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"Uno no hace cambios arrasando"

Lucho Garzón, alcalde electo de Bogotá, dice cómo, con quién y para qué gobernará. Entrevista de María Teresa Ronderos, de SEMANA.

3 de noviembre de 2003

Lucho Garzon es el primer alcalde de izquierda en Bogotá. Como si supiera que su tarea va a ser más complicada que la de sus antecesores, desde que ganó no ha dormido más de tres horas diarias. Será más difícil por tres razones: porque tiene que cuidar los logros alcanzados, porque la alianza que lo llevó al poder es apenas una fuerza política incipiente y porque ha despertado expectativas inmensas entre los más necesitados. Además, si triunfa, la violencia como arma política queda definitivamente sin piso en Colombia.

SEMANA lo entrevistó en el ajetreo de sus primeros días de Alcalde electo.

SEMANA: ¿Qué lo hizo llegar tan lejos?

Lucho Garzon: Hablar bien de uno es feo, pero me han ayudado en mi carrera la autenticidad (es que la política es seducción); la frescura: hoy la gente no quiere más agresividad. Yo viví esa época en que siempre se descalificaba al otro. Eso ya no va. Y tengo mucha claridad de lo que quiero hacer. No estoy en función de la encuesta.

SEMANA: Gracias a la cultura igualitaria que empujaron Antanas Mockus y Enrique Peñalosa la gente se animó a votar por alguien como usted. Sin embargo usted minimizó sus logros como 'cemento' y frivolidad.

L.G.: Nunca los minimicé. Sí hay una discusión con Peñalosa sobre democracia social. Para él ésta consiste en que el pobre y el rico quepan en el mismo Transmilenio o accedan al mismo parque. La democracia tiene que ver es con unas reglas de juego en la política y con una mínima solidaridad y distribución del ingreso.

SEMANA: ¿Y qué estrategias tiene usted para formar bogotanos más solidarios y con conciencia social?

L.G.: He dicho, no impuestos, más puestos. Es decir, ampliaré la base gravable y pondré un 'chepito' en la Secretaría de Hacienda. Es insolidario no pagar impuestos. También voy a declarar la emergencia social en las cinco localidades más pobres para que todo el mundo se vuelque sobre ellas. Son 2.700.000 personas marginadas. Mi estrategia es que yo seré el primer promotor del empleo y generación de ingresos. Voy a ser como una especie del director del Forec del terremoto social.

SEMANA: ¿Ya ha avanzado en algo?

L.G.: En los bancos de alimentos. Buscaré que supermercados y centrales de abastos -con las que ya hice contactos- y las personas que quieran regalar un mercado familiar den a los bancos de alimentos para que no haya nadie con hambre. Puede ser asistencialismo, pero en esta etapa hay que resolver el problema con urgencia.

SEMANA: ¿Qué hacer con Soacha, una bomba social que nadie gobierna?

L.G.: No quiero anexar municipios sino integrarlos a una ciudad-región, respetando la autonomía. Pero en el caso de Soacha se requiere gobierno departamental, nacional y de Bogotá, y ya lo conversé con el presidente Alvaro Uribe. A todos nos afecta porque la guerra está allí.

SEMANA: ¿En qué se parece al presidente Luiz Inácio Lula da Silva?

L.G.: Los dos pasamos por un discurso contestatario, él del sector metalúrgico, yo del petrolero. Ambos tenemos un liderazgo fuerte que suple los niveles de formación académica. Y somos muy colectivos, no gobernamos sin partido. Somos absolutamente irreverentes con los códigos de la izquierda. El tiene, como yo, problemas con los sectores más recalcitrantes de la izquierda. Ambos tuvimos grandes rupturas con los más mamertos.

SEMANA: ¿Le copiarán algunas ideas al PT brasileño?

L.G.: Tres cosas: la democracia participativa de Porto Alegre; cero tolerancia al hambre, y la creación del Consejo Económico y Social. Yo estoy pensando crear algo parecido para escuchar a los diferentes actores de la capital.

