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Vendedores de ilusiones

La Fundación OEI, con sede en Madrid, les vendió el cuento a varias entidades colombianas de que, con una exótica fórmula financiera, a cambio de un dinero les conseguirían donaciones multimillonarias.

21 de julio de 2003

¿Que politico idealista y bienintencionado no sueña con realizar inversiones sociales y humanitarias para su comunidad? Y si alguien se ofrece a conseguir multimillonarias donaciones de generosos magnates extranjeros, ¿quién puede resistir la tentación de explorar esa posibilidad?

Claro está que si quien hace la oferta es un representante de las ya requetesabidas cadenas nigerianas, de un desconocido banco de California o un mago de las pirámides de la suerte suenan las alarmas y poca gente medianamente responsable empieza siquiera a meterse en el asunto.

Pero ¿qué pasa si el oferente es un prestigioso organismo de cooperación internacional? La cosa, indiscutiblemente, termina siendo atractiva.

Una posibilidad de estas fue la que, por ejemplo, puso a Manizales a soñar. En 2001 le dijeron que podía conseguir 30 millones de dólares de regalo. De inmediato hizo planes para cuatro etapas de una ciudadela para darles vivienda a los más pobres; programó ampliar la cobertura de acueducto y alcantarillado y construir varios colegios.

El museo educativo de ciencia y tecnología, Maloka, creyó que podía hacer una segunda etapa de expansión con los cinco millones de dólares que le prometieron en 2002. Ese mismo año la Secretaría de Educación de Bogotá alcanzó a ilusionarse con los nuevos colegios que construiría para los niños más pobres con los 10 millones de dólares que le ofrecieron. Y a comienzos de este año la Empresa de Teléfonos de Bogotá (ETB) ideó un ambicioso programa de Internet social, en el que la gente de bajos recursos podría adquirir equipos y conectarse a la red a unos costos mínimos. Esto, con los 120 millones de dólares que le llegarían como caídos del cielo en pocos meses. ¿Quién era el Midas detrás de tantas esperanzas?

Se trata de la Fundación Iberoamericana para la Educación, la Ciencia y la Cultura, una entidad sin ánimo de lucro creada en España por la reconocida Organización de Estados Iberoamericanos (OEI). La OEI es un organismo internacional, dirigido por los ministros de Educación de Iberoamérica, cuya finalidad es dar apoyo a la cultura y la educación en los países miembros. Las ofertas se hicieron con el visto bueno del argentino José Piñón, secretario general de la OEI y la iniciativa fue de Carlos H. Gómez, un santandereano, que hasta mediados de 2000 fue representante regional de la OEI para Colombia, Ecuador y Venezuela, en Bogotá. Luego se fue a Madrid como director de la Fundación OEI y desde allí comenzó su ronda de ofertas de multimillonarios regalos. Aunque en respuesta a un cuestionario de SEMANA la OEI de Madrid dijo que sólo había tenido actividades con Manizales y la ETB, SEMANA pudo establecer que también hizo ofertas como las mencionadas a la Secretaría de Educación de Bogotá, a un hospital en Antioquia, a la ciudad de Pereira, a Maloka, a la Cooperativa Colombiana de Secretarios Distritales y de Salud (Cosesam) y a la Universidad de Antioquia (ver gráfico). En total en poco más de un año la Fundación prometió conseguir 290 millones de dólares en donaciones para diversas entidades. Una suma exorbitante, por decir lo menos, si se tiene en cuenta que supera toda la ayuda social que le ha dado Estados Unidos al país dentro del Plan Colombia desde 2000.



La formula magica

La propuesta de la Fundación OEI ha sido más o menos la misma. Les pide a las entidades en cuestión que elaboren proyectos de gran impacto social y les promete que los presentarán a donantes europeos. Una vez aprobados, le dice a la entidad colombiana que deposite en un banco europeo una tercera parte del valor de los proyectos. Así, por ejemplo, si el proyecto cuesta 30 millones de dólares la entidad debe consignar 10 millones de dólares. Una vez constituida debidamente esta suerte de garantía los donantes desembolsarían el dinero para el proyecto, que sería administrado y ejecutado por la OEI.

En esto último, precisamente bajo la conducción de Gómez, la OEI se había convertido en experta. Como lo publicó SEMANA (edición #1.092), esta organización ha administrado miles de millones de pesos del presupuesto nacional bajo la figura de los convenios de cooperación y asistencia técnica. En muchas ocasiones han prestado, en efecto, una cooperación valiosa, pero también ha habido casos en su actuación que dejaron mucho que desear (ver recuadro).

La fórmula que ofrecía la Fundación OEI -poner como garantía millones de dólares contantes en un título o depósito- es desconocida en el mundo de la cooperación internacional. Lo que usualmente se hace es que se expide un seguro que garantiza la ejecución del proyecto. Pero el monto de las promesas era muy tentador, y más viniendo de un organismo internacional de gran reputación como la OEI.

