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Una luz en el camino

Una cooperativa brinda salidas y esperanza a los familiares de los policías víctimas del conflicto armado.

2 de mayo de 2004

En la última década, 4.280 personas vinculadas con la Policía Nacional han sufrido las consecuencias del conflicto que vive el país. Son las víctimas invisibles y silenciosas: los padres, hijos, hermanos y esposas de los uniformados que han muerto o han sido secuestrados en la guerra contra el narcotráfico, la guerrilla o la delincuencia. Además del drama que representa la desaparición, aunque sea temporal, de un ser querido, los familiares de los policías debían enfrentarse a la incertidumbre económica de no contar con quien muchas veces sostenía el hogar. Esta dramática situación, sin embargo, está empezando a tener un giro esperanzador. Desde hace un año, el área de obras sociales de la Policía decidió tomar cartas en el asunto y creó una cooperativa conformada por pequeñas empresas de las cuales son socios los familiares de los uniformados víctima del conflicto. Cerca del 90 por ciento de la población afligida de la Policía está conformado por mujeres. "La idea, aparte de demostrar que la Policía no los deja solos en los momentos duros, era crear un proyecto alternativo que les permita recuperar la autoestima, la esperanza, y que a la vez les ofrezca una capacitación que les entregue las herramientas para tener una alternativa económica", explicó Lida de Arango, presidenta del comité de educación del área de obras sociales y una de las gestoras de la iniciativa. Apoyada por las esposas de algunos de los generales de la Policía, la señora Arango comenzó a tocar infinidad de puertas que permitieran cristalizar la idea. Uno de los lugares en donde encontró respaldo fue en el Sena. Por medio de un convenio consiguieron cupos para que los familiares de los policías reciban capacitación. "El objetivo es que una vez terminen su formación en diferentes áreas puedan crear una pequeña empresa", afirma Arango. El primer resultado de este esfuerzo ya está a la vista. Diez y nueve personas, que durante tres meses recibieron formación en la producción de productos lácteos, entraron luego a otros cursos de capacitación en la creación de microempresas y cooperativismo. Al final crearon la cooperativa Polilácteos, que produce yogur, kumis, queso campesino y doble crema. "El mercado inicial de los productos, que cuentan con todos los controles y permisos del Invima y son de alta calidad, será la misma Policía, lo que garantiza la sostenibilidad económica de la empresa", afirma Juan Carlos Acosta, gerente de Polilácteos y uno de los promotores de la idea. Esta semana será lanzada ofialmente esta microempresa, que hoy cuenta también con el respaldo de la Fundación Tejido Humano. Esta naciente empresa es la primera fruto del esfuerzo y ayuda de muchos, pero varias otras vienen en camino. Hay otros grupos que están terminando su formación en enfermería, mecánica automotriz y sistemas, y desde ya existen planes para la creación de pequeñas empresas de marroquinería y agrícolas. La entrada en operación de Polilácteos es la prueba de que, cuando existe la voluntad de ayudar, es posible encontrar motivos de esperanza en medio de la adversidad.