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YO AMO A NUEVA YORK

A pesar de todo, no le fue mal a Ernesto Samper en Estados Unidos.

28 de octubre de 1996

I took Manhattan, parecía ser el estado de ánimo de Ernesto Samper cuando regresaba de su viaje a la 51a Asamblea General de las Naciones Unidas. En el avión de Avianca, que había reemplazado al presidencial después del descubrimiento de la heroína, Samper se mostraba satisfecho con los resultados de su visita. Los viajes a las Naciones Unidas son por lo general eventos protocolarios con múltiples jefes de Estado que son difíciles de calificar como triunfos o fracasos. Fuera de fenómenos como la presencia de Fidel Castro, poca atención despiertan las intervenciones o actividades de los otros mandatarios. Ernesto Samper, por ser un presidente sin visa, generaba más interés que el promedio de sus colegas. Y ante esta expectativa se puede afirmar que le fue bien. Su discurso ante la Asamblea fue digno y efectista. Sin contener ninguna propuesta particularmente original, le permitió presentar a Colombia no como el problema de las drogas sino como una víctima más. Esbozó una serie de fórmulas globales para combatir ese flagelo y dejó claro que el intervencionismo de Estados Unidos no es la solución. Explotó hábilmente el incidente de la heroína en el avión presentándolo como el tercer atentado contra su vida después de los 11 balazos de 1988 y las acusaciones de narcofinanciación de su campaña en 1994. El plato fuerte, sin embargo, fue su referencia al tema de la extradición. Samper la incluyó dentro de un paquete de fórmulas judiciales que convertirían al narcotráfico en un delito global por fuera de la órbita individual de cualquier nación. "Todo lo que dijo el Presidente es lógico y deseable pero nada de eso va a suceder", afirmó el politólogo Fernando Cepeda Ulloa. "Los Estados Unidos no aceptan ningún enfoque multilateral frente al problema del narcotráfico. Ni siquiera bilateral. Son unilaterales en sus exigencias y esperan soluciones unilaterales por parte de los países productores". En lo único en que estuvieron de acuerdo tanto admiradores como detractores de Ernesto Samper era en la conclusión de Cepeda. Es decir que la propuesta, ni a corto ni a mediano plazo, era viable. En Colombia los antisamperistas saltaron rápidamente a calificar el discurso como una simple distracción o como una propuesta para la cual Ernesto Samper no tenía autoridad moral. La verdad es que propuestas similares habían sido esbozadas en el pasado por personajes como Virgilio Barco, César Gaviria, Alvaro Gómez y Alfonso López y siempre habían sido bien recibidas. La avalancha de críticas contra Samper, por lo tanto, obedecía más al lector del discurso que al contenido del mismo. En esos círculos lo único que hubiese dejado satisfecha a la galería era que el Presidente hubiera manifestado en forma categórica que Colombia estaba dispuesta a extraditar nacionales que cometieran delitos de narcotráfico. Desde el momento que condicionó la extradición a tratados internacionales que no se han firmado y a tribunales que no se han creado, la referencia a la extradición no acabó siendo más que un gesto simbólico. Samper no podía ir más allá de eso. La extradición unilateral inmediata que le exigen ciertos sectores es una imposibilidad política en Colombia, no solo para él sino para cualquier presidente. Dadas las circunstancias, el tema de la extradición no podía ser tratado en otra forma. Ni corto ni perezoso, el Presidente magnificó el impacto de su intervención, así como de la otra que hizo frente al grupo de los No Alineados como grandes éxitos diplomáticos. Subrayó también que en el discurso del presidente Bill Clinton se podría interpretar un cambio de actitud ya que el nombre de Colombia fue mencionado en una lista de países amigos. Por otro lado, las pocas reuniones que tuvo con otros jefes de Estado fueron presentadas como cumbres y sus desplazamientos por el centro de Nueva York fueron cubiertos por los medios de comunicación como marchas triunfales. Para terminar con broche de oro la gira, hizo el anuncio del nuevo hallazgo petrolero en Cundinamarca cuyas reservas, comparables a las de Cusiana, mejorarían sustancialmente las perspectivas económicas del país. A pesar de que el gobierno exageró bastante los resultados del viaje, incluso el anuncio de los hallazgos petroleros, el balance final para Samper fue favorable. No tanto porque le pasaron cosas buenas sino porque no le pasó nada malo. El gobierno estadounidense no le fijó ninguna restricción humillante. La ovación que recibió su discurso fue sustancial. El cubrimiento de medios de comunicación fue por lo general positivo. Todo esto para un Presidente sin visa que pudo haber sido tratado como un paria internacional constituye un triunfo. Donde esta actitud no fue compartida fue en el Departamento de Estado. El subsecretario de Estado para Asuntos de Narcotráfico, Robert Gelbard, descalificó la intervención de Samper y dijo que "Trabaja para crear una distracción en lugar de solucionar los serios problemas que enfrenta Colombia. Samper intenta constantemente de desviar la atención de la falta de progreso en Colombia con la formulación de propuestas internacionales que con frecuencia carecen de sentido". Esto lo que quiere decir es que todos los aspectos positivos de la gira del Presidente no tendrán ninguna incidencia en el espinoso tema de las sanciones comerciales. Los funcionarios del Departamento de Estado dejaron saber que esta decisión dependerá exclusivamente de si el Congreso colombiano aprueba los proyectos de ley presentados por el gobierno para combatir en forma efectiva el narcotráfico.