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VIH/SIDA: un reto para los gobiernos

23 de julio de 2001

El VIH/SIDA desencadena un círculo vicioso. Como destruye a las personas en sus años más productivos, aumenta la pobreza, invierte los progresos educativos, reduce la productividad laboral, amenaza la seguridad alimentaria y frena el crecimiento económico. Estos retrocesos, a su vez, propulsan la epidemia y socavan los esfuerzos de prevención y tratamiento.



La lucha satisfactoria contra la epidemia de SIDA depende de lo bien gestionadas que estén las respuestas nacionales y de la posibilidad de movilizar a individuos y comunidades en torno al objetivo común de controlar la epidemia. En pocas palabras, el VIH/SIDA plantea un desafío de gobierno complejo.

Una respuesta eficaz al VIH/SIDA debe lograr tres objetivos básicos: reducir el número de nuevas infecciones; ampliar el acceso a la asistencia y tratamiento para las personas que viven con el VIH/SIDA, y paliar los efectos de la epidemia sobre el desarrollo social y económico. En general, esto exige intensificar los esfuerzos nacionales de reducción de la pobreza y proporcionar apoyo a las personas más afectadas.



Para alcanzar estos tres objetivos se requiere una amplia movilización social y política a nivel familiar, comunitario y nacional. Esto exige formas de gobierno altamente eficaces. No hay una única fórmula para lograr el éxito, pero las enseñanzas aprendidas durante los dos últimos decenios demuestran que las respuestas nacionales bien gestionadas comparten algunos principios básicos.



Asegurar un gobierno eficaz

Son esenciales la voluntad, visión y liderazgo políticos, especialmente en las esferas más altas del gobierno. Este liderazgo debería reconocer que tienen que adoptarse medidas prácticas para asignar recursos nacionales a prioridades relacionadas con el VIH/SIDA y preparar instituciones y actores fuera del sector sanitario. En países como Uganda y Tailandia, la respuesta se benefició en gran medida de un liderazgo «visionario» en las etapas iniciales de la epidemia, lo que posibilitó la movilización de comunidades, gobiernos y grupos de la sociedad civil.



Los planes estratégicos nacionales sobre el SIDA son otro ingrediente fundamental de un gobierno eficaz. Un plan óptimo abarca diversos sectores e incluye iniciativas de prevención, asistencia y tratamiento, así como medidas para paliar el impacto de la epidemia. Está concebido para alcanzar metas claras, con líneas de responsabilidad bien definidas. Está coordinado y financiado por las esferas más altas del gobierno, pero también promueve una participación inequívoca de la comunidad. Esta planificación multisectorial a gran escala proporciona el marco para armonizar las actividades de los diversos asociados.



Es necesario espolear la acción tanto del gobierno como de la sociedad civil. La gestión de una respuesta satisfactoria al VIH/SIDA exige la colaboración, entre diferentes sectores y a distintos niveles, de la gama más amplia posible de departamentos gubernamentales, grupos de la sociedad civil y empresas del sector privado. El Senegal, por ejemplo, ha logrado contener la epidemia porque fomentó las asociaciones entre grupos de mujeres, organizaciones de índole religiosa, autoridades de distrito, organismos gubernamentales y entidades del sector privado.



Todos los sectores del gobierno (y no sólo los encargados explícitamente de cuestiones sanitarias) tienen un papel clave que desempeñar. Los ministerios de trabajo, por ejemplo, pueden promover en el sector privado los programas de prevención y asistencia en el lugar de trabajo. Los ministerios de educación pueden introducir la formación sobre el SIDA para los niños escolarizados y para sus padres. Los ministerios de agricultura pueden desplegar sus redes de agentes de extensión para ayudar a las comunidades a afrontar el impacto de la epidemia.





Las respuestas consiguen su máximo efecto cuando están descentralizadas y tienden a amplificarse. Así pues, en el contexto de la epidemia, una gestión eficaz depende de la capacidad de los gobiernos para movilizar y respaldar la acción a nivel local. Las autoridades municipales y de distrito tienen que disponer de los medios para ampliar sus actividades, y han de trabajar codo a codo con los colectivos que se sitúan a la vanguardia de las actividades preventivas y asistenciales. Botswana, Ghana y la República Democrática Popular Lao constituyen buenos ejemplos de iniciativas especiales para reforzar la capacidad de planificación estratégica y ejecución a nivel provincial y de distrito.



Los gobiernos también deben tener una capacidad suficiente para planificar, ejecutar y gestionar sus estrategias. Esto implica algo más que recursos financieros. Un incremento importante en los fondos para actividades relacionadas con el VIH/SIDA exige que los gobiernos y comunidades sean capaces de absorber tal ayuda. Por consiguiente, se requieren esfuerzos especiales para establecer marcos sólidos de responsabilidad, capacidades gerenciales y sistemas de supervisión, evaluación y elaboración de presupuestos. Sin estas medidas, no pueden desembolsarse fondos de inmediato, ni es posible mantener un funcionamiento eficaz de los programas.



Una de las principales enseñanzas aprendidas durante los últimos 20 años es que el VIH/SIDA debe constituir la máxima prioridad en los planes nacionales de desarrollo. La epidemia no es una cuestión aislada e independiente. Los planes nacionales de desarrollo y las estrategias de reducción de la pobreza deben asumir plenamente la necesidad de frenar la propagación de la epidemia y afrontar sus consecuencias. Sin esta premisa, los recursos de los presupuestos nacionales asignados a prevención y asistencia seguirán siendo inadecuados.



Las prioridades del VIH/SIDA tienen que debatirse seriamente en el parlamento nacional, y deberían contar con el apoyo incondicional del consejo de ministros y el ministerio de finanzas. Esto es especialmente importante cuando un país decide asignar los ahorros derivados del alivio de la deuda, una oportunidad inestimable de aumentar los fondos destinados a la respuesta al SIDA. Entre otros, Burkina Faso y el Camerún son ejemplos de países que han cumplido eficazmente este requisito.



Apoyo mundial a estrategias nacionales

El VIH/SIDA plantea un desafío singular. Por una parte, requiere una respuesta seria de salud pública, pero también exige una acción mucho más amplia. Si se pretende que los esfuerzos de prevención resulten eficaces y puedan mitigarse los efectos de la epidemia es necesario que se movilicen todos los sectores y niveles del gobierno.



Pero los países no pueden soportar la carga por sí solos. En vez de respaldar proyectos fragmentarios, la financiación mundial debe apoyar planes estratégicos nacionales exhaustivos y en gran escala que cubran todo el espectro de intervenciones necesarias para controlar la epidemia. El éxito, pues, depende de lo bien que gestionen los países sus propias respuestas, así como del apoyo de los donantes, las Naciones Unidas, las instituciones prestatarias multilaterales y las organizaciones civiles internacionales.