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El secretario de Seguridad de Bogotá, Daniel Mejía, ha insistido en la necesidad de instalar nuevas cámaras y priorizar los puntos de alta criminalidad en la capital. | Foto: Carlos Julio Martínez

SEGURIDAD

La revolución de las cámaras

La vigilancia electrónica se ha convertido en el principal instrumento para reducir el crimen en las ciudades y aumentar la eficacia de la administración de justicia. Colombia entró en la era del moderno panóptico.

23 de diciembre de 2016

Si no hubiera sido por las cámaras de seguridad del barrio Bosque Calderón, en el oriente de Bogotá, las autoridades tal vez no habrían esclarecido el crimen de Yuliana Samboní. Nunca como en el caso de Rafael Uribe Noguera, asesino de la niña de 7 años, la justicia colombiana había avanzado con semejante celeridad. Se trata del ejemplo más claro de cómo la vigilancia electrónica se ha convertido en la herramienta número uno de las autoridades en su lucha contra la criminalidad.

En una capital donde la percepción de inseguridad ronda el 40 por ciento, es particularmente preocupante el déficit de patrulleros. En Bogotá solo hay 239 por cada 100.000 habitantes, mientras otras ciudades como Bucaramanga, Pereira y Montería presentan índices de 686, 540 y 374, respectivamente. Londres, una ciudad con una cantidad semejante de habitantes, tiene más de 30.000 policías, mientras Bogotá apenas supera los 18.000, de los cuales 5.000 son auxiliares bachilleres, y el resto debe repartirse en tres turnos diarios en 20 localidades.

Entonces, “una forma de suplir las debilidades del pie de fuerza de la Policía es tener una buena red de cámaras que cuente con ‘software analytics’, es decir, que reconozca rostros, cuente con bases de datos y tenga la capacidad de detectar problemas sin intervención humana, para que luego haya un monitoreo adecuado de gente con capacidad de reacción”, le dijo a SEMANA Luis Guillermo Plata, presidente de ProBogotá.

Hasta ahora la capital no se la había jugado por aumentar la vigilancia electrónica. Cuando comenzó la actual Alcaldía, había solo 577 cámaras, de las cuales funcionaban 302, pero sin reconocimiento facial ni matrices de datos. Este año el gobierno distrital reparó las dañadas, añadió 220 nuevas y está procesando una licitación por 310 más. La idea del alcalde Enrique Peñalosa es que en los próximos años la ciudad disponga de más de 3.000 cámaras.

No se puede olvidar que gracias a ellas la Fiscalía identificó a Jonathan Vega, quien atacó a Natalia Ponce de León con ácido, y siguió todo el recorrido que realizó desde la casa de su víctima hasta la de su abuela. Asimismo, las cámaras permitieron a la Policía capturar a los taxistas que asesinaron al agente de la DEA Terry Watson en un paseo millonario.

Las capturas in fraganti no necesariamente implican que los detenidos se declaren culpables, en cambio, cuando ellos se ven en una grabación cometiendo el delito suelen más fácilmente aceptar su responsabilidad. Así, no solo reducen en buena parte su pena, sino que además el proceso judicial se acelera y bajan los costos del servicio de justicia en el país.

En un sistema en el que los testigos son pieza clave para los procesos judiciales, donde muchas veces reciben presiones para que no declaren, las cámaras de video suplen su papel y refuerzan las pruebas por el principio de flagrancia. No obstante, los expertos coinciden en que la clave está en que el sistema de vigilancia posea todos los mecanismos para detectar quiénes son los criminales, actuar eficazmente y cubrir un gran porcentaje de la urbe.

Esto, sobre todo, si se tiene en cuenta que, según estudios oficiales, el 30 por ciento de los delitos que ocurren en Bogotá están concentrados en 750 cuadras de las 130.000 que tiene la capital. Lo más grave es que estos puntos calientes están ubicados especialmente en localidades como Bosa, Engativá, Fontibón y Kennedy, donde solo funcionan cinco cámaras. Y lo que es peor, son aún más numerosos en Ciudad Bolívar, Rafael Uribe Uribe, San Cristóbal, Tunjuelito y Usme, donde por ahora no hay ni una. Por este motivo, el Distrito proyecta usar drones que vigilen las zonas neurálgicas de la criminalidad para así contar con imágenes aéreas en tiempo real.

