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Víctor Vidal se convirtió en el símbolo de la esperanza en Buenaventura. Tendrá que buscar los mecanismos para darle un nuevo rumbo al municipio. | Foto: LEÓN DARÍO PELÁEZ-SEMANA

POLÍTICA

Del paro a la alcaldía

Víctor Vidal fue uno de los voceros de la protesta que debatieron con el Gobierno nacional el futuro de Buenaventura. Ahora, tras 30 años de líder social, acaba de asumir la alcaldía del puerto y tendrá que gobernar y enfrentar con soluciones su difícil situación. ¿Cómo pasará de la calle al despacho?

18 de enero de 2020

En Buenaventura el ambiente político es triunfalista. En las calles se siente el entusiasmo desde que el líder social Víctor Vidal es el nuevo alcalde del municipio. Muchos ven su triunfo como la derrota de las maquinarias, de los partidos institucionales y, sobre todo, como la reivindicación de las luchas sociales. Los carros todavía llevan la publicidad con el nombre del actual mandatario y la gente responde entusiasta ante la pregunta de quién gobierna ahora la ciudad: “¡El alcalde es uno de los líderes del paro cívico!”.

Víctor es una celebridad en el principal puerto del Pacífico colombiano. Entre la multitud calcula sus pasos, porque la lluvia de saludos y abrazos puede derribarlo. Cada tanto detiene su camino para explicarle a la comunidad cómo gobernará en los próximos cuatros años: “La gente debe entender que no son objeto de favores, sino sujetos de derechos. Y el funcionario público debe entender que es garante de esos derechos”, dice.

Su popularidad creció de una manera abrumadora en mayo de 2017 cuando, como representante de la organización de derechos de las comunidades negras Palenque el Congal, convocó a un gran paro cívico junto a otras 117 colectividades sociales, a las que luego se unieron 137 organizaciones más.

Fue una medida desesperada, recuerda Vidal. En Buenaventura no había hospitales –el Luis Ablanque de la Plata, único centro asistencial, estaba quebrado y no operaba–, ni acueducto ni un debido acceso a la educación superior. Además tenían una de las tasas de desempleo más altas del país y una delincuencia rampante: denunciaban casas de pique, asesinatos, desapariciones. “El pueblo estaba verraco”, dice Víctor.

El paro duró 22 días, cuando las calles se coparon de manifestantes y hubo un cese de actividades absoluto. Esto en un puerto que recibe miles de toneladas de mercancía causó un efecto dominó en la zona y llamó rápidamente la atención del Gobierno nacional.

Una delegación de ministros arribó al distrito para negociar una salida pacífica al paro. Víctor estaba del otro lado de la mesa: las 253 organizaciones del Comité del Paro Cívico lo eligieron como uno de los dos voceros autorizados. Buscaban lograr un acuerdo sensato que permitiera crear una hoja de ruta para que Buenaventura cerrara sus brechas sociales con el promedio nacional.

Víctor y el sacerdote John Reina lograron que el Gobierno autorizara un fondo por 1,6 billones de pesos para invertir en diferentes proyectos de desarrollo social en Buenaventura. Los voceros del Comité del Paro Cívico también consiguieron que 14 personas de la comunidad vigilaran ese dinero. “Aquí no se trata de estar por encima, pero si van a tomar decisiones sobre nuestro territorio nos deben consultar y pedir permiso”.

Para finales de mayo, cuando suspendieron el paro, Víctor Vidal ya era un nombre conocido en Buenaventura: el hombre que le devolvió la dignidad al puerto y no tenía pelos en la lengua a la hora de defender a su gente. Aunque llevaba 30 años en luchas sociales, solo en 2017 encontró reconocimiento.

Vidal, administrador de empresas de la Universidad del Valle, fue concejal de Buenaventura hace más de una década. Sin embargo, su capacidad política quedó en evidencia en la mesa de negociación del paro cívico. Después de que se terminaron las conversaciones con el Gobierno nacional, siguió presidiendo el Comité del Paro Cívico y se involucró en actividades electorales como promotor de la candidatura de Alexander López por el Polo Democrático para las elecciones parlamentarias de 2018, para las que obtuvo 20.000 votos en Buenaventura. Eso se convirtió en una revelación para Vidal y en una esperanza para aspirar a la Alcaldía confirmada en los 63.000 sufragios que consiguió Gustavo Petro en la segunda vuelta presidencial.

Luego de la Consulta Anticorrupción, las 253 organizaciones sociales del Comité del Paro Cívico les pidieron a Víctor Vidal y al padre Jhon Reina que se convirtieran en candidatos para la Alcaldía de Buenaventura. El sacerdote no quiso renunciar a sus funciones eclesiásticas, así que solo quedaba un candidato.

A pesar de los indicadores, nada garantizaba el resultado. Vidal se enfrentaba a una maquinaria política bien aceitada que había puesto los últimos cuatro alcaldes de Buenaventura, todos ellos presos después por celebración indebida de contratos y desviación de recursos.

El 27 de octubre, 28.300 personas votaron por Víctor Vidal, avalado por el Polo Democrático y Colombia Humana. En segundo lugar quedó Jaime Oswaldo Marines, del Partido Verde y la Alianza Social Independiente (ASI). De ocho candidatos, los representantes de las colectividades Conservador, Liberal, Centro Democrático y Farc ocuparon los últimos lugares con votaciones inferiores a los 10.000 sufragios. Esas elecciones validaron el cambio político en Buenaventura.

Según las cuentas de Vidal, la olla no está raspada, sino rota con un déficit de 200.000 millones de pesos y demandas billonarias.

Después del paro cívico hubo un giro electoral hacia los movimientos alternativos y de izquierda. “Por fuera del paro una persona como yo no hubiera contado con ninguna posibilidad de ganar. Participábamos, pero éramos marginales. El paro cambió la historia de Buenaventura”, dice Víctor.

En cuanto a la clave de su triunfo, explica que pudo conectar con las elecciones el entusiasmo que generó el paro. La arenga “¡el pueblo no se rinde, carajo!” mantuvo en marcha el entusiasmo participativo en la ciudadanía. Y, al parecer, la clase política tradicional no entendió la trascendencia de esos acuerdos.

Ahora del otro lado, como alcalde, asumirá como su primer reto materializar la ciudadela hospitalaria concertada tras el paro. Según el cronograma, el proyecto ya debería estar en marcha, pero aún no hay lote. Al alcalde de ese momento, Eliécer Arboleda, del Partido de la U, lo capturaron las autoridades un año después de terminado el paro por una presunta celebración indebida de contratos. Luego también lo sindicaron de falsedad en documento público y concierto para delinquir. La entonces gobernadora Dilian Francisca Toro designó a Maby Yineth Viera como alcaldesa encargada, y los acuerdos se diluyeron en un tire y afloje jurídico.

Vidal tuvo dos empalmes. Primero con Viera y después con Alexis Mosquera Valencia, del Partido de la U, que recuperó la alcaldía 50 días antes de finalizar el periodo constitucional. “Encontramos la olla no raspada, sino rota con un déficit de 200.000 millones de pesos y demandas por un billón”.

A pesar de ese antecedente sabe que debe cumplir lo prometido en campaña. Primero debe organizar la casa y luego encontrar el lote para echar andar el proyecto de la ciudadela hospitalaria. Ahora, deberá pasar de la protesta a la gestión y traducir en ejecuciones las frustraciones que por años ha tenido este municipio.