"De eso tan bueno no dan tanto", pensó Luis Roberto Rivas, entonces gerente de Infimanizales, un banco de segundo piso de la ciudad que gestionó una donación de 30 millones de dólares, pero luego se dijo "eso debe tener la firma del Rey de España"refiriéndose a la OEI. Y no dudó en atender la oferta.



Encuentro en Paris

Las cosas para Manizales resultaron más complicadas -y misteriosas- de lo que aparecían a primera vista. Para estudiar la oferta de la OEI el alcalde de la ciudad, Germán Cardona (hoy director del Programa de Lucha contra la Corrupción de la Presidencia de la República), consiguió la asesoría gratuita de un abogado manizaleño ilustre, el hoy ministro de Interior y de Justicia, Fernando Londoño.

La Fundación OEI quería que Manizales constituyera un título por 10 millones de dólares durante un año en un banco europeo escogido por esa organización, mientras se realizaban los proyectos. Si la ejecución fallaba, Manizales perdería su dinero. Esta propuesta inicial tenía varios peros: el primero, que el dinero se podía enredar ya que su devolución sólo se haría con el visto bueno de la OEI; además no era claro a nombre de quién quedaba ese dinero cuando lo lógico era que estuviera a nombre del donante que pedía la garantía, pero la OEI nunca quiso revelar el nombre de éste.

Según los expertos este tipo de documento financiero es prácticamente como contar con efectivo. No podían los funcionarios aceptar una propuesta tan arriesgada. Para seguir discutiendo en qué forma Manizales aportaría los 10 millones de dólares el 21 de noviembre de 2001 la Fundación OEI invitó a Londoño y a Rivas a una reunión en París, quienes llegaron con la instrucción expresa de Cardona de no comprometer ningún recurso. "Se nos apareció la Virgen o estamos frente a una monumental estafa", comentaron entre ellos.

A la reunión, en una sencilla sala de negocios de un hotel, además de los dos delegados de Manizales estuvieron Gómez y Pierre Buncharti, "representante y vocero de los operadores europeos", según la OEI. A los manizaleños les sorprendió que la reunión no se hiciera en Madrid, en la sede principal de la OEI, que sería lo lógico.

Las nuevas alternativas que presentó la Fundación resultaron cada una más insólita que la anterior. Según Rivas, una de las más sorprendentes pedía abrir una cuenta en un banco en Luxemburgo, a la cual tendrían acceso él como gerente de Infimanizales, un funcionario de la OEI y Buncharti. Obviamente, los representantes de Manizales no podían permitir que dos particulares tuvieran firma sobre fondos de la ciudad, por lo que no aceptaron ni esta ni otras propuestas.

Tras una larga reunión, la Fundación y Buncharti insistieron en que todo debía resolverse ese mismo día. El francés dijo que ya tenía los documentos listos para firmarlos en Luxemburgo para el día siguiente y, exasperado, comentó en francés que no entendía la reticencia de los colombianos. No calculó que Londoño, que habla francés, le entendiera. El replicó en un tono mesurado: "Pueden ponerse muy bravos pero acá no se va a hacer nada de lo que no estemos seguros".

Finalmente Infimanizales logró que se aceptara que ellos depositaran los 10 millones de dólares en el Banco Santander Central Hispano, que ellos conocían; que no se compartiera la cuenta ni ésta fuera garantía de nada.

Pero todos estos malabares no sirvieron. Al cabo de un año y medio venció el convenio entre Manizales y la Fundación OEI y nunca llegó un peso de regalo ni explicación alguna de lo que pasó. "Fue un desgaste inútil", dijo el ex alcalde Cardona, que nunca entendió qué buscaba la Fundación OEI con todo esto.



Otros desencantos

A la ETB no le fue mucho mejor que a Manizales. Le ofrecieron 120 millones de dólares -dos veces el presupuesto anual del Ministerio de Comunicaciones- a cambio de un depósito por 40 millones de dólares en un banco de Luxemburgo. El banco sugerido por la Fundación OEI no le inspiró confianza a la ETB, que escogió otro en España. Según Mario Contreras, vicepresidente financiero de esa empresa, cuando fueron a abrir la cuenta se sorprendieron de que Gómez pidiera que su firma quedara registrada junto a la de ellos. La OEI aseguró a SEMANA que nunca Gómez "tuvo firmas para disposición de fondos". Al parecer esto no fue por su voluntad sino porque la ETB se opuso, y finalmente la OEI aceptó que se manejaran los recursos en una cuenta autónoma sin ningún riesgo. Finalmente, al igual que Manizales, nunca vio un peso de la donación.

Lo mismo le sucedió a la Universidad de Antioquia. El entusiasmo de su rector, Alberto Uribe, por las perspectivas de recibir 30 millones de dólares (después de hacer un depósito de 11 millones de dólares) con los que iba a dotar el canal universitario, un centro de investigación y renovar la tecnología, entre otros, se hizo aire.

"La OEI nos carameleó por año y medio y esta es la fecha en la que todavía no han dado la cara, dijo sin esconder su disgusto. Esta entidad es muy poco seria".

