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El Mono Jojoy tenía sobre sus espaldas 62 órdenes de captura, 12 medidas de aseguramiento, dos peticiones de extradición y 105 investigaciones preliminares por todo tipo de delitos.

INFORME ESPECIAL

"Yo nací en un morral"

La historia del Mono Jojoy es la misma de las Farc: nació en la propia cuna de ese grupo guerrillero y cada día de sus 59 años lo vivió para la guerra. Fue el genio detrás de los crímenes más atroces.

25 de septiembre de 2010

El Mono Jojoy era la creación más pura de las Farc. Y por eso, así como con su vida moldeó a esa guerrilla, su muerte también podría ser una metáfora de lo que les está ocurriendo hoy a las Farc.

Cuando Jojoy nació, el 2 de enero de 1951, el legendario Juan de la Cruz Varela ya era el líder de la colonia agrícola de Sumapaz, una especie de anticipo de las llamadas repúblicas independientes que dieron origen a las Farc. Y el nombre de Varela es importante porque el papá de Jojoy, Noé Suárez Castellanos, murió abatido a su lado.

“Yo nací en un morral”, decía Jojoy, según recuerda el escritor Alfredo Molano. Y así dejaba claro que ser de las Farc no era para él un simple oficio sino un código tatuado en su ADN. Es decir, así como hoy los niños de Bogotá a los seis años ocupan su vida con una consola de juegos de video, en la casa del pequeño Víctor Julio Suárez –nombre de pila de ‘Jojoy’– se hablaba de luchas agrarias y de que la oligarquía había asesinado a Jorge Eliécer Gaitán.

Jojoy nació en Cabrera, en la zona de Sumapaz, a 144 kilómetros de Bogotá, capital que después trató de tomarse durante más de la mitad de su vida. Aprendió a leer con el jefe guerrillero Pablo Catatumbo. Su mamá, Romelia Rojas, se convirtió en la cocinera de Jacobo Arenas, y una larga lista de sobrinos suyos son miembros de esa guerrilla. La patria de Jojoy eran las Farc. Cuando se enamoró de una enfermera de Cartagena del Chairá, hoy conocida como Shirley, antes de convertirla en su esposa la convenció de entrar a la guerrilla, y a René, uno de sus tres hijos conocidos, también lo nombró como su ángel protector desde 2001.

El mismo Jojoy le dijo al semanario Voz que había entrado a las Farc cuando era un niño. Como dice Ariel Ávila, de la Fundación Nuevo Arco Iris, “desde los ocho años, el mito del hombre más sanguinario de las Farc comenzaba a echar raíces”. Es decir, el Mono Jojoy llegó a las Farc incluso antes de que esa guerrilla naciera oficialmente, en 1964.

El arquitecto del terror

En algún análisis sobre las Farc se dice que “el grupo, entre 1974 y 1982, tuvo un crecimiento lento” así como el Mono. Precisamente fue en 1982 cuando Jojoy comenzó a tener más poder. Quedó en una lista de jóvenes promesas para el combate que las Farc decidió crear en su séptima conferencia, según ha contado el viejo guerrillero Martín Sombra. Llegaron a ser 50, y en febrero de este año Inteligencia Militar dijo que solo quedaban 10 de ellos. A Jojoy lo pusieron en ese entonces al mando de la cuadrilla que operaba en Remolinos del Caguán, y en 1987 dio un golpe con el que le avisó al país el largo capítulo de violencia que se avecinaba: asesinó a 26 soldados en la vía a San Vicente del Caguán y rompió así la tregua con el gobierno del presidente Virgilio Barco.

El ritmo de vida del Mono parecía ir al mismo compás del crecimiento de las Farc. En 1987 le encargaron crear una columna móvil que dio origen al temido Bloque Oriental, y en 1993 lo nombraron miembro del Secretariado. Desde entonces, cada vez que ocurría una acción de las Farc que sacudía al país, aparecía como una suerte de marca registrada el nombre del Mono Jojoy. Con su hermano Grannobles y con Romaña se hizo tristemente célebre por el cerco que tendieron sobre Bogotá y sus macabras ‘pescas milagrosas’. Durante la época del Caguán, aprovechó el despeje y convirtió el Bloque Oriental en la más eficiente máquina de la guerrilla: en solo dos años pasó de 2.500 a 7.000 hombres bajo su mando directo, en 14 frentes y varias columnas, entre ellas la temible Teófilo Forero.

Los asaltos más impresionantes de la guerrilla tuvieron el sello Jojoy: la toma a Mitú, que pasó a la historia por ser la única a una capital de departamento; secuestros de película, como el del edificio Miraflores de Neiva, y el secuestro de un avión en pleno vuelo para plagiar al ex senador Jorge Eduardo Géchem fueron algunos de ellos. También fue responsable del ataque a Las Delicias, donde murieron 60 militares; de la bomba en el Club El Nogal de Bogotá y de la racha de los secuestros de soldados y políticos. Jojoy, sin duda, fue el hombre que se inventó las acciones más espectaculares y sangrientas.

El jueves pasado, cuando cayó abatido por la fuerza pública, tenía sus espaldas 62 órdenes de captura, 12 medidas de aseguramiento, cinco condenas, dos peticiones de extradición y 105 investigaciones preliminares por todo tipo de delitos.

