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Una mala impresión

Cali se ha convertido en la capital mundial de los dólares falsos. Produce el 60 por ciento de los que circulan y son los más perfectos.

6 de junio de 2002

La semana pasada el diario The Washington Post reveló que el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Paul O?Neill, está considerando la posibilidad de imprimir los dólares estadounidenses en billetes de diferentes colores. El anuncio de O?Neill es, sin duda, una sorprendente medida del gobierno del Tío Sam por atacar y tratar de despistar a quienes se han convertido en los principales enemigos de la divisa estadounidense: los falsificadores colombianos.

Colombia tiene la deshonrosa distinción de ser el país con la más perfecta y alta falsificación del dólar. Por la perfección de la impresión, la calidad del papel y las tintas, así como por la cantidad de billetes producidos, el país se ha convertido desde hace algún tiempo en el primer falsificador de dólares en el mundo, seguido por Alemania y Estados Unidos. "La calidad del dinero falso norteamericano hecho en Colombia es muy buena. Incluso pensamos que es tal vez de la mejor calidad en el mundo entero, ha reconocido públicamente el representante en Colombia del Servicio Secreto de Estados Unidos, Rodolfo Peña. La calidad del dólar falso hecho en Colombia tiene que ver con sus cualidades magnéticas, con la clase de papel y el trabajo de arte. Colombia se volvió el primer productor de dinero falso en el mundo desde hace tres años", dijo el funcionario.

Las cifras son contundentes. Durante la visita del director del Servicio Secreto de Estados Unidos, Brian Stafford, a Colombia a finales de abril pasado se reveló que tan sólo en el último año las autoridades colombianas, en especial la División de Investigaciones Judiciales de la Policía, capturaron a 68 falsificadores, desmantelaron 11 fábricas clandestinas e incautaron 80 millones de dólares falsos. Lo sorprendente de todo esto es que el epicentro de esta actividad se encuentra en Cali. Según las estadísticas del Servicio Secreto de Estados Unidos y de las autoridades en Colombia cerca del 80 por ciento de las falsificaciones ocurren en la capital del Valle del Cauca.

¿Por que Cali?

A comienzos del siglo pasado Cali alojó una saga de impresores alemanes atraídos a la ciudad por el auge que tuvieron algunas empresas dedicadas a la impresión y la litografía. Estos hombres aportaron su conocimiento para la consolidación de esta naciente industria y también propiciaron el surgimiento de una generación de jóvenes impresores caleños que aprendieron la técnica con excelencia. El paso del tiempo, junto con los adelantos tecnológicos que aplicaron las empresas litográficas en la ciudad, determinaron que gran parte de este capital humano quedara cesante hace más o menos 40 años.

La mayoría de los impresores que salían de las grandes litografías montaban ?rancho aparte?. Sus pequeños y artesanales talleres de impresión se congregaron en el populoso barrio San Nicolás. Debido a la falta de trabajo y a los pocos ingresos algunos impresores del barrio se vieron presionados a buscar otras fuentes de ingresos. Fue así como se dedicaron a falsificar todo tipo de documentos: visas, licencias de conducción, diplomas de grado, etiquetas de medicinas, hasta que lograron falsear los primeros dólares. En ese momento la vida cambió definitivamente para muchos de estos artesanos.

Durante mucho tiempo la falsificación de dólares fue un negocio de pequeña escala, algo así como un secreto de familia. De acuerdo con los estudios que realizó el DAS, el boom de los dólares falsos está ligado con la aparición del narcotráfico a finales de los años 70. Los capos de la mafia ?que en esa época compraban la pasta de coca en Bolivia y Perú? comenzaron a utilizar dólares falsos para mezclarlos con dólares buenos y completar el monto de sus pagos. La demanda de dólares falsos aumentó significativamente y hubo mucha gente que acumuló grandes fortunas de esta manera. Una de las pruebas más contundentes del uso que les daban los narcotraficantes a los dólares falsos se encontró cuando descubrieron la caleta de Gonzalo Rodríguez Gacha, ?El Mexicano?, en donde contabilizaron tres millones de estos dólares.

A raíz de esta bonanza Cali ha llegado a ocupar, según cifras del Departamento del Tesoro de Estados Unidos, el primer puesto como productor de dólares falsos, pero no sólo por la cantidad que produce sino por la calidad de la impresión y el ingenio de sus delincuentes. Según los miembros del DAS aproximadamente 50 millones de dólares al año son enviados desde Cali hacia el exterior. Lo que hace que los billetes caleños cubran el 60 por ciento de la moneda falsa que

circula en el mundo. Ciudades estadounidenses como Miami, Nueva York y Los Angeles están inundadas de la moneda ilegal. La distribución en estas ciudades se realiza a través de estaciones de gasolina, supermercados, restaurantes y centros comerciales.

El gobierno estadounidense ha tratado infructuosamente de acabar con la falsificación de su moneda. Para ello ha intentado dejar a los delincuentes sin el papel en el que imprimen los billetes. Los falsificadores utilizaron primero el sucre, pero el gobierno de Ecuador, presionado por Estados Unidos, le colocó unas incrustaciones de plomo. Lo siguió el bolívar, aun usado, pero muy difícil de conseguir porque en Venezuela, y debido a las mismas presiones, están perforando el billete. Por esta razón los falsificadores caleños se han inclinado por utilizar el dinar, la moneda iraquí. "Esta elección también les representa menores costos de producción, mientras que por un bolívar tenían que pagar 600 pesos el dinar es más económico, señaló a SEMANA una fuente del DAS. El proceso de impresión comienza con la introducción de los billetes en unas sustancias químicas que les debilitan la tinta original, posteriormente son lavados con agua y jabón. Luego se les imprime su nueva denominación", agregó el investigador.

Uno de los problemas con que se encontraron los organismos de seguridad fueron las cortas penas que el anterior Código Penal establecía para este delito: de dos a cuatro años por estafa, que era excarcelable. Por eso la lucha se dio en dos sentidos. En el frente operativo, para tratar de golpear las estructuras de las bandas organizadas y su economía. Y en el frente procesal, para que fueran aumentadas las penas para este delito. En ambos sentidos se ha logrado avanzar. Desde julio de 2001, cuando el nuevo Código Penal entró en vigencia, las condenas aumentaron de seis a 10 años sin beneficio de excarcelación. Aunque es un avance sólo el tiempo dirá si efectivamente estas medidas de carácter penal son lo suficientemente persuasivas para acabar con una de las industrias ilegales más prósperas y antiguas.