido de gris con una corbata azul de rayas, en un ambiente que muchos calificaron como hostil, se acercó a saludar a los senadores citantes William Jaramillo, Federico Estrada Vélez y José Manuel Arias Carrizosa. En medio de los aplausos de las barras, a las que algunos acusaron de estar "infiltradas" por funcionarios de la Procuraduría, Carlos Jiménez Gómez ocupó un puesto al lado de los senadores Emilio Urrea y Germán Bula Hoyos.
Abierto el debate por el presidente del Senado, José Name Terán, tomó la palabra el senador liberal José Manuel Arias Carrizosa quien, entre otras cosas, señaló en su intervención de dos horas, que el Procurador había violado la ley y la Constitución y afirmó que Jiménez Gómez había invadido la órbita de la rama jurisdiccional, al asumir funciones de policía judicial que no eran de su competencia. Por otra parte, alegó que el Procurador había actuado a espaldas del Presidente, bajo cuya suprema dirección la Constitución establece que debe cumplir sus funciones, y afirmó que constituye "un engendro" que quien es el encargado de perseguir a los delincuentes se convierta en su vocero en lugar de capturarlos.
Acto seguido, William Jaramillo, senador liberal por el departamento de Antioquia, abanderado del debate y figura central de los acusadores, después de señalar que consideraba que no se le podían "buscar patas morales a la entrevista en Panamá", y que el país estaba viviendo un quebrantamiento de sus instituciones, desvió el tema. Si hasta el momento se podía considerar que había manejado bien el debate, se descarriló al insinuar que el informe favorable de la Procuraduría en torno a la adjudicación del Metro de Medellín, estaba sospechosamente ligado al hecho de que el gerente del proyecto era hermano de Santiago Londoño, la persona a quien se señalaba como la pieza clave de los contactos en Panamá.
El error de Jaramillo parecía radicar en el hecho de que hasta ese momento el debate se centraba en si la conducta del Procurador se ajustaba o no a la Constitución y en la moralidad o no del diálogo, pero a nadie se le había ocurrido cuestionar la honestidad o la buena fe de Jiménez Gómez. De esta manera, Jaramillo bajó el nivel del debate y lo sacó del marco estrictamente jurídico en el que inicialmente lo había planteado.
En tercer lugar, habló el senador liberal Federico Estrada Vélez, quien pidió despojar el tema de ribetes morales y se concentró en los aspectos constitucionales y legales, señalando que un pacto con los narcotraficantes no estaba de acuerdo con la norma jurídica, y que el Procurador se había puesto al margen de la Constitución al hablar con delincuentes fuera del territorio nacional. Su intervención fue calificada como la de más altura del debate, ya que no cayó en la tentación a la que el mismo Jaramillo no pudo resistirse.
Terminadas las intervenciones de los citantes de Jiménez Gómez, se aplazó la continuación del debate para el jueves a las 11 de la mañana, hora en la cual se reiniciaría la sesión con las respuestas del Procurador a los interrogantes que se le habían planteado. Hasta ese momento nada había cambiado en el escenario y, por el contrario, las expectativas crecían en torno a la intervención del Procurador. Dando muestras de aparente nerviosismo que algunos calificaron como de teatral, Jiménez Gómez, poniéndose y quitándose permanentemente las gafas, hizo una introducción de corte veintejuliero en la que alternaba grandilocuencia grecocaldense y coloquialismo paisa, que sorprendió a los asistentes que no esperaban del Procurador un ejemplo de oratoria improvisada. Quienes lo elogiaron reconocieron su franqueza, alegando que su espontaneidad era prueba de buena fe. Quienes lo criticaron afirmaron que respondió más de lo que se le preguntaba, porque incluso llegó a reconocer que la amnistía tributaria se había decretado a sabiendas de que era para legalizar dineros calientes, y que si él hubiera sido el Presidente, habría aceptado la entrega de los laboratorios, pistas y avionetas que habían ofrecido hacer los narcotraficantes. Sin embargo, esta actitud que para algunos consistiá en haber hablado más de lo necesario, para otros constituyó una hábil maniobra que le permitió por momentos abandonar una posición de defensa para tomar la delantera.
Como dato curioso, la defensa de Jiménez Gómez entre los senadores, corrió a cargo fundamentalmente del samario Nacho Vives a quien, a pesar de su controvertida carrera parlamentaria, nadie le desconoce sus brillantes dotes oratorias. En opinión de algunos de los que lo escucharon, Vives tocó puntos que pudieran ser considerados neurálgicos en todo este episodio, como el grado de conocimiento que tuvo el Presidente Betancur de las conversaciones, lo mismo que la posible ambivalencia existente entre dialogar con secuestradores confesos y no hacerlo con narcotraficantes.
Hasta ese momento, Jiménez Gómez venía respondiendo una por una, con lujo de detalles, cada una de las preguntas formuladas, pero cuando el senador Jaramillo quiso hacer una interpelación, el debate se "bajó a la gallera", y palabras como "vagabundo" y "verdulera" se oyeron como descargas en el recinto.
Si en ese punto el debate parecía haber quedado en tablas, porque nada se le había probado al Procurador, la intervención del senador conservador Hugo Escobar Sierra inclinó, según algunos, la balanza en contra de Jiménez Gómez. Después de hacer un recuento desapasionado y fidedigno de los hechos, Escobar Sierra terminó con una frase que quedó flotando pesadamente en el ambiente, recordándole: "su secretario William Bedoya, también quiso ser mediador y acabó envuelto en las redes de esos delincuentes. Cuídese, señor Procurador, porque hay un cadáver cerca de su despacho".--