Nevardo Sánchez, de 25 años, quedó lisiado después de pisar una mina antipersonal. Detrás, su esposa Marleni Ospina. (Foto: AP)

CONFLICTO

Se está perdiendo la guerra contra las minas en Colombia

Las Farc incrementaron el uso de esta arma mortal para frenar el avance de las tropas militares hacia los campamentos, proteger los cultivos ilícitos y evadir la persecución por tierra.

27 de noviembre de 2009

Una mina es como un soldado de plomo. Está ahí. Inerte. Invisible, como un asesino dormido. Para las Fuerzas Militares se ha convertido en la amenaza más difícil de derrotar. Los muertos y heridos por su causa tienen a Colombia en el segundo país más minado después de Afganistán.

Aunque el problema en Colombia es grave, también lo padecen más de 160 países que a partir de este domingo, en Cartagena, asistirán al encuentro más importante que en el mundo se organiza sobre este tema. Se trata de la “Cumbre de Cartagena por un mundo libre de minas antipersonal” que revisa por segunda vez en la historia la Convención de Ottawa que prohibe el empleo, almacenamiento, producción y transferencia de minas antipersonal, y plantea compromisos para la erradicación de esta arma que sigue matando y liciando por décadas, aún después de que terminan las guerras que hicieron que las sembraran.

Según cifras de la Campaña Colombiana Contra Minas (Cccm), 6.656 personas han muerto o resultado mutiladas por la acción de minas antipersonales en los últimos 17 años. De éstas, unas 2.000 murieron y 4.000 sobrevivieron, aunque quedaron con mutilaciones. “En los últimos cuatro años, infortunadamente, hemos venido ocupando los primeros lugares”, dice Álvaro Jiménez, director de esta organización, quien señala que no menos del 10% de todas las víctimas eran menores de edad.

El gobierno dice que en el país hay nueve regiones críticas con minas antipersonal, entre las que se cuentan Antioquia (con mayor número de minas sembradas y de víctimas), seguido de Nariño (donde el número de civiles afectados por minas supera la número de militares), Cauca, Arauca, Boyacá, Casanare, Norte de Santander, Putumayo, Meta y Caquetá.

Las Farc, como principales “sembradoras” de minas, le dieron la vuelta a la guerra ya que ésta, al ser un arma no convencional y al no ser utilizada por las Fuerzas Militares, lleva al desequilibrio en términos estratégicos.

Según la Fundación Nuevo Arco Iris, en su más reciente informe sobre el conflicto en Colombia, las minas antipersonal de carácter defensivo se vieron complementadas por las llamadas minas muertas que han comenzado a ser utilizadas en buena parte de las regiones del país: las ponen en las orillas de carreteras y en caminos, campos minados estilo Ho Chi Min (campos de 500 ó 600 metros que se siembran de forma circular y que con una sola activación pueden matar a decenas de personas). También están las que vienen en forma de cono o de sombrero que producen una capacidad de daño mucho mayor.

Todo esto sin contar las microminas a las que recientemente a hecho referencia el vicepresidente Francisco Santos, colocadas en el piso, en árboles o en partes altas y que tienen como finalidad herir, no matar.

Para Nuevo Arco Iris, esta nueva estrategia de las Farc tiene dos connotaciones. Por un lado, el sembrado de minas antipersonal es una táctica defensiva con la que se busca impedir la penetración a los campamentos, la erradicación de cultivos ilícitos, proteger las zonas de control, evitar la persecución por tierra.

“A las minas antipersonales se han sumado lo que ellos denominan campos minados muertos, que son activados a control remoto, o detonados al paso de patrullas de la fuerza pública. Es decir, han desarrollado minas con carácter ofensivo”, dice Ariel Ávila, uno de los investigadores.

Sitios de interés:
http://www.accioncontraminas.gov.co/index.html  
http://www.cartagenasummit.gov.co/