El discurso macabro

Pero eso no era todo. Comenzó a convertirse en una especie de tenebroso ‘coco’ que desde las selvas saltaba a las pantallas de televisión para asustar a todos los colombianos. Era el vocero del terror. Fue él, por ejemplo, el guerrillero que apareció mostrando cómo vivían cientos de secuestrados en jaulas de alambres de púas, unos tenebrosos campos de concentración en la selva bajo su mando.

Y también él se encargó de presentarle al país la ‘ley 002’ de las Farc, que anunciaba una tanda masiva de secuestros con el argumento de que cada colombiano con más de un millón de dólares debía pagarle a la guerrilla un ‘impuesto’ del 10 por ciento.

Con un desparpajo y un cinismo casi demencial, Jojoy dijo en una entrevista a SEMANA que si no se aprobaba el canje de militares secuestrados por guerrilleros presos les iba a tocar secuestrar políticos. “Pues si los militares no le importan a la oligarquía, vamos a tener que coger unos políticos a ver si resolvemos el canje (...) Hasta ahora no se ha tomado la decisión. Es una cuestión que se me salió. Pero no estoy arrepentido de haberlo dicho”.

El protagonismo del Mono Jojoy fue tal que el presidente Álvaro Uribe lo escogió como blanco de sus amenazas cuando dio comienzo a su estrategia del Plan Patriota: “Que nos espere el señor Jorge Briceño –otro alias del Mono Jojoy– en la selva de la patria, que nos estamos preparando para ir a esculcarle sus madrigueras”, dijo.

Jojoy pasará a la historia no solo por ser el artífice de los peores crímenes de la historia de Colombia, sino también por la imagen que se fue construyendo de él. “Yo tuve en dos ocasiones la posibilidad de encontrármelo –cuenta el ex gobernador del Meta Alan Jara–: la primera vez a los once días, cuando me informa de mi secuestro. Ahí yo pensé que me iba a ordenar matar, él infundía miedo (...) aunque tenía ojos pequeños, la intensidad de su mirada causaba como miedo, angustia, terror porque uno sabía que la vida de uno estaba en la decisión que él tomara”.

La misma sensación le produjo a otra secuestrada, la ex congresista Consuelo González: “Era frío, duro, autoritario e inspiraba terror”. El propio Jojoy le notificó que su secuestro había sido orden suya.

¿Un psicópata?

Jojoy era un tipo de contrastes escalofriantes. A Jara, cuando lo vio por primera vez secuestrado, lo saludó con un tono desabrochado, que resulta casi demente: “Ve, este hijueputa, yo creí que era más grande”. Y siguió conversando con él como si se tratara de un amigo. Otro secuestrado, Luis Eladio Pérez, cuenta en su libro el primer encuentro: “¡Oiga, pastuso!, me habían dicho que usted estaba enfermo, pero lo veo muy bien”. Y remata Luis Eladio: “De la misma manera que sonreía era capaz de ordenar el asesinato de su interlocutor de hace unos minutos”.

Le encantaba alardear de su imagen de malvado, como cuenta la periodista María Alejandra Villamizar sobre un encuentro que tuvo con él en el Caguán. “A los hombres de mi equipo les hacía preguntas sobre su pasado militar. ‘¿Usted no será militar, o sí? Tiene peluqueado de chulo; y usted: tiene cuerpo para ser guardia del Secretariado. ¡¡¡Tráiganle un uniforme!!!’. Detallaba las características del fusil, de los radios de comunicación que tenía a cada lado del arnés. ‘Por aquí doy una orden de volar las cárceles, y por aquí otra de coger a los políticos”.

Lo que para él era mamadera de gallo para el mundo era un ejemplo de macabro humor negro. Por no decir un síntoma de demencia. En un estudio de la prestigiosa biblioteca del Congreso de Estados Unidos –'The sociology and psychology of terrorism'– dice: “Aunque los grupos terroristas son muy selectivos en el reclutamiento, no es impensable que un individuo psicopático pueda llegar a ser un líder de alto nivel. De hecho, las acciones y el comportamiento de Abu Nidal de ANO, Abdullah Ocalan de PKK, Velupillai Prabhakaran de los Ltte, Jorge Briceño –el Mono Jojoy– de las Farc y Shoko Asahara de Aum Shinrikyo, pueden hacer pensar a muchos que ellos compartían síntomas psicópatas o sociópatas”.

Gracias a testimonios de desmovilizados, se lograron detalles de la vida de Jojoy que también lo retratan. Y sorprenden. Por ejemplo, dicen que le gustaba hacer ‘gimnasia rítmica’ entre las 5 y las 6 de la mañana. Su dieta, contrario a lo que el país pensaba, era baja en grasas, calorías y harinas.
 
Entre otras, porque le hacían daño a un diabético crónico como él. Usaba una colchoneta especial y cobijas térmicas. No tomaba alcohol ni fumaba. Y vivía al día de lo que pasaba en el país con un computador conectado vía satelital a Internet. Era obsesivo con su seguridad. Tenía dos grupos distintos protegiéndolo y seguían estrictas órdenes cada que se movía. En 2007, cuando comenzaron los ataques contra la guerrilla, dijo: “Voy a utilizar el radio solamente para recibir y transmitir mensajes cortos de ahora en adelante, para evitar una matada”.