Home

Nación

Artículo

frontera

Xenofobia en la vecindad

Los colombianos comienzan a sentir que no los quieren en Ecuador, y el gobierno de Álvaro Uribe no es bien visto por los ecuatorianos.

12 de febrero de 2006

La balacera fue algo de locos. Llovía plomo desde los helicópteros. Tuvimos que echarnos al suelo y quedarnos quietecitos como dos horas. A mi mujer le dije que si me mataban, cogiera a los niños y echara a correr. Tan pronto la situación se calmó un poco, agarramos lo que pudimos y arrancamos hasta el río Mataje. Ahí pasamos al Ecuador. Era el jueves, estaba oscurísimo y sólo se veían las balas, como luciérnagas". Así contó el campesino Carlos Alberto Benavides a SEMANA lo que vivió cuando miembros de la Policía Antinarcóticos de Colombia perseguían insurgentes en los caseríos de Mata de Plátano y Puerto Rico, Tumaco, donde el río Mataje separa a Nariño de la provincia de Esmeraldas. Benavides llegó con su familia a San Lorenzo, el poblado ecuatoriano más cercano y allí les auxiliaron. Con las horas, muchos más campesinos arribaron huyendo. El domingo sumaban 681, entre ellos muchos niños. "Antes, cuando había enfrentamientos, corríamos hacia Ecuador, pero ahora las tropas colombianas atacaron desde el lado ecuatoriano y quedamos en el medio.", dijo al diario El Comercio Juan Carlos Carvajal, uno de los desplazados. Junto con la repentina 'invasión' de colombianos, comenzaron las protestas en el nivel oficial. El portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, Leopoldo Rovayo, afirmó a SEMANA que se había violado la soberanía ecuatoriana por ocho helicópteros colombianos. "El hecho se registró en el sector de la 'Y', jurisdicción de Corriente Larga, provincia de Esmeraldas, y de las aeronaves desembarcaron unos 400 efectivos de las Fuerzas Armadas de Colombia, en persecución de grupos irregulares, para luego retornar a su territorio". El episodio, que ha sido negado por las autoridades colombianas, viene a sumarse al desplazamiento de miles de colombianos, los problemas con la guerrilla, el Plan Colombia, la delincuencia y los roces diplomáticos para crear un ambiente de anticolombianismo en Ecuador. Una especie de 'venezolanización' del vecino de sur, por las semejanzas que hay en los daños que le han causado a la imagen de los colombianos el temor al 'contagio' del conflicto interno. Para Bogotá, las tensiones se centraban en las acciones de la guerrilla. Pero el ataque del 25 de junio que mató a 22 soldados colombianos en la base de Teteyé, Putumayo, desató mutuas recriminaciones, pues se dijo que los insurgentes ingresaron desde Ecuador. La realidad es que en Ecuador hay problemas por la presencia de grupos armados y no son pocas las veces que miembros de las Farc o las autodefensas han realizado incursiones; también tienen asidero las versiones de que las organizaciones armadas y de narcotraficantes cuentan con redes financieras en el vecino país. A esto se añade el contrabando de armas y los gigantescos decomisos de droga, provenientes de Colombia, que pasan por Ecuador en su viaje a México, Estados Unidos o Europa. Por otra parte, el gobierno del presidente Álvaro Uribe no es bien visto en Ecuador en el nivel popular, pues despierta temores su objetivo de recuperar la retaguardia de las Farc, especialmente en Caquetá, Nariño y Putumayo, limítrofes con Esmeraldas, Carchi y Sucumbíos. También influyen la fumigación aérea en zonas cercanas a la frontera, y la ofensiva lanzada por la Fuerza Pública contra los grupos ilegales, que han originado el desplazamiento de colombianos y la ubicación de los rebeldes en Ecuador. Las fumigaciones son acompañadas de helicópteros artillados en plan de combate, y muchas veces hay desembarco de tropas en las fincas , que además denuncian la destrucción de sus cultivos y graves daños en su salud y la de los animales. Quito ha asumido posiciones difíciles de aceptar para Bogotá, como la que mantuvo el entonces canciller, Antonio Parra, el 29 de junio de que su país debía ser neutral, al señalar que "la guerra civil colombiana" ha llevado a su vecino a "abandonar sus deberes