Maloka y el Hospital General de Medellín Luz Castro de Gutiérrez consiguieron una fórmula diferente - también segura para sus fiscos- que los avalara ante los supuestos donantes. Maloka ya perdió la ilusión porque no recibió un centavo de los cinco millones de dólares que le dijeron que le iban a obsequiar; el Hospital está aún esperanzado en las promesas de la Fundación OEI de que en octubre empezará a recibir los 35 millones de dólares en equipos para su nueva torre. Sería un verdadero milagro pues esta cifra casi equivale al mayor proyecto social que ha financiado la Unión Europea en Colombia, el laboratorio de paz del Magdalena Medio.

En el caso de Pereira, la ciudad no contaba con los 10 millones de dólares exigidos y no pudo aplicar a la donación. Algo similar le sucedió a Cosesam, que sólo alcanzó a reunir seis millones de dólares, por lo que no fueron aceptados.



Alerta roja

¿Cuál era el propósito de la Fundación OEI al ofrecer semejantes maravillas a tantas entidades y no salir con nada? ¿Cómo hacía la Fundación para tener tantos donantes potenciales, todos tan generosos? ¿Por qué se insistió en varios casos en que se hicieran depósitos de los que la OEI pudiera disponer?

La contestación a estos interrogantes la da, de alguna manera, la OEI de España en un texto en el que resumió las respuestas a un cuestionario de SEMANA. Dice la OEI que creó la Fundación para "gestionar y canalizar recursos para la cooperación internacional". Y que "en cumplimiento de este objetivo, a principios del año 2000 tuvo conocimiento de un mecanismo denominado High Yield Investment Programs (Hyip) que permitía la obtención de recursos, siempre que fueran destinados a financiar proyectos de cooperación al desarrollo. Las condiciones en que se producirían tales inversiones gozaban, según los ofrecimientos, de la máxima garantía, ya que se realizarían en bancos europeos clasificados con Triple A, a su vez garantizados de forma real y fehaciente por el operador, inmovilizados durante 13 meses, con un interés de mercado acordado para ese período, entre el banco y el inversor. Tales dineros no servirían de garantía para que la Fundación adelantara gestión alguna".

Esta versión no coincide con los relatos de la decena de funcionarios que han conocido a fondo la propuesta de la Fundación OEI y que entrevistó SEMANA. Según todos ellos nunca supieron que los dineros que colocaban eran parte de un programa de inversión pues siempre se les habló de una donación. Además, al contrario de lo que dice la OEI, en muchos casos sí se pidió que sus aportes fueran prenda de garantía para la consecución de la donación.

Pero más grave es el hecho de que la OEI está refiriéndose a esquemas financieros de altísimo riesgo, que entidades tan serias como la Reserva Federal de Estados Unidos (algo así como el banco central de ese país) han advertido que han sido usados para cometer fraudes financieros.

En una circular de mayo 20 de 2002, disponible en Internet, la Reserva Federal sostiene que entre las "banderas rojas" asociadas a estafas están el hablar de "instrumentos financieros emitidos por bancos de primer nivel" o "bancos europeos top"; "participaciones en programas conocidos como 'roll program' o 'high yield investment program", transacciones complejas y sin sentido; gran nivel de confidencialidad y secreto; y que 'los fondos serán usados para proyectos humanitarios".

Resulta incomprensible que, siendo esta información tan de fácil acceso, la OEI acuda a un programa financiero que reúne varias de estas "banderas rojas" de las que advierte la Reserva Federal para ofrecer donaciones a entidades colombianas. Menos justificable es su falta de transparencia con estas entidades.

La OEI asegura que los dineros de las entidades nunca estuvieron en peligro porque estaban en cuentas a nombre de ellas mismas, completamente inmovilizados y devengando intereses comerciales. Además ninguna de estas cuentas se abrió en Luxemburgo. Esto es cierto. Pero es más gracias al mérito de los funcionarios cautelosos de estas entidades que a los deseos de la Fundación OEI.

En los casos que conoció SEMANA, se trató de funcionarios correctos que buscaban conseguir fondos para proyectos sociales. Pero estos no son todos los casos, ¿quién vigila si otras entidades se prestaron para el esquema con menor precaución?, ¿qué ha pasado cuando la propuesta cayó en manos de un funcionario inescrupuloso?

Se equivoca la OEI cuando afirma que no se perdió nada. La entidades, según cada caso, perdieron el trabajo de sus empleados en diseñar los proyectos, o dinero para pagar consultores que estudiaron los esquemas financieros, o pasajes y viáticos al exterior, y, en todo caso, energía y tiempo de muchas personas tras el sueño que les vendieron.

También perdió recursos, prestigio e imagen una organización valiosa como la OEI, que ha colaborado durante años en el desarrollo cultural y científico del país. Sus directivos en España han hecho una jugada de altísimo riesgo que pone en peligro también la confianza con la que muchas entidades públicas le han entregado sus dineros para que administre proyectos oficiales.

Sin duda los 23 ministros de Educación de Iberoamérica, que conforman la junta directiva de la organización, demandarán más de una explicación. Y también lo harán muchos de los incautos que les creyeron a estos vendedores de ilusiones.