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Las figuras prominentes de la tercería que promueve el analista León Valencia vendrían de distintos escenarios: los gobiernos locales, los partidos políticos como el Polo y los movimientos sociales bajo la Marcha Patriótica. Unir esas vertientes no es tarea fácil. | Foto: Guillermo Torres

POLÍTICA

Una unión política cuesta arriba

No parece viable una unión de izquierda y de centro para enfrentar al santismo y al uribismo.

18 de mayo de 2013

El viejo sueño de integrar un frente independiente con vocación de poder volvió al debate político en Colombia. La idea ya había sido esgrimida por un movimiento impulsado por el gobernador de Antioquia, Sergio Fajardo, llamado Pido la Palabra que rápidamente se extinguió. Ahora fue el analista León Valencia, desde la izquierda,  quien lanzó la red. 

Paradójicamente, en un momento en el que sería atractiva una tercería que le haga mella al contrapunteo entre el presidente Juan Manuel Santos y Álvaro Uribe, ver trabajando en el mismo equipo a verdes, Marcha Patriótica, Polo Democrático, Progresistas, entre otros, está más lejos que nunca. 

Según contó La Silla Vacía, en una tarde de lluvia a finales del mes pasado, en el apartamento de Valencia se reunieron la presidenta del Polo Democrático, Clara López y el representante de ese partido Iván Cepeda; el exsecretario de Gobierno del Distrito, Antonio Navarro Wolff; la representante del Partido Verde, Ángela Robledo; el exalcalde de Medellín, Alonso Salazar, entre otras figuras de la izquierda  y de otras corrientes. El objetivo era explorar la posibilidad de cristalizar una tercería que participe en las elecciones. Para ellos es clave no dejar que Uribe y Santos  sean los únicos protagonistas de la campaña de 2014.

Luego Valencia sorprendió al mundo político con un análisis que publicó en el diario El Tiempo en el que traza la hoja de ruta para reagrupar las distintas facciones. Arrancó contando cómo fue un encuentro que tuvo con el actual presidente de Uruguay, Pepe Mujica, y el éxito de la izquierda en ese país. Aunque no mencionó el nombre del partido, se refería al Frente Amplio, una coalición que agrupa varias vertientes de la izquierda y que se ha erigido como un ejemplo de unidad. 

El análisis de Valencia parecía más bien un manifiesto.  Además, se atrevió a darle una bandera a la izquierda: “La reconciliación nacional”. En sus palabras había un halo de nostalgia por lo que en Colombia hasta ahora ha sido imposible: mantener la unidad. No obstante, armar esa quimera no es nada fácil. Las heridas abiertas, la falta de consenso, el personalismo de algunos dirigentes y  el futuro de los diálogos en La Habana hacen complicadísima la tarea.

Una larga lista de fracasos

La mayoría de los intentos de una tercería política nacieron desde la izquierda. La experiencia más reciente fue el Polo Democrático que tuvo dos candidatos presidenciales en 2006 y 2010, Carlos Gaviria Díaz y el actual alcalde de Bogotá, Gustavo Petro.  Tuvo las mayores conquistas este último partido, que si bien no ganó la Presidencia, conquistó la Alcaldía de Bogotá en dos ocasiones consecutivas. No obstante, ninguna de estas aglutinaciones de izquierda ha logrado evitar las fracturas.

Esa dificultad se explica en la historia misma de cada organización. El dogmatismo con el que fueron creados algunos de estos grupos, con el paso de los años impide llegar a acuerdos. El Polo Democrático encarna la edición más reciente de esa historia, pues aunque cuenta con una bancada parlamentaria, ya no tiene los 2,7 millones de votos que Carlos Gaviria Díaz conquistó en 2006. ¿La razón? Con el éxito también afloraron las contradicciones. Primero Lucho Garzón se retiró del partido por diferencias con su organización. 

Después, el actual alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, se enfrentó a la dirección del partido y tras haber sido candidato presidencial salió a las siguientes elecciones locales a formar un nuevo movimiento, Progresistas, con el cual llegó al Palacio Liévano. 