de soberanía" y que por ello, Ecuador limita al norte "más con las Farc que con Colombia". Al día siguiente, la cancillería en Bogotá expidió un comunicado en el que destacaba que "ningún gobierno puede ser neutral ante la agresión del terrorismo a una democracia". Y el nuevo canciller , Francisco Carrión, por su parte, ha hecho saber a su par, Carolina Barco, que no está dispuesto a continuar asumiendo el costo de un conflicto que no le corresponde. Carrión señaló a SEMANA que "la política colombiana está afectando a Ecuador, por lo que es necesario encontrar mecanismos de entendimiento". Aunque el nuevo Canciller es considerado un profesional de carrera, el ambiente político lo obliga a mantener el lenguaje duro de sus antecesores. En los últimos días le ha enviado tres notas de protesta a Bogotá, lo cual es insólito. Ecuador está controlando la frontera con Colombia con puestos militares y patrullajes según el ministro de Defensa, general retirado Oswaldo Jarrín, quien niega que en el país haya campamentos de la guerrilla colombiana, a pesar de que grupos militares han encontrado varios abandonados. Según las autoridades, 8.000 militares y 4.000 policías están encargados de controlar la frontera. Como si fuera poco, levantaron ampolla en Ecuador las declaraciones del zar antidrogas de Estados Unidos, John Walters, quien dijo en Bogotá la semana pasada que "las críticas al uso del herbicida glifosato para erradicar narcocultivos se deben a la falta de conocimiento sobre el tema y, en otros casos, provienen de sectores que apoyan el narcotráfico y el terrorismo". Todo esto, sin duda, ayuda a que crezca la xenofobia contra los colombianos. No pocas veces, en las redadas la Policía sostiene que las bandas son comandadas por colombianos. Y en un informativo de televisión, por ejemplo, uno de los presentadores hace énfasis: "Ojo, amigos: son colombianos". Es famosa la anécdota de un reportero que al entrevistar a una señora testigo de un asalto, ésta señaló que los antisociales parecían colombianos, porque "caminaban como colombianos" En el nivel oficial, el asunto no es tranquilizador: el hoy ex ministro de Gobierno Mauricio Gándara llegó a proponer que se exigiera visa a los colombianos. El prefecto de Carchi, René Yandún, lamentó que las autoridades no cumplan un control migratorio y sostuvo que el ingreso de colombianos es perjudicial para su provincia, que limita con Nariño, y para el país. Pero la propagación del conflicto colombiano más allá de las fronteras, no sólo se refiere a los incidentes desatados por las guerrillas. Los cultivos de coca están llegando a suelo ecuatoriano, debido al Plan Colombia. Las autoridades admiten que el Pacífico -entre Manta y Tumaco-, menos vigilado que el Caribe, se ha convertido en un escenario atractivo para el tráfico de drogas, de los carteles, los paramilitares y las Farc. Diversos barcos cargueros que parten de Manta a Estados Unidos reciben en alta mar la cocaína enviada desde Colombia en lanchas rápidas, según un documento de la DEA Así, el conflicto colombiano se está convirtiendo en un foco de inseguridad para el vecino más cercano. Y en el crispado ambiente político, con elecciones presidenciales en 2006 y una evidente crisis de gobernabilidad, el asunto colombiano se ha convertido en centro del debate. Las posiciones 'blandas' o conciliadoras no son rentables y es poco probable que en los meses de campaña haya espacio para la moderación. Un análisis de El Comercio señaló que "Ecuador y Colombia siguen haciendo un mal negocio al mantener una relación erizada y tortuosa a causa de malos entendidos y actitudes pocos diplomáticas del pasado reciente". Se espera que el canciller cambie el rumbo de las relaciones, de modo que sobresalgan los intereses de los dos países, "sin exabruptos ni descalificaciones", según el matutino. Lo malo es que la xenofobia comienza a echar sus raíces en Ecuador, un país donde -curiosamente- más de 1.000 empresas son de capital colombiano, contribuyen al progreso de la nación, dan trabajo a miles de ecuatorianos y pagan anualmente millones de dólares al fisco.