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BOGOTÁ

Vocación única

Aunque es poco probable que la venta del Seminario prospere, el debate dejó en claro la seriedad con que se debe encarar su conservación histórica y ambiental.

23 de enero de 2005

DURANTE LOS ÚLTIMOS días en los recintos, pasillos y habitaciones del Seminario Mayor de Bogotá, ubicado en las laderas de los cerros orientales y en una de las zonas más exclusivas de la ciudad, ha habido apuros. A los nueve sacerdotes y a los casi 30 empleados no los tiene preocupados la polémica generada por la oferta que hizo el constructor Pedro Gómez para comprar el enorme edificio y sus 10 hectáreas de terreno, de cerros de bosque natural, sino el nuevo año académico.

Debido al alto número de seminaristas que llegarán en los próximos días (153) han tenido que habilitar todos los cuartos, pero como no son suficientes, algunos candidatos que desean seguir el camino de Cristo tendrán que compartir habitación. El edificio, con su iglesia, 150 habitaciones, comedor, canchas y su completa biblioteca, estará al máximo de su ocupación.

A pesar del alto número de seminaristas, las cifras económicas no son del todo alentadoras. Cada estudiante le cuesta en promedio a la Arquidiócesis de Bogotá un millón de pesos, pero solo el 25 por ciento es aportado por los seminaristas. El resto lo paga la Arquidiócesis de la ciudad. Y si este monto se multiplica por los ocho años que dura la formación y si se piensa en que menos del 30 por ciento de los que inician se ordenan, el tema es preocupante.

Por estas y otras razones algunos sectores pensaron que la propuesta que en noviembre pasado hizo Gómez Barrero a monseñor Pedro Rubiano para adquirir el seminario y aparentemente convertirlo en hotel podía tener sentido, ya que le generaría recursos suficientes para construir o adquirir una nueva sede más acorde con estos tiempos y mantener la formación de sus miembros de manera holgada por muchos años.

La sola idea de ver la edificación románica destinada para un uso diferente del que fue construido entre 1943 y 1946 causó una enorme polémica en la ciudad que el propio Gómez Barrero no entiende, pues esta no pasó de ser un simple ofrecimiento verbal, sin precio ni uso final definidos, que muy probablemente no será aceptado por la Iglesia. En los próximos días, cuando monseñor Rubiano regrese de Roma de su participación en el Consejo Pontificio para América Latina, anunciará lo que ya ha dicho en privado y anunció el viernes pasado en un comunicado: el seminario mayor no está en venta.

"El Cardenal siempre ha dicho lo mismo, y cuando le respondió al señor Pedro Gómez: 'Lo pienso, lo consulto y después hablamos', no quiere decir que esté en venta", advirtió el padre Alberto Forero, canciller de la Arquidiócesis de Bogotá.

Y eso fue lo que hizo. A mediados de diciembre les comunicó la oferta a los sacerdotes de la Arquidiócesis de Bogotá para que la analizaran y discutieran, pero esta terminó filtrándose a la opinión pública por el descontento de algunos párrocos que se sintieron ofendidos con la sola idea de perder ese importante símbolo para la Iglesia y para la ciudad. Incluso algunos enviaron una carta manifestando su desacuerdo y plantearon que si el problema del seminario era de recursos, la solución debía buscarse dentro de la institución.

Pero el Cardenal no puede decidir nada acerca del seminario con sólo la opinión del clero. Como lo advierte un alto jerarca de la Iglesia, una decisión que como esta afecta un símbolo espiritual y económico de la institución debe contar con la aprobación de la Santa Sede. Incluso, si la Iglesia tomara la decisión de vender, el predio tampoco tendría el potencial para ser hotel, centro comercial o polo de desarrollo residencial, como algunos lo sugirieron, no sólo porque su uso está controlado sino porque los bogotanos están cada vez más preocupados por la forma como algunos barrios tradicionales y los mismos cerros tutelares están siendo arrasados por los urbanizadores.

Según Planeación Distrital, el seminario fue declarado bien de interés cultural de conservación hace cuatro años, lo que significa que los únicos usos permitidos en la totalidad del terreno serían para equipamiento educativo (universidades, centros de investigación y seminarios); institución cultural (museo, centro cultural y artístico; hemeroteca); de salud (hospital o clínica de tercer nivel, sanatorio o centro geriátrico); de administración pública (embajada, organismos de cooperación o multilaterales de atención al público); o para convento.

Cambiar su uso requiere realizar un anteproyecto, que antes de ser llevado a la Curaduría Urbana debe ser aprobado por Planeación Distrital, previo concepto del Comité Técnico Asesor de Patrimonio.

Para el concejal David Luna, este caso demuestra la urgente necesidad de aprobar el Plan Maestro de Cerros Orientales y determinar de una vez quién los tiene bajo su jurisdicción, si el Ministerio de Medio Ambiente, la CAR o el Dama.

Lo importante es que la propuesta ha generado preguntas en la Iglesia, los creyentes y la ciudad que deben ser afrontadas con seriedad. Por ahora, cuando el Cardenal llegue esta semana a su despacho no solo buscará ponerle punto final a la polémica sino responder a otras ofertas, como la de una empresa estadounidense que también acaba de manifestar su interés de comprar el seminario. Cualquier decisión tendrá que velar por la conservación de esta joya arquitectónica y ambiental de la capital.