SEMANA: Y en el tema pensional, que Lula salió con la propuesta de reducir los privilegios de los trabajadores.

L.G.: Yo estoy planteando algo parecido en el Acueducto. El sindicato tiene que ayudarme a que la tarifa se baje, entre otras cosas, con el fondo pensional.

SEMANA: Pero al bajar tarifas se corre el riesgo de debilitar la empresa y que termine en manos privadas internacionales, que tanto la quieren.

L.G.: Bajo tarifas siempre y cuando no afecte el desarrollo en alcantarillado y acueducto ni la fortaleza de la empresa. No la pondré en riesgo. Haré el esfuerzo de bajar tarifas pero no sé cuánto se pueda sin arriesgar estas dos cuestiones esenciales.

SEMANA: Hablemos ahora de algo central en un gobierno: ¿va a defender el interés general, por ejemplo, el transporte eficiente y digno del Transmilenio, aun a costa de intereses de minorías que votaron por usted, como los transportadores?

L.G.: Trabajo para el interés público y no para minorías. Pero uno no hace cambios sobre la base de arrasar. El transporte colectivo está sin solución. El Transmilenio sólo cubre el 15 por ciento y hay que ver cómo se articula esa mayoría que usa el resto del transporte. Además buscaré una mayor democratización de las sociedades dueñas de los buses para que, en la tercera fase que se haga, 20 por ciento de la propiedad sea de los pequeños propietarios de buses que salen del mercado.

SEMANA: El Transmilenio es una empresa pequeña y ultratécnica, ¿permanecerá así?

L.G.: No se preocupe que va a ser chiquita y ultratécnica. Sólo voy a introducir unas tarifas diferenciales para jóvenes y tercera edad.

SEMANA: ¿Su talante sindical le dice que todo se puede conciliar?

L.G.: Mi talante es el de un concertador, no el de un conciliador, que es quien nunca decide nada y no deja administrar. El concertador es el que entiende los intereses de todos e intenta ver cómo hacer un fondo común. Yo soy buen negociador, y eso me permite entender la dificultades del otro. Pero uno no puede vivir concertando todo o si no, en los cuatro años no gobierna.

SEMANA: ¿Pero si falla el diálogo como en el episodio de los taxistas y Mockus?

L.G.: Nunca uno puede decir que la única salida es la fuerza, hay salidas de persuasión. Pero yo bajo chantaje no actúo, ni actuaré.

SEMANA: ¿Cuál es la solución al espacio público que no sea ni sacar a patadas a los vendedores ambulantes ni permitir que ocupen las calles como era San Victorino?

L.G.: Hay unos derechos del peatón en el espacio público que son primero, pero eso no excluye el trabajo. Hay que formalizar ventas, pero en espacios atractivos como los libreros de la 19, que pudieron seguir su negocio fuera de las calles. Pero hay unos vendedores que son utilizados por mafias, que evaden responsabilidades laborales y tributarias, y a esas las vamos a enfrentar. So pretexto de la pobreza no se puede permitir la ilegalidad del espacio público.

SEMANA: ¿Ha cambiado su posición en este tema?

L.G.: Nunca promovimos el desorden, sino el orden del peatón, estética, trabajo, ley. Es que se había ido al otro extremo: un espacio público vacío donde ni los moscos pican ni los perros ladran.

SEMANA: Dicen que los socios del Country Club votaron por usted porque les prometió no volverlo parque público. ¿Eso es cierto?

L.G.: Mi prioridad no está en hacer del Country un trofeo de populismo sino cómo hacer para que los ricos del Country se acerquen a los más pobres. La cancha de polo está en los tribunales y hay que esperar el fallo. Lo otro lo puedo concertar. Yo soy un izquierdista diferente, no estoy a favor de las expropiaciones.

SEMANA: ¿Cuando dice que no hará colegios por concesión lo dice pensando en los niños o en el sindicato?

L.G.: Lo digo pensando en los colegios públicos. Hay 667 colegios públicos con una vulnerabilidad terrible en infraestructura física. Hay 25 colegios por concesión. Si yo meto otros 20 colegios por concesión eso me vale 120.000 millones de pesos para una cobertura de 24.000 estudiantes. Y resulta que tengo hacinamiento en los otros 667 colegios. Mi énfasis es recuperar los colegios públicos así no tengan el estándar tan extraordinario de los de concesión.

SEMANA: Otra pela por el interés público será impulsar el proyecto en curso en el Concejo, que fuerza a los dueños a compartir la ganancia de la plusvalía con el Distrito.

L.G.: Ojalá la aprobaran ya y si no lo hacen yo la empujaré. Es que si los dueños no quieren perder espacios de tranquilidad tienen que ser solidarios porque esto es un polvorín social. A los empresarios les he dicho: les han dado todas las facilidades, reforma laboral, exenciones, etc., pero tienen que poner. La discusión de la renta de la tierra va a ser álgida. Yo estoy con la propiedad privada pero productiva.

SEMANA: Ahora pasemos al equipo. ¿Cómo está evaluando usted a la gente para cargos clave?

L.G.: Necesito gente con buena capacidad de diálogo para persuadir; que tengan reconocimiento nacional y distrital, no quiero improvisar y que conozcan el tema. No voy a aceptar cuotas de mi confederación política. Tengo además un compromiso de vida con las mujeres. Y quiero que se conjugue madurez con juventud.

SEMANA: Ya se perciben fracturas en el interior del Polo Democrático. ¿Cómo va a hacer que la alianza que lo llevó al gobierno no haga agua y lo debilite?

L.G.: A diferencia de Mockus y de Peñalosa, cuyo mesianismo a veces los lleva a negar el colectivo, yo no quiero caer en eso. Yo soy de equipo y este es el PDI, y conversaré con sus 36 ediles y sus ocho concejales. El Polo tiene tensiones, claro. En una tendencia, el independentismo de Navarro, otra en la lógica de la internacional socialista y hay otra muy radicalizada en la izquierda tradicional, como Carlos Gaviria. Pero más allá de eso han llegado los tecnócratas de izquierda, los visionarios y otros. Y este es un gobierno no sólo del partido PDI, sino también de la coalición.

SEMANA: Usted dijo que devolvería la contratación a las localidades que hoy tienen entidades técnicas como el IDU, el Acueducto, etc. ¿No se arriesga a que vuelvan el despilfarro y la corrupción?

L.G.: Le tengo miedo a la contratación. Por eso voy a tener un equipo clave para la vigilancia de los contratos y voy a montar una auditoría externa. Además requiero una gran participación ciudadana. Mientras no la haya y existan controles fuertes no descentralizo a Bogotá. Mi lema de campaña fue la descentralización pero no le entregaré la capacidad de contratación a una localidad si no tengo claro en qué condiciones.

SEMANA: ¿En qué forma es distinto gobernar como hombre del pueblo que es usted, que como hombre del establecimiento?

L.G.: La izquierda normalmente se ha encargado de decir que todo es malo. Hace 10 años cayó el muro de Berlín y se acabaron las verdades reveladas. Todo está por crear. A la izquierda le ha tocado salir del discurso panfletario a decir qué propone. Y en eso me he caracterizado yo, en el mundo sindical y ahora. Yo gané gobierno, no poder, y por eso no voy a hacer ninguna revolución. Simplemente seré un ciudadano que se vuelve alcalde y será una alcaldía por fuera del Liévano, en la calle, con la gente.

SEMANA: ¿Cómo se imagina la Bogotá del final del gobierno de Lucho?

L.G.: Una Bogotá con un espacio lúdico. Voy a volver La Candelaria centro piloto de la noche, peatonal, recuperada con terrazas y bohemia, para mostrar que diversión no sólo es alcohol. Habrá un centro recuperado, complementando lo que ya se ha hecho, haciendo que se habiten los 400.000 metros cuadrados vacíos que hay hoy; mejor calidad en la educación y una participación ciudadana muy fuerte. Que la gente sepa que la cosa pública le es inherente y deje el escepticismo por la política.