Atrás quedó el sueño de la izquierda de mantenerse unida en una organización al estilo del Partido de los Trabajadores de Lula da Silva en Brasil. “El Polo nunca pudo superar la confrontación interna del Partido Comunista, el Moir y el M-19 y los independientes. Por eso  la terminamos decepcionados de ver cómo se fueron los unos y los otros”, dijo el senador polista Parmenio Cuéllar.

Pero una segunda razón que impide una alianza de izquierda  son las heridas que dejó el  último intento. Petro fustigó al Polo Democrático por no retirarle el apoyo al anterior alcalde de Bogotá, Samuel Moreno, ante los escándalos de corrupción. Y los dirigentes del Polo, del Moir y del Partido Comunista, consideraron su ataque como una traición. Esas barreras hoy parecen infranqueables. Como dijo un dirigente de izquierda, “tratar de unirlos es como pegarle las plumas a una gallina a la que se las arrancaron”. En la política las agresiones personales a veces pesan tanto que es imposible reconciliarse. 

Para el politólogo Fernando Giraldo, una de las razones por las que esto sucede es porque los movimientos de izquierda en Colombia se han fundado sobre liderazgos fuertes, pero no sobre movimientos  sociales fuertes. Esos liderazgos terminan por opacar el interés colectivo de los partidos. “El olimpo de los dioses es muy pequeño para tanto candidato con ambiciones personales”, dijo el analista. 

Otro factor que impide la creación de un Frente Amplio como el que Valencia desea son las propias tensiones internas de las organizaciones políticas que cabrían ahí. 

Muestra de ello es la Marcha Patriótica. Internamente, esa organización todavía no ha resuelto participar en las elecciones de 2014. Para definir cuál será el siguiente paso de su actividad política el 8 y el 9 de junio entrantes se reunirán sus delegados. Debido a que ese movimiento está integrado por varias organizaciones sociales, ponerse de acuerdo tampoco será fácil. 

Para David Flórez, uno de los voceros, lo importante no es unirse para apoyar a un candidato, sino discutir las garantías políticas para la participación y coincidir en un proyecto de país. En el fondo se advierte que una parte del movimiento descree del sistema electoral. Y buena parte de sus decisiones dependerá de lo que suceda en los próximos meses en La Habana, donde el gobierno y las Farc discuten una posible salida negociada al conflicto armado. Una alianza sin saber cómo se resolverá la posibilidad de que los exguerrilleros participen en política no parece viable.

Pero si por la Marcha llueve, entre los verdes, surgidos de una iniciativa independiente, no escampa. Para las próximas elecciones todos los partidos deben sacar al menos el 3 por ciento del umbral electoral para seguir existiendo jurídicamente y no está claro si el Partido Verde alcanzará esa votación. A esto se suma que internamente también tiene diferencias que a veces amenazan con diluirlo. 

Un ejemplo fue lo que ocurrió recientemente con la posibilidad de participar en el gabinete del alcalde Petro. El rumor sacó a flote las diferencias de uribistas, santistas, peñalosistas y otras corrientes. Una alianza les hubiera convenido solo ante un cambio de las reglas electorales. Esa fue una de las razones por las que Fajardo, el gobernador de Antioquia elegido por ese partido, se bajó de Pido la Palabra, un primer intento de reunir a los líderes de izquierda e independientes, y dejó que se diluyera.  

La pregunta que se abre con el incipiente reacomodamiento de fuerzas políticas, ad portas de las elecciones presidenciales, es quién va a terciar en el debate que hasta ahora han dominado el presidente y el expresidente. Las encuestas dan cuenta de que hay un electorado que no está con Santos, pero tampoco con Uribe. Sin embargo, tampoco se vislumbra el candidato que pueda agrupar a todas las facciones de izquierda, alternativas e independientes. Hay más fuerza centrífuga que separa que imán que atraiga en este variopinto escenario.