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"Una Policía legítima es fundamental"

Robert Sampson, de la Universidad de Harvard, en entrevista con SEMANA reveló sus hallazgos sobre qué políticas funcionan en materia de seguridad urbana.

26 de mayo de 2003

Desde que Bogotá ha logrado grandes reducciones en los índices de criminalidad -en una década el homicidio cayó en más de 50 por ciento- se ha comenzado a pensar en el país en la seguridad urbana como un desafío distinto al de la seguridad nacional. Pero todavía hay vacíos para saber cuáles políticas han sido más efectivas contra el crimen no sólo en Bogotá sino en otros lugares. Por eso la Secretaría de Gobierno de Bogotá, con la Organización Panamericana de la Salud, el BID, el Banco Mundial y la Universidad de los Andes, realizó un foro que reunió a expertos estadounidenses y latinoamericanos con alcaldes, académicos y creadores del 'milagro' de Bogotá. SEMANA entrevistó a uno de ellos, Robert J. Sampson, profesor de Harvard y uno de los más prestigiosos investigadores sobre qué funciona y qué no en materia de seguridad.

SEMANA: Usted ha hablado de 'eficacia colectiva' contra el crimen. ¿Qué es?

Robert Sampson:Una combinación de cohesión y confianza entre los residentes de un barrio para trabajar, con un mayor control social, es decir, que los ciudadanos se involucren y tomen acciones contra el crimen. Por ejemplo, que actúen cuando vean que un niño no está yendo al colegio o vean que pinta grafitos. Esta 'eficacia colectiva' previene el crimen, algo que la policía sola no puede hacer.

SEMANA: ¿Qué se ha puesto en práctica?

R.S.: Ahora sabemos que mientras más tiempo una persona viva en una comunidad se vuelve más responsable con el interés colectivo. Y que la gente desarraigada, que vive en la marginalidad, se siente desprendida del ámbito social y se vuelve cínica frente a valores como el bien público.

SEMANA: ¿El papel de la Policía es menos crucial de lo que se cree?

R.S.: No. Una Policía legítima es fundamental. Si es vista como una fuerza de ocupación, eso produce sospecha y cinismo. En Boston los ministros de las iglesias de comunidades negras hicieron un arreglo con la policía: ellos harían que la gente colaborara para combatir a los delincuentes pero si los policías dejaban sus abusos.

SEMANA: Un caso muy citado es Nueva York. ¿Qué bajó los índices allá?

R.S.: Es cierto que cayeron: de 2.000 homicidios al año en los 90 a menos de 600 hoy. La gente lo atribuye al alcalde Rudolph Giuliani, quien aumentó el pie de fuerza e hizo que los policías fueran menos tolerantes. Pero aún hoy no se sabe cuál fue la clave del éxito. Primero, porque éste comenzó a descender antes de Giuliani y lo siguió haciendo después. Segundo, porque el crimen bajó en casi todas la ciudades del país. Por eso se cree que hubo un cambio más profundo en la sociedad estadounidense.

SEMANA: En Colombia muchos sostienen que la criminalización del consumo de drogas en Estados Unidos es lo que empuja la oferta aquí, con efectos violentos sobre nuestra sociedad. ¿Nunca cambiará esta política?

R.S.: Ellos tienen razón. En mi país se gasta menos en prevención y tratamiento del consumo como salud pública que en persecución de los adictos. Por lo menos deberíamos gastar igual en ambos. Además esta política que tuvo auge en los 90, nos trae problemas ahora. Esos presos drogadictos cumplieron condenas. El sistema los bota precisamente donde más pueden hacer daño, en los barrios marginados, donde hay más propensión al crimen.

SEMANA: ¿Qué en últimas debe hacer una ciudad que quiera ser más segura?

R.S.: Diseñar su crecimiento para evitar que haya bolsones de miseria y de extrema riqueza. Nosotros comparamos en nuestro estudio a Estocolmo, Suecia, con Chicago, y descubrimos que mientras en la primera no hay extremos, sino más bien una clase media distribuida, en Chicago sí existen. Esa condición tiene mucho que ver con que en la primera los índices de crimen son muy bajos y en la segunda son altos.