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Bien recibida en Colombia e inadvertida en EE.UU., la gira de Virgilio Barco

3 de noviembre de 1986

Existe una tradición consistente en que cuando un Presidente colombiano viaja a los EE.UU. aquí en el país se siguen con gran curiosidad todos los detalles de la visita; se desplazan masivamente los medios de comunicación, y hasta el más mínimo movimiento del Jefe de Estado se interpreta como un gesto trascendental. Mientras que en EE.UU. pasan generalmente inadvertidos para los norteamericanos, y escasamente le llaman la atención a los vecinos de la casa de la Embajada en Washington, quienes por unos días ven interrumpida su tranquilidad por el ruido de las sirenas y el desfile de las limosinas. La excepción a esta regla había sido el viaje del presidente Betancur en 1983, que mereció una nota en primera página del New York Times por haber logrado la hazaña de hacer poner de pie a todos los asistentes a la asamblea de las Naciones Unidas, que lo aplaudieron durante varios minutos.
Como era de esperarse, entonces, el viaje del presidente Virgilio Barco no significó nada en los EE.UU. Para un país cuya atención estaba concentrada en la liberación del periodista Daniloff y la confirmación de la cumbre Reagan--Gorbachev en Islandia, Barco se fue sin que nadie supiera a qué horas había llegado. Los periódicos no mencionaron su intervención en la reunión conjunta del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, a pesar de ser su Presidente; el salón de las Naciones Unidas estaba desocupado en un 70% cuando Barco realizó su intervención; y su encuentro con Ronald Reagan fue casual, cuando ambos se cruzaron en el hotel Sheraton, donde se celebraba la cumbre económica.
Sin embargo, ninguna de las circunstancias anteriores indica que el viaje de Barco hubiera sido un fracaso. Ante la comunidad financiera internacional, que mucho le importa a Colombia en estos momentos, el Presidente colombiano se mostró como un hombre serio y discreto, que expuso sus puntos de vista con sobriedad pero sin espectacularidad.
La banca internacional es como la banca de la esquina. A cualquier banquero le gusta ver la cara de su cliente. Esa percepción inicial resulta normalmente determinante de las futuras relaciones comerciales. Y Virgilio Barco tiene facha de buen cliente. Un señor peliblanco, que no amenaza como Alan García, que no dice que no paga y que, aunque se queja de los términos del préstamo, está dispuesto a cumplir con sus obligaciones y ceñirse a las reglas del juego, tenía que causar necesariamente una buena impresión.

EL LIO DE LA MONITORIA
Aunque el presidente Barco habló también ante foros políticos como el de la OEA y el de las Naciones Unidas, desde un principio se pensaba que el tema principal de su viaje iba a resultar el aspecto económico. Y así fue.
Como pocos países del Tercer Mundo, Colombia "tiene varita" en el Banco de la Reserva Federal y en la Secretaría del Tesoro norteamericano, cuyos respectivos directores, Paul Volcker y James Baker, ven en Colombia el modelo que deben seguir los demás países del sur. Para nadie es un misterio que Colombia fue el primer país donde se aplicaron las ideas del plan Baker para el tratamiento de la deuda externa, y que el tan controvertido esquema de la monitoría, después de haber sido aceptado con resistencia por parte del FMI, está siendo propuesto en la actualidad para una serie de países latinoamericanos.
Fue precisamente el tema de la monitoría el que en un comienzo le hizo pensar a los observadores que Barco iba dispuesto a hablarle "golpeado" a la banca internacional. A las pocas horas de su llegada a los EE.UU., dijo ante los periodistas que había que terminar con la fiscalización del FMI sobre la economía colombiana, ya que "por habernos metido en el sistema de doble monitoría, no hemos podido lograr ningún desembolso del crédito Jumbo contratado con más de 260 bancos internacionales".
Este anuncio, que copó las primeras planas de los periódicos colombianos, pareció en un comienzo ser más importante de lo que finalmente fue. Se interpretó como que Colombia estaba haciendo "toldo aparte" e imponía sus propias condiciones ante el FMI. A las pocas horas, esta postura había sido discretamente rectificada por su ministro de Hacienda, César Gaviria Trujillo, quien aclaró que para levantar esta monitoría era imprescindible un acuerdo previo con la banca internacional.
Además, detrás del anuncio de Barco, había una circunstancia que lo hacía aún menos espectacular: la monitoría del FMI con su revisión de metas trimestrales, termina el 31 de diciembre de este año.