Sin embargo, los proyectos son ambiciosos y necesitan un presupuesto amplio y, sobre todo, gran voluntad política. “El problema no es de tecnología, sino procedimental. Se deben crear bases de datos avaladas por los organismos de control”, le explicó a SEMANA el jefe de Telemática de la Dirección de Seguridad Ciudadana de la Policía Nacional, teniente coronel Carlos Benítez. “Sería espectacular la conectividad con sistemas de seguridad privada, edificios residenciales, almacenes y bancos, para la investigación penal. Ojalá toda la ciudad tuviera grabaciones para visualizar las rutas de ingreso y escape, pero primero hay que tener la analítica de video”, añadió.

Precisamente, aún no existe un decreto que obligue a los privados a instalar cámaras de vigilancia, ni tampoco uno que les exija entregar inmediatamente las imágenes grabadas. Sin duda, conectar las cámaras públicas con las privadas haría que la red de seguridad de la ciudad abarcara gran parte de los barrios y facilitaría el monitoreo del crimen. Así Bogotá empezaría a convertirse en una ciudad inteligente. No obstante, el rezago en materia de software analytics es un obstáculo evidente para la vigilancia tecnológica de la capital.

El lente en el país

Mientras en Barranquilla se instalarán 500 nuevas cámaras además de las 245 ya existentes, en Cali actualmente trabajan 1.416 cámaras con alcance de 400 metros y otras 42 de fotomultas que también vigilan para evitar delitos. La secretaria de Gobierno de Cali, Laura Lugo, está convencida de que la ayuda tecnológica sirve para disuadir y judicializar a los delincuentes. “Donde instalamos cámaras las zonas se vuelven seguras”, le dijo a SEMANA.

En Medellín, por su lado, las autoridades capturaron en marzo a 12 hinchas que desataron riñas en el estadio Atanasio Girardot por medio de un sofisticado sistema de cámaras que identificó con exactitud los rostros de los revoltosos. Estas hacen parte de las 1.060 cámaras de seguridad de la ciudad, mayoritariamente instaladas en el centro, donde en los últimos seis meses han detectado 3.717 episodios, unos 20 al día. Gracias a ellas las autoridades han recuperado 24 vehículos, 82 celulares robados, han incautado 21.126 gramos de estupefacientes, 418 botellas de licor adulterado, 3.557 armas, y han capturado 484 delincuentes. Para el alcalde Federico Gutiérrez la tecnología es vital en su cruzada contra la delincuencia organizada. “Estamos invirtiendo para tener lo mejor en cámaras. En los primeros meses del año instalaremos 1.200 nuevas y tendremos un helicóptero con cámaras y comunicaciones para hacer patrullajes aéreos”, le contó a SEMANA.

Como en el panóptico de Michel Foucault, el solo hecho de que haya cámaras, así no funcionen, reduce el crimen. Por este motivo, es esencial que el Estado invierta en tecnología para que la vigilancia electrónica reduzca las tasas de delitos a lo largo y ancho del país. Precisamente el secretario de Seguridad de Bogotá, Daniel Mejía, ha hecho especial énfasis en la necesidad de innovar para tener una verdadera política pública de vigilancia en la capital. Por lo pronto, la ciudad espera que el nuevo Centro de Comando, Control, Comunicaciones y Cómputo (C4), que recién comenzó a operar, logre que los objetivos en seguridad electrónica se hagan realidad en Bogotá y se repliquen en el resto del país.

El caso de Londres

La capital de Reino Unido es tal vez la ciudad mejor interconectada del mundo en materia de cámaras de vigilancia.

Como en el Gran Hermano de la novela 1984 de George Orwell, la Policía londinense registra casi en su totalidad lo que sucede en cada calle, con más de 10.000 cámaras en la ciudad. La Autoridad Británica de Seguridad (BSIA, por su sigla en inglés) cuenta unos 4 millones de cámaras en el país, una cobertura sin parangón en el mundo. Un ciudadano promedio queda grabado unas 70 veces al día.

Esto se debe a que hace más de 20 años el gobierno decidió blindar a Londres contra el terrorismo, a raíz de la explosión de un carro bomba del IRA en 1993. Lanzó un plan de vigilancia electrónica conocido como el “anillo de acero” (ring of steel, en inglés) que ha contribuido a prevenir atentados, capturar criminales y hasta a detener policías que abusan de la fuerza.

Por su alcance sin igual, algunos han cuestionado la vigilancia electrónica de Reino Unido, porque viola el derecho a la privacidad. Pero a pesar de las críticas no cabe duda de que gracias a su red de cámaras, Londres ha llegado al podio de las más seguras de Europa.