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| Foto: Daniel Reina

EN PLATA BLANCA

"Uribe no quiere ganar sino enredar la elección"

Gabriel Silva, exministro y uno de los más cercanos al presidente, habla de la crisis con Venezuela y de las intenciones de Uribe.

María Jimena Duzán
1 de junio de 2013

María Jimena Duzán: ¿Cuál era el mensaje que quería dar Santos cuando decidió recibir al jefe de la oposición venezolana Henrique Capriles? ¿Acaso quería distanciarse del gobierno de Maduro?

Gabriel Silva: Lo de Capriles confirma que Santos es un hombre independiente y que tiene una política exterior que también lo es. Desde el primer día, el presidente Santos dijo que quería una relación diferente con Venezuela, basada en el respeto a las diferencias. Colombia no es Venezuela y ni Maduro ni Santos tienen una identidad ideológica. Tienen un propósito común, que es distinto. Para un país como Colombia, oír de primera mano lo que tiene que decir un actor político de la trascendencia de Capriles, le sirve al país, al presidente y a su política exterior. 

M. J. D.: ¿Y también le ayuda al proceso de paz de La Habana? El presidente Maduro ha llamado al embajador Chaderton para reconsiderar la participación de ese país como garante. 

G. S.: El proceso de paz es independiente de Venezuela. En Colombia se ha creado el mito de que el presidente Santos se acercó a Venezuela para hacer el proceso de paz. Eso es un cuento chino. En realidad él se acerca porque Colombia estaba totalmente aislada después del gobierno Uribe y la seguridad estratégica estaba en riesgo. ¡Cuántas veces, siendo yo ministro de Defensa no estuvimos al borde de un conflicto armado con Venezuela! A pesar de que entiendo y comparto la posición que el entonces presidente Uribe tuvo en ese momento, había que evolucionar. No nos podíamos quedar ahí en esa polarización. El acercamiento a Venezuela fue sobre todo una política responsable, que se hizo pensando en los intereses nacionales y que no tuvo nada que ver con las Farc. Naturalmente en el proceso de paz las Farc necesitaban escenarios de confianza y sin duda Chávez fue un factor catalítico: aceleró todo. 

M. J. D.: Usted ya no es funcionario público, pero es miembro del sanedrín que Santos nombró para su reelección. Además de ser su amigo personal, las malas lenguas dicen que no hay nada que el presidente haga sin que usted lo sepa.
 
G. S.: Le agradezco la pregunta por una razón: no estoy con Santos por ser su amigo personal, sino porque creo en él y en su agenda progresista. Tengo la convicción de que esas reformas han empezado a desmontar unas fuerzas muy perversas que se venían cocinando y que han permitido abrirle paso a la paz con cambio social. La agenda de Santos es muy valiente porque no es popular. La entrega de tierras no da un solo voto. Los que se van a beneficiar de la restitución no creo que vayan a votar por el establecimiento. Cambiar las regalías para que les lleguen a los más pobres lo que hace es crearle problemas con las regiones y con los políticos que las representan. Y el proceso de paz, que ciertamente ha venido ganando apoyo, todavía genera muchas animadversiones. Hacer las cosas que la gente quiere oír, que dan puntos en las encuestas y votos en las urnas es muy fácil. Lo difícil es coger una agenda que se ha evadido por años y asumirla de frente.

M. J. D.: No me contestó la pregunta sobre el sanedrín. Barco tenía el suyo y quienes lo integraban le hablaban al oído. 

G. S.: Yo tengo la fortuna de que me escucha, lo cual no significa que me haga caso. El presidente llama a muchas personas y la mayoría de las veces nos sorprende con sus decisiones. Una aclaración: nosotros no fuimos nombrados por Santos. Él designó a una serie de personas, todas ellas cercanas política e ideológicamente para que trabajáramos con él con el propósito de defender su agenda de gobierno. Cuando yo regresé de Washington de ser embajador me di cuenta de que nadie estaba defendiendo al presidente ni a su agenda. Y esas personas fuimos convergiendo en el esfuerzo de apoyarlo. 

M. J. D.: Con el propósito de que sea reelegido. 

G. S.: Si me lo pregunta, yo sí creo que la mejor forma de defender unas políticas es reelegir al que las crea y las conduce. En ese sentido no tengo ninguna vergüenza en decir que ojalá sea reelegido y que voy a hacer lo posible para que eso suceda. 

M. J. D.: Usted ha dicho que los integrantes de ese sanedrín son ideológicamente afines a Santos. ¿Germán Vargas lo es? Lo pregunto porque le escuché la semana pasada unas declaraciones bastante destempladas sobre el proceso de paz. Él dijo que estaba sobredimensionado. 

G. S.: La Unidad Nacional es un grupo de vertientes ideológicas. En el caso de la Fundación Buen Gobierno tenemos un grupo que representa esas vertientes. Yo me considero a la izquierda de German Vargas, pero me parece maravilloso que él esté allí. Para que las políticas de Santos tengan éxito, se necesita un consenso amplio y mayoritario. Fíjese: el expresidente Uribe no se atrevió a someter a la ratificación popular directa su proceso de paz con los paramilitares. El presidente Santos ha dicho lo contrario: que el pueblo es el que va a decidir. Eso sí es una posición democrática y sobre esos temas convergemos. En lo fundamental, hay suficiente convergencia para aceptar las diferencias. Pero le digo otra cosa: si ese proceso es refrendado por el pueblo, no creo que los que se oponen puedan ir en contra de su voz. No lo haría ni Uribe, que se cree un dios.

M. J. D.: Usted fue ministro de Defensa del expresidente Uribe y tuvo que aprender a conocerlo. ¿Por qué cree que se opone tanto al proceso de paz con las Farc?

G. S.: Pues mire, todavía me sorprendo que una persona que hizo un proceso de paz con los paramilitares de extrema derecha –que cometieron las atrocidades que todos sabemos– ahora le parezca mal negociar con la extrema izquierda armada, también causante de una tremenda violencia en el país. Decir que uno sí es legítimo y el otro no, por el simple hecho de que el primero lo hizo Uribe y el segundo lo está haciendo Santos, es intelectualmente inaceptable. Pero además le digo una cosa: no creo que Uribe se oponga realmente al proceso de paz. Yo creo que más bien se opone a todo lo que le impide volver al poder. 

M. J. D.: Usted dijo en una columna que este enfrentamiento entre Francisco Santos y Juan Manuel Santos era una jugada maquiavélica para tirarse al presidente Santos y no para reelegir a Pacho Santos. 

G. S.: Lo sigo creyendo. Todos sabemos que Pacho versus Santos despierta una reacción distorsionada pero ineludible en el sentido de que este es un país bloqueado, con las mismas castas…

M. J. D.: ¿Y eso no es cierto?

G. S.: Colombia en los últimos 20 años ha sufrido una transformación social que no corresponde a esa definición. Lo claro es que el uribismo está tan preocupado por derrotar a Juan Manuel Santos, que está dispuesto a crecer a Pacho Santos y a permitir que gane la izquierda. Yo le tengo mucho respeto y cariño a Pacho, pero desde luego no es el candidato que uno quisiera tener. ¿Por qué entonces Uribe lo saca por todo el país como su hijo protegido? Pues porque la estrategia del uribismo no es ganar la Presidencia sino enredar lo más posible la reelección del presidente Santos. Piensan que por esa vía se podría abrir un espacio para que en la primera vuelta suba la izquierda y se debilite al presidente, lo que les permitiría pasar a la segunda vuelta. Nada de eso va a pasar. 

M. J. D.: ¿Con una izquierda tan atomizada, sí ve posible que se pueda colar un candidato de la izquierda?

G. S.: Yo creo que Juan Manuel Santos gana contra Pacho Santos o contra el que sea. Evidentemente, el dilema de la izquierda es terrible: si apoya el proceso de paz y este tiene éxito, su rival no va a ser la derecha sino la izquierda de las Farc. 

M. J. D.: ¿Y sí se puede ganar la reelección sin partidos? La Unidad Nacional funciona, pero de manera uninominal. 

G. S.: La Unidad Nacional tiene una fuerza intrínseca en los números muy fuerte y paradójicamente los ha unido el hecho de que Uribe insista en tener una lista suya. En eso se equivocó el presidente Uribe y le está haciendo un favor inmenso a la Unidad Nacional. ¡Muchas gracias, presidente Uribe!

M. J. D.: Al gobierno de Santos se le critica ser demasiado cachaco y centralista…

G. S.: Yo creo que el gabinete es menos regionalista desde el punto de vista político y menos milimétrico que en los tiempos de Uribe. Pero no se le olvide: los cargos importantes siempre se los reservó a él y a su grupo. Lo que sí le digo es que desde el punto de vista de las regiones este gobierno es mucho menos retórico. No las gobierna online, dándoles órdenes por un celular a los funcionarios públicos mientras los pone en la picota para que además no pase nada. Aquí en cambio hay una política de desarrollo regional que no se ha visto antes. 

M. J. D.: Con serios problemas de ejecución…

G. S.: Es cierto, no se lo niego. Pero es que tocaba desenmarañar el desastre que lo que se heredó luego de ocho años de Uribe en materia de infraestructura. 

M. J. D.: ¿Cómo se va a tramitar la ambición de poder que tienen varios de los que integran ese sanedrín de Santos?

G. S.: De entrada le diría que todos los políticos tienen ambición de poder y no hay duda de que eso sucede con el general Naranjo y con Germán Vargas. Eso significa que hay políticos de primera línea en fila india, aspirando. Claro, hay unos que no tenemos vocación de poder. Los cargaladrillos de ese grupo somos Juan José Echavarría, Juan Mesa y yo. 

M. J. D.: No creo que usted no tenga vocación de poder.

G. S.: Desde la universidad he sido liberal, cuando todo el mundo era de izquierda o galanista. Pero en realidad lo que soy es un servidor público, una categoría que desafortunadamente en Colombia no existe. Lo increíble es que al verdadero servidor público, el que trabaja con pasión y honestidad, lo están desterrando de los cargos públicos con la imparable cadena de requisitos, exigencias y riesgos que significa laborar para el Estado. Como van las cosas solo los bandidos van a terminar ocupando los cargos públicos.