LOS VERDADEROS LOGROS
Pero aparte del show de la monitoría, los verdaderos logros económicos del viaje de Barco están contenidos en una serie de hechos menos llamativos para el ciudadano común y corriente, aunque seguramente serán difinitivos en la futura política económica.
El primero de ellos es haber renovado la confianza en Colombia por parte de los escépticos banqueros privados internacionales, garantizándoles continuidad en el manejo económico. A pesar de las críticas hechas por la presente administración a los actos de la pasada, el gobierno está decidido a que la "ropa sucia se lave en casa". Es decir, que las críticas se hacen de puertas para adentro, porque hacia afuera la política económica de Colombia corresponde, como dijo Barco, a un país que se enmarca "dentro de una larga tradición de administración pragmática de la política económica".
El segundo logro se refiere a que no sólo el Presidente, sino todo su equipo económico, "se dejó ver" en Washington. Esta especie de "baño de popularidad" fue fundamental para iniciar las conversaciones sobre un nuevo crédito Jumbo por mil millones de dólares con destino al sector eléctrico colombiano, y consolidar las relaciones con la comunidad financiera.

OTROS RESULTADOS
Pero aparte de las banderillas que clavó en el terreno económico, Barco se dio el lujo de dar varios pases de pecho en el político. En su discurso ante la OEA, afirmó que "todos los Estados de nuestro hemisferio, sin excepción alguna, deben formar parte de este organismo de naciones". Aunque de la OEA no hacen parte ni Canadá, ni Belicé, ni Guyana, todas las interpretaciones apuntaron hacia que lo que el Presidente colombiana estaba proponiendo, era el regreso de Cuba a la Organización. Y como si esto fuera poco, dejó abonado el camino para la reapertura de relaciones diplomáticas de Colombia con dicho país, al afirmar, en rueda de prensa en Nueva York, que "el gobierno colombiano no puede seguir al lado de Stroessner y Pinochet que son los únicos que no tienen relaciones con Cuba".
Esta frase mereció el calificativo de "desafortunada" por parte de algunos de los presentes, que consideraron poco cortés la actitud de Barco de referirse en términos despectivos a los mandatarios de dos naciones con las que Colombia sostiene relaciones diplomáticas. SEMANA se enteró de que los embajadores de ambos países ya protestaron verbalmente ante la Cancillería colombiana, aunque era poco probable, al cierre de esta edición, que elevaran su protesta formalmente. Esta no sería la única gaffe del presidente Barco. También se refirió en términos despectivos a otra nación latinoamericana, al afirmar de manera categórica que "Bolivia no es Colombia".
Finalmente, ante un auditorio escaso en el recinto de las Naciones Unidas, Barco propuso la internacionalización de su propósito de erradicar la pobreza absoluta, y convocó a una "cumbre técnica" de presidentes en nuestro país, con el propósito de combatir este flagelo.

BUENA IMAGEN
En conclusión, este viaje del presidente Barco deja un balance positivo. Aunque en los EE.UU. el personaje terminó siendo la primera dama, Carolina de Barco, quien se lució en una entrevista sobre el problema de la droga a través del programa Today, para la comunidad financiera Barco dejó la imagen de un hombre serio y discreto que sabe para donde va, y para los colombianos, el Presidente se trató de "tú a tú" con los grandes, se paseó por los foros más importantes del mundo y, como se dice en el argot popular, "no se arrugó".