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¿Voto finish?

Lucho le está pisando los talones a Juan Lozano.

13 de octubre de 2003

El refrán de que en política no hay nada escrito quedó una vez más validado en el final de la campaña por la Alcaldía de Bogotá. Lo que en un primer momento parecía la seguridad de un triunfo de Juan Lozano, a 15 días de las elecciones ha dejado de serlo. En este momento el pronóstico de la mayoría de los observadores políticos es el de un voto finish entre Juan Lozano y Lucho Garzón.

Durante los primeros meses de campaña las encuestas le daban a Lozano un margen de casi 2 a 1 sobre su rival del Polo Democrático. Una ventaja de esa magnitud parecía inderrotable hasta hace poco tiempo. Pero de la noche a la mañana Lucho se disparó. No existe un consenso sobre cuáles son las razones. Juan Lozano ha hecho una campaña seria desde el principio y no ha cometido ningún error grande. Lucho, por su parte, ha tenido una campaña alegre y espontánea basada en su personalidad, pero no más. No se registra ninguna propuesta extraordinaria que haya podido cambiar las tendencias electorales a último momento.

Se podría argumentar que Lucho simboliza esa renovación que los colombianos siempre buscan, hastiados de los mismos con la mismas. Pero la verdad es que Juan Lozano es más nuevo que Lucho. Este último ha sido un dirigente sindicalista durante años y ya pasó hasta por candidatura presidencial. Juan Lozano, a pesar de su pasado galanista, no existía políticamente hace apenas seis meses. Era un periodista respetado y relativamente desconocido que tenía una columna en el periódico El Tiempo y un cargo directivo en Citytv.

En cuanto a experiencia administrativa ambos están en cero. Por lo general ni los periodistas ni los sindicalistas entienden un flujo de caja o un estado de pérdidas y ganancias. Pero en política la gerencia nunca ha sido indispensable. El abuelo de Juan Lozano, que se llamaba igual que él y fue la mejor pluma de toda su generación, escribió que el más grande estadista de Colombia en el siglo XX fue Alberto Lleras, quien simultáneamente era el más ignorante de todos los presidentes en asuntos administrativos.

Tampoco se puede justificar lo que está pasando por el creciente desprestigio de los partidos. Si Juan Lozano se hubiera lanzado como candidato oficial del Partido Liberal, Lucho podría argumentar que era él la única alternativa al bipartidismo tradicional. Pero Lozano se lanzó como independiente, con lo cual su posicionamiento es comparable al de Lucho.

En últimas, se podría pensar que el auge de Garzón es en el fondo una rebelión popular contra unos gobernantes desgastados e impopulares que fracasaron en sus gestiones. Sin embargo nada de eso sucede aquí. Lucho, al enfrentarse a Juan Lozano, lo hace simultáneamente a los patrocinadores de éste, que son Alvaro Uribe, Enrique Peñalosa y Antanas Mockus, los tres gobernantes más populares de que se tenga memoria en la historia reciente. Y esto para no mencionar que sus padrinos dentro del Congreso son los más respetados de ese gremio, como Germán Vargas Lleras, Rafael Pardo y Claudia Blum.

¿Entonces, cómo explicar el fenómeno Lucho que se está viviendo en la actualidad? Varios analistas consultados por SEMANA no encuentran mejor explicación a la de que el péndulo de la política se está devolviendo. Después de años de experimentos de centroderecha el país tiene la tentación de probar otras opciones. Esto no tiene nada de raro pues al fin y al cabo esto es algo que sucede en todo el mundo y en casi todas las elecciones. Lo inusual de la situación de hoy en Bogotá es que es uno de los pocos momentos en que el continuismo no se ve como una mala opción.

Hay casi unanimidad alrededor del concepto de que Peñalosa y Mockus, con las bases financiera y jurídicas que sentó Jaime Castro, partieron en dos la historia de Bogotá. Los habitantes de la capital están orgullosos de su ciudad. La fórmula de este éxito es denominada "el modelo Peñalosa", el cual se ha convertido en Colombia en el símbolo más visible de centroderecha. Y Lucho, por su pasado sindicalista y por ser el candidato del Polo Democrático, es hoy por hoy el símbolo más visible de centroizquierda. La confrontación está planteada en esos términos.

Obviamente, lo anterior corresponde más a percepciones que a realidades. En el fondo los dos modelos son más de centro que de otra cosa. Peñalosa y su escuela representan en realidad la izquierda de la derecha. Y Lucho, o por lo menos el Lucho de hoy, representa la derecha de la izquierda. A pesar de que al modelo Peñalosa se le atribuye una falta de contenido social, la verdad es que su gestión fue mucho menos elitista de lo que se piensa. Lo que hizo en el sur de Bogotá en los estratos 1 y 2 desvirtúa esta leyenda. El propio Peñalosa se ha definido a sí mismo en entrevistas como "la nueva izquierda". Por lo tanto su percepción como el símbolo de la derecha en Colombia no obedece tanto a su ideología sino a su estilo autoritario, su empaque de yuppy y su terquedad.

Y si Peñalosa no es tan de derecha como se piensa, Lucho no es tan de izquierda como se dice. Lo que está haciendo es copiar la fórmula del presidente del Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, que consiste en romper con la izquierda tradicional. En Colombia partidos de izquierda tradicional, como el Frente Social y Político, no están en el Polo Democrático porque lo consideran demasiado derechista. Otros izquierdistas, como el ex sindicalista Wilson Borja y el ex guerrillero Gustavo Petro, han perdido el entusiasmo con Lucho por considerar que le ha hecho demasiadas concesiones al Establecimiento.

Lucho no le jala al mamertismo. Y lo que está tratando de hacer es crear una tecnocracia de izquierda ya que los técnicos en Colombia siempre han sido de derecha. Ha tratado de rodearse bien con personas del calibre de José Fernando Isaza y está formando nuevos cuadros con figuras como Pedro Rodríguez y Francisco Miranda. La estrategia del Polo Democrático es mostrar resultados a nivel de gobierno local a través de Lucho Garzón para desvirtuar el mito de que la izquierda es populista y no responsable. Así como el Partido de los Trabajadores de Lula llegó al poder a través de gestiones exitosas a nivel local, el Polo y Lucho le apuestan a lo mismo.

Lo que no deja de ser sorprendente es que muchos en los estratos 5 y 6 se sumaron a esa apuesta. La candidatura de Lucho está in y cuando eso sucede muchas personas que racionalmente tendrían que estar en contra no se quieren quedar por fuera de la fiesta. El 'luchismo' es ante todo algo emocional.

El 'juanismo' no es emocionante. Es ante todo racional. Lozano es creíble y simboliza la honestidad y la transparencia. No inspira entusiasmo sino confianza. Sus seguidores piensan que con él no puede pasar nada grave. Pero para ganar en una elección empatada no sólo necesita a sus seguidores sino una tajada grande del voto indeciso, que todavía es considerable.

En todo caso de lo que suceda en Bogotá dependerán muchas cosas de la política nacional. Peñalosa aspira a la Presidencia y se la ha jugado por cuatro candidatos a la Alcaldía en las principales ciudades del país: Juan Lozano en Bogotá, Sergio Fajardo en Medellín, Kiko Lloreda en Cali y Guido Nule en Barranquilla. Si hace moñona su candidatura arrancaría como un cañón. Si pierden los cuatro sería una humillación. Si pierde sólo en Bogotá habrá perdido en su cancha jugando de local. Y no sería el único puesto que Germán Vargas, quien también aspira a la Presidencia, le apostó todo a Juan Lozano.

Si en Bogotá el candidato del Partido Liberal, Jaime Castro, queda de cuarto y el del Partido Conservador, Miguel Ricaurte, queda de sexto, la capital estará marcando la pauta a nivel nacional en lo que se refiere a la desintegración de los partidos. Los tres primeros puestos en la carrera por la Alcaldía de la capital pueden quedar en manos de personas por fuera de los partidos. Esto no tiene antecedentes. En algunas ocasiones el liberalismo o el conservatismo habían sido derrotados para alcaldías. Pero nunca habían quedado en los últimos lugares.

Faltan dos semanas y un gran mano a mano en televisión antes de que los bogotanos salgan a las urnas. Los dos bandos tienen expectativa y nerviosismo. A favor de Lucho está lo que los norteamericanos llaman "momentum", que podría traducirse como la fuerza de la tendencia. A favor de Juan está la historia de Colombia. Cada vez que la izquierda se acerca al poder, la derecha ha reaccionado. Habrá que ver si el 26 de octubre